"Yo me hice Alfredo Bryce en Europa. En Per¨² fui siempre s¨®lo el hijito de pap¨¢"
Leer a Bryce Echenique es como conversar con ¨¦l. Hablar con ¨¦l es como leer uno de sus libros. Le gusta detenerse en an¨¦cdotas y, a poco que la conversaci¨®n lo propicie, es capaz de volver a relatar lo mismo pero siempre con nuevos matices, m¨¢s exagerado, m¨¢s gracioso, renovado. Con ese don para "recontar" sus recuerdos, podr¨ªa uno esperar mucha fantas¨ªa en sus textos autobiogr¨¢ficos. Debe haberla, pero subyugada por cierto deber de exactitud. En el segundo tomo de sus "antimemorias", el escritor peruano centra buena parte de sus recuerdos en el ¨²ltimo -el "definitivo"- de sus retornos a Per¨², en 1999, cuando quem¨® las naves europeas dispuesto a reencontrar sus ra¨ªces. Pero todo hab¨ªa cambiado y la realidad se le mostr¨® con un rostro insoportable que le hizo regresar e instalarse en Barcelona. Ahora comparte su tiempo entre ambas ciudades. Permiso para sentir (Anagrama) es quiz¨¢ su libro m¨¢s realista y no por ello el menos novelesco.
PREGUNTA. ?ste es el segundo tomo de sus "antimemorias". ?Ha sido usted lector de autobiograf¨ªas y memorias de escritores?
RESPUESTA. S¨ª, he le¨ªdo muchos libros de memorias e incluso el t¨¦rmino de "antimemorias" lo tom¨¦ del libro de Andr¨¦ Malraux, que se refer¨ªa a que, seg¨²n el psicoan¨¢lisis, la introspecci¨®n produce tales monstruos del recuerdo, tales asociaciones, que hacen de lo que sol¨ªamos llamar memorias un g¨¦nero caduco. Yo tomo eso un poco a broma, aunque cito el origen. He le¨ªdo las memorias de Corpus Barga, muchas tambi¨¦n de exiliados espa?oles, las de cl¨¢sicos como Montaigne, La Rochefoucauld, Chanfort, textos autobiogr¨¢ficos de Camus. El g¨¦nero me ha fascinado siempre. De ah¨ª que tenga, al empezar este libro, una antolog¨ªa de citas acerca de las memorias, para guiar un poco al lector sobre mis intenciones.
P. Lo preguntaba por el planteamiento literario que le supuso adoptar este tipo de texto: ?qu¨¦ contar, qu¨¦ omitir, hasta qu¨¦ punto ser sincero? En muchas autobiograf¨ªas el lector nota cu¨¢ndo el autor miente, disimula, silencia.
R. Empec¨¦ a escribir estas antimemorias a los 41 a?os, hace unos 15. Casi todas las personas de las que hablo est¨¢n vivas y he contrastado muchas cosas con ellas. Puedo citar el caso de Julio Feo, que fue secretario personal de Felipe Gonz¨¢lez, en una ¨¦poca muy divertida de mi vida que termin¨® con la gran desilusi¨®n que fue para m¨ª Cuba, cuando fui a vivir all¨ª. Eso termin¨®, no he querido volver. Bueno, en una ocasi¨®n hicimos un viaje por mar, por los cayos de Florida, con Felipe Gonz¨¢lez, Fidel Castro -que se met¨ªa en unas discusiones impresionantes-, Garc¨ªa M¨¢rquez, el pintor Guayasam¨ªn y Javier Solana. Pasado un tiempo, cuando Julio Feo dej¨® de ser secretario de Felipe, public¨® un libro de memorias por la misma ¨¦poca en que yo lo hice tambi¨¦n. Hab¨ªamos conversado para puntualizar algunos recuerdos de ese viaje, los dos relatos eran exactos, s¨®lo que ¨¦l destacaba el aspecto pol¨ªtico y yo el humano: las virtudes y defectos, lo sublime y lo rid¨ªculo de los personajes, como las piernas delgaditas de ese gigante que es Fidel. Un gigante con pies de barro, como su revoluci¨®n. Julio tuvo un problema grave, alguien lo llev¨® a los tribunales. Yo no tuve ninguno. Incluso, lo m¨ªo no se prohibi¨® en Cuba por esas genialidades de loco que tiene Fidel, que dijo: "Los libros a favor de Cuba los pago yo (entonces el KGB), los anticubanos los paga la CIA; el libro de Bryce lo ha pagado Anagrama y este tipo lo ha escrito con mucho amor, no por la revoluci¨®n, pero s¨ª por la gente". Es curioso, yo me alej¨¦ de su pol¨ªtica, pero ¨¦l no prohibi¨® mi libro.
P. ?No ha tenido problemas por algunas de las cr¨ªticas que hace en su libro?
R. Un amigo escritor, que present¨® el libro en Per¨², me ha informado que la universidad para la que estuve trabajando en Lima estaba consultando abogados para demandarme por cosas que escrib¨ª sobre ellos. Al final no hubo juicio y, m¨¢s bien, han empezado una serie de mejoras que yo recomendaba en mi libro. No dije nada que no fuera verdad.
P. Lo que hace son relatos y reflexiones, no ajustes de cuentas.
R. He visto con frecuencia que algunas autobiograf¨ªas estaban escritas por gente muy mayor cuya memoria era un cementerio literalmente. Y muchas veces para atacar a alguien, para venganzas casi de ultratumba, o para justificarse. Las distinciones que hac¨ªa Pablo Neruda, ya enfermo, del Guill¨¦n bueno y el malo, no son en el fondo recuerdos sino arreglos de cuentas. Y el otro no puede responder porque ya no est¨¢ ah¨ª. Se combina, en el caso de Neruda, con relatos de cosas maravillosas, como el recuerdo de Garc¨ªa Lorca en la Residencia de Estudiantes y dice de ¨¦l que "su persona era morena, delgada y trae la felicidad". Nunca lo olvidar¨¦ porque eso me hizo inventar al personaje de Octavia de C¨¢diz.
P. Al igual que en el primer tomo de sus "antimemorias", en ¨¦ste empieza por querer atrapar fragmentos dispersos de su pasado, antes de que se esfumen y empiece a dudar de los detalles.
R. Ya dec¨ªa Virginia Woolf, que "nada es verdad hasta que la memoria no lo retiene" y se refiere a todo lo que se puede escapar. La primera parte, en ambos vol¨²menes, se llama Por orden de azar: los recuerdos como vienen, sin cronolog¨ªa. ?sas son las primeras partes. Incluso en este volumen me he permitido precisar el nombre y apellido de una persona que he querido mucho, y no quise herir. Muerta ella, ya la menciono porque su destino est¨¢ cumplido.
P. Quiz¨¢ se siente que ya est¨¢ de vuelta de todo. Dice claramente, con nombres y apellidos, cosas poco agradables de personas que est¨¢n vivas. Ha perdido el pudor.
R. Es cierto. En la primera ya se tratan varios temas (Cuba, la izquierda latinoamericana y mi relaci¨®n con ella durante casi treinta a?os), lo que establece cierta cronolog¨ªa. En esta segunda parte, hablo m¨¢s de mi regreso a Per¨², pero empiezo a contarlo desde 1972, que fue mi primer regreso despu¨¦s de ocho a?os en Europa; el segundo regreso fue en 1977. En este tomo empiezo con mucha iron¨ªa para quitarle peso a algunas opiniones. El cap¨ªtulo de mi ¨²ltimo regreso a Per¨² tiene un t¨ªtulo en italiano, tomado adem¨¢s de un cuento de Hemingway, Che te dice la patria?, es para desdramatizar. Como para decir: no nos pongamos tr¨¢gicos, voy a contar cosas crueles pero tambi¨¦n otras tiernas, divertidas, no voy a renunciar a ponerme en rid¨ªculo yo y otras personas. Y baja el tono m¨¢s a¨²n cuando empiezas diciendo: "Yo siempre tuve una cierta tendencia a regresar a Per¨², aun antes de salir la primera vez". Ese t¨ªtulo y esa primera frase a m¨ª me liberaron. Despu¨¦s la escritura fluy¨®. No sabes cu¨¢nto tiempo tuve miedo de decir mis verdades, costase lo que costase. Por primera vez ten¨ªa toda la documentaci¨®n necesaria, toda la correspondencia con mi madre y la de muchos amigos entra?ables, de distintas tiendas pol¨ªticas adem¨¢s.
P. El primer tomo (Permiso para vivir) era quiz¨¢ m¨¢s sentimental, y ¨¦ste, pese al t¨ªtulo (Permiso para sentir), parece m¨¢s vivido.
R. La primera parte fue un balance, sobre todo de mi vida en Europa. En este libro, el balance ha sido m¨¢s urgente: ha sido el Per¨² al que volv¨ª despu¨¦s de 35 a?os. Nunca prepar¨¦ nada tanto como ese regreso. Nunca fui tan organizado, nunca termin¨¦ tantos proyectos, ni libros, ni di tantas conferencias para poder hacerlo. Pero siempre falla algo. No se puede conjugar el dolor... ni la felicidad tampoco. Porque tambi¨¦n hay momentos de intensa felicidad en esa etapa, incluso laboral. Petroper¨² me contrat¨® para dar conferencias en universidades y colegios de todo el pa¨ªs donde me quedaba yo seis y hasta ocho horas con esos muchachos, que son la riqueza de Per¨². Eran viajes perfectos y felices. En lo ¨ªntimo y personal est¨¢ la construcci¨®n de mi casa, una casa hecha para reunir gente: un d¨ªa la familia, otro los pintores, los escritores, otro los amigos del colegio, los de la universidad.
P. Una casa para reconstruir las piezas de su pasado.
R. S¨ª, incluso la casa nace de una historia de amistad. Yo ten¨ªa este amigo de la infancia, Jaime Dib¨®s, y un d¨ªa su padre me dice delante de ¨¦l que en alg¨²n momento se hab¨ªa quedado con dinero de mi padre al hacerle mal las cuentas del banco. Lo dijo de paso, como en broma, pero a mi amigo le cre¨® un sentimiento atroz y durante a?os me dijo que ten¨ªa para m¨ª un trozo de tierra en una zona residencial que ¨¦l estaba urbanizando. Ah¨ª empez¨® a construir la casa y tuvo que dejarla a medias cuando secuestraron a su hija, luego, cuando se termina de construir, me raptan a m¨ª, uno de esos secuestros express, algo est¨²pido, feroz, cruel y aterrador. Todo eso hizo que la realidad fuera muy violenta para m¨ª y eso se sum¨® al tremendo problema de que me equivoqu¨¦ de barrio. Yo deb¨ª volver a mi San Isidro natal o en todo caso a Miraflores, donde viv¨ªa mi esposa. Ella, al final, fue mi salvaci¨®n, ella me bot¨® de Per¨², con el riesgo propio que eso implicaba.
P. Julio Ram¨®n Ribeyro sol¨ªa decir que usted ten¨ªa "una relaci¨®n dram¨¢tica con la realidad". Sigue sin gustarle la realidad, pero escribe m¨¢s con los pies en la tierra.
R. S¨ª, quiz¨¢. A lo m¨¢s hay iron¨ªa, el dolor lo vivo yo. Hay cr¨ªtica, por ejemplo, en el caso de la educaci¨®n en Per¨², cuando por el mero af¨¢n de lucro deja de tener ese car¨¢cter. Pero tambi¨¦n cuento mil an¨¦cdotas divertid¨ªsimas.
P. Lo que sigue siendo de lo m¨¢s importante para usted es la amistad.
R. La amistad es un eterno presente. Pero tambi¨¦n es una pr¨¢ctica casi como una religi¨®n. La amistad es la religi¨®n en la que yo creo. Que no incluye tan s¨®lo hombres, sino tambi¨¦n a mis primeros amores y a mi esposa. Es un don y hay una reciprocidad, que es lo bonito.
P. Pol¨ªticamente no es que haya sido neutral, pero tampoco ha estado ligado a ning¨²n tipo de conducta partidista. Al cabo de los a?os parece haber sido la actitud m¨¢s sensata.
R. Los pol¨ªticos son los responsables de la situaci¨®n del pa¨ªs. Mis juicios han sido m¨¢s que nada morales, ¨¦ticos, muy pocas veces he tomado alguna postura. Cuando lo hice, a la larga tuve raz¨®n. No apoy¨¦ abiertamente a Vargas Llosa cuando fue candidato. En esa ¨¦poca en Espa?a nadie me preguntaba por mis libros sino por Mario, el pol¨ªtico. Tuve alg¨²n problema con ¨¦l porque escrib¨ª un art¨ªculo en el que mencionaba algo que hab¨ªa estado oyendo en el entorno de su partido. Algo que se resum¨ªa as¨ª: "Como en este pa¨ªs de mierda no podemos poder tener ni un Pinochet, tenemos que votar por tu amigo". ??se era su electorado! Gente que quer¨ªa un Pinochet. Gana Fujimori y al d¨ªa siguiente Vargas Llosa es el hombre m¨¢s traicionado de Per¨². Mario se ofendi¨® mucho con esa frase, pero al cabo del tiempo ¨¦l mismo escribi¨® en otro art¨ªculo: "Ah¨ª tienen el Pinochet que quer¨ªan". O sea, que me dio la raz¨®n.
P. Menciona en un momento esa "paz separada" que mantiene con su pa¨ªs.
R. Emocionalmente estoy satisfecho. Han pasado cosas horribles, aunque hubiera preferido que se condenara m¨¢s a los delincuentes de Fujimori, al presidente Toledo le ha faltado pulso ah¨ª. Casi todo lo hizo Paniagua en los pocos meses que estuvo en el Gobierno. Toledo ha sido m¨¢s h¨¢bil en lo econ¨®mico y deja un pa¨ªs con la econom¨ªa muy saneada. No se le quiere por diversas razones y porque para muchos sigue siendo "un cholo". Finalmente creo que nunca m¨¢s me sentir¨¦ responsable del mill¨®n ciento cuarenta mil kil¨®metros cuadrados de Per¨². Ya acab¨®. Mis ilusiones se desenvolver¨¢n siempre entre mis afectos privados, que son los que han triunfado siempre por encima de cualquier tipo de idea. Y en este sentido estoy contento porque el balance ha sido muy positivo y creo que, y voy a citar a Vargas Llosa, "Per¨² se ha vuelto para m¨ª s¨®lo ciertos paisajes y ciertos amigos". ?se es mi Per¨². Volver de esa manera fue un error. No te puedes lavar el amor por Europa con agua y jab¨®n. Despu¨¦s de todo, yo fui Alfredo Bryce aqu¨ª. All¨¢ fui el hijito de pap¨¢.
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