Dictadura bajo palio
El Ej¨¦rcito puso las armas, la Falange aport¨® los desfiles de masas y el adoctrinamiento y la Iglesia cat¨®lica se encarg¨® de las bendiciones. Fueron los tres baluartes principales en los que la dictadura de Franco ciment¨® su poder hasta bien entrados los a?os sesenta y, si se apura, hasta la muerte del general. En palabras de Juli¨¢n Casanova, "la Iglesia proporcion¨® a Franco la m¨¢scara de la religi¨®n como refugio de su tiran¨ªa y crueldad". "Sin esa m¨¢scara", a?ade el historiador, "y sin el culto que la Iglesia forj¨® en torno a ¨¦l como caudillo salvador, santo y supremo benefactor, Franco hubiera tenido muchas m¨¢s dificultades para mantener su omn¨ªmodo poder". Basta contemplar las fotograf¨ªas del dictador entrando bajo palio en las catedrales -un privilegio reservado a los reyes o al sant¨ªsimo sacramento- para darse cuenta del apoyo sin fisuras y de la coartada moral que la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica y una gran mayor¨ªa de cat¨®licos brindaron al general.
LA IGLESIA DE FRANCO
Juli¨¢n Casanova
Cr¨ªtica. Barcelona, 2005
382 p¨¢ginas. 15 euros
Hubo excepciones, pero fueron nada m¨¢s que excepciones, como se encarga de relatar Juli¨¢n Casanova en un ensayo que no pretende un recorrido de la relaci¨®n entre el franquismo y el nacionalcatolicismo durante toda la dictadura, sino que se centra, con lucidez y gran profusi¨®n de testimonios, en las bases que forjaron durante la posguerra la estrecha alianza entre el r¨¦gimen y la Iglesia.
Aquello que resulta m¨¢s conmovedor y escalofriante del libro se refiere a la absoluta identificaci¨®n de los cat¨®licos con la represi¨®n, es m¨¢s, a una sanci¨®n moral de los desmanes. En este sentido, resultan muy reveladoras las memorias de Gumersindo de Estella, un capell¨¢n de la c¨¢rcel de Zaragoza, citado por Casanova, que se?alan: "Como sacerdote y como cristiano sent¨ªa repugnancia ante tan numerosos asesinatos y no pod¨ªa aprobarlos. Mi actitud contrastaba vivamente con la de otros religiosos, incluso superiores m¨ªos, que se entregaban a un regocijo extraordinario y no s¨®lo aprobaban cuanto ocurr¨ªa, sino aplaud¨ªan y prorrump¨ªan en vivas con frecuencia". Porque, pese a los cosm¨¦ticos lavados de cara de los ministros cat¨®licos en los a?os cincuenta y a las nuevas generaciones de sacerdotes dem¨®cratas de los sesenta y setenta, la Iglesia sigui¨® mirando hacia otro lado durante cuatro d¨¦cadas de oprobio.
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