Los amigos de Peter
Francfort es un conjunto de tradiciones, que son sagradas. Dicen que los editores tienen mucha memoria para poder discriminar c¨®mo han de tratar a sus autores; pero tambi¨¦n tienen mucha memoria para poder tratarse sin que las ri?as por los derechos, cuyo campo de batalla principal es esta feria, lleve la sangre al Meno. Esa memoria les hace juntarse cada a?o como si no se hubieran separado nunca. A nosotros nos fue dado a asistir a una de ellas, la cena de los amigos de Peter Mayer, ex presidente de Penguin, que cuando dirigi¨® -durante 20 a?os- este gigante de la edici¨®n invitaba a grandes y peque?os editores que iban a Francfort a unas cenas que ten¨ªan lugar en el muy literario Frankfurter Hof, el hotel m¨¢s vital y literario de la ciudad.
Desde 1996, cuando Mayer dej¨® el gigante y se puso al frente de su propia empresa, Overlook Press, aquellos amigos a los que ¨¦l invitaba continuaron la tradici¨®n: pagan ellos. Peter es el ¨²nico invitado. Y se re¨²nen en un restaurante alem¨¢n, lejos del viejo glamour pasado. Los editores, por cierto, viven casi desde 1996 una larga ¨¦poca de restricciones que se ven primero que nada en sus fiestas. En la muy sencilla de este a?o hab¨ªa 58 editores, todos en torno al festejado, a punto de cumplir los 70. Algunos de los que tradicionalmente fueron han muerto ya, y los reunidos han decidido invitar a m¨¢s j¨®venes para que la edad editorial vaya bajando. Vimos a algunos m¨ªticos, como Sony Mehta, de Knopf, o Inge Feltrinelli, de Feltrinelli y a la hija de Mayer, Liese, que se estrena en ferias a sus 21 a?os. Juan Gonz¨¢lez, de Santillana, fue un invitado espa?ol, como Michi Strausfeld, de nacimiento alemana y de alma espa?ola, y hab¨ªa editores y agentes de todas partes.
Delante de nosotros, un holand¨¦s, Jaco Groot, que se enriqueci¨® gracias a Harry Potter, desgran¨®, entre otras, una an¨¦cdota que refleja bien el car¨¢cter de los editores cuando deciden divertirse. Y lo que cont¨® fue lo que le sucedi¨® a un colega suyo de Amsterdam que, francamente borracho, abord¨® de noche un taxi en Francfort, le entreg¨® una tarjeta con una direcci¨®n equivocada al taxista y ¨¦ste le deposit¨® cinco horas m¨¢s tarde ?en su casa de Amsterdam! No ha sido el ¨²nico borracho, claro, aqu¨ª se bebe con mucho desprendimiento; la agente espa?ola Mercedes Casanovas nos cont¨® c¨®mo un editor norteamericano, cuyo nombre queda en el anonimato, abord¨® enteramente desnudo su habitaci¨®n, y se fue con una blusa de Casanovas cubriendo la parte m¨¢s privada de su desnudez.
En estos pasillos animad¨ªsimos de la feria nos encontramos con un asiduo, el argentino Daniel Divinsky; fue capaz de torcer, en 1973, la voluntad carcelera del dictador Videla, que le sac¨® de la prisi¨®n en la que estuvo durante meses; el dictador tuvo en cuenta la petici¨®n de la Feria de Francfort (y de su entonces director, Peter Weidhaas) para que asistiera como invitado especial del certamen. De todo el jaleo de Francfort, le preguntamos a Divinsky, que tiene mucho sentido del humor, ?qu¨¦ hubiera dicho Borges? Y el director de Ediciones de la Flor nos respondi¨®: "Los viajes para un ciego son una sucesi¨®n de escaleras". Pero luego nos cont¨® su propia an¨¦cdota de editor latinoamericano en la principal feria del libro del mundo: "Nos venden pocos derechos porque creen que los suramericanos no pagamos nunca, cosa que es incierta. Y hace 30 a?os compr¨¦ los derechos de un libro de Tadeusz Kantor, El teatro de la muerte, el manifiesto del dramaturgo. Y todos los a?os les traigo sus d¨®lares de derechos a sus agentes rusos". Nos ense?¨® el cheque de este a?o: 520 d¨®lares.
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