La demolici¨®n
En el capitalismo europeo en sus diversas variantes, pero en especial en la renana, cabe, contrariamente a lo que sucede en EE UU, la dimensi¨®n social. La expresi¨®n econom¨ªa social de mercado refleja esa especificidad, en la que son esenciales el mundo del trabajo y el protagonismo, aunque ahora atenuado, del Estado. La unidad de Europa conllevaba como proyecto reforzar lo que los pa¨ªses europeos ten¨ªan en com¨²n como propio y diferencial. Ese proyecto se acab¨® llamando: modelo europeo de sociedad. Pero cuando en 1957 el Tratado de Roma instituye la Comunidad econ¨®mica como su objetivo principal se invierte su contenido. En el espacio conjunto no s¨®lo tendr¨¢ la Econom¨ªa el primado total sino que su norte exclusivo ser¨¢ la acumulaci¨®n capitalista sin desviaciones ni florituras. Hay pues que echar abajo el modelo europeo y comienza la demolici¨®n en el mismo Tratado fundacional cuando se les pide a Francia y a Italia que renuncien a las intervenciones p¨²blicas y se concentren en el fortalecimiento de un mercado sin contaminaciones estatales ni voluntaristas.
El modelo pronto se reduce a un z¨®calo que postula la convergencia de los Estados miembros mediante la armonizaci¨®n legislativa de todos ellos, que la ausencia de voluntad pol¨ªtica hace impracticable, limit¨¢ndose a la adopci¨®n, mediante reglamentos y directivas, de un conjunto de normas m¨ªnimas, todas en funci¨®n y al servicio de la competitividad. El Acta ?nica en 1986 pone de relieve esta subordinaci¨®n de lo social al buen funcionamiento del mercado, que remacha el Tratado de Maastricht en 1992 al servirse de la pol¨ªtica social para promover la competitividad y al instalar el dialogo social en el cogollo de su dispositivo. Modificando con ello la naturaleza de las relaciones laborales a las que purifica de toda conflictualidad y les asigna como s¨®lo destino posible la transacci¨®n y el acuerdo. La b¨²squeda del consenso se impone a las exigencias de lo laboral y empuja a una flexibilidad que permita que los actores individuales tengan la ¨²ltima palabra. El Libro Blanco de Jacques Delors en 1993, al constituir a la pol¨ªtica del empleo con la reforma del mundo laboral y de la protecci¨®n social en herramienta capital para aumentar el crecimiento econ¨®mico mediante la competitividad no s¨®lo opta por la econom¨ªa frente a la sociedad sino que consagra la condici¨®n asocial del trabajo, como se?ala Corinne Gobin en su art¨ªculo Los falsarios de la Europa social en Le Monde Diplomatique de este mes. Esta concepci¨®n privatista del trabajo convertido en una pr¨¢ctica individual que no cabe regular colectivamente, sin m¨¢s albur que la libertad de las personas, necesita desmantelar el derecho del trabajo, guardi¨¢n de las fronteras de lo social, conculcando sus principios generales y cancelando o debilitando sus disposiciones centrales: control de los despidos, defensa de la huelga y de los piquetes, limitaciones de las jurisdicciones civiles y comerciales para intervenir en los conflictos laborales etc., al mismo tiempo que se deslegitiman todos los instrumentos de la acci¨®n p¨²blica, fiscalidad, cotizaciones sociales, servicios p¨²blicos etc. Las esperanzas puestas en la Carta de Derechos Sociales de 1989 se quedan en casi nada por el car¨¢cter no vinculante ni obligatorio de sus disposiciones. De igual manera la exclusi¨®n del salario de las competencias comunitarias en la Carta de Derechos Fundamentales, del a?o 2000 y la revisi¨®n de la Directiva de 1993 sobre el tiempo de trabajo nos acercan a esa Norteam¨¦rica feliz que no reconoce legalmente al trabajador ni un solo d¨ªa de reposo anual. La celebrada Agenda de Lisboa del a?o 2000, al convertir las dimensiones esenciales de lo social -ense?anza, salud, retiro etc.- en factores de la producci¨®n renuncia a su condici¨®n de soporte fundamental de la sociedad europea para consagrarse a la creaci¨®n de riqueza, que va siempre a los mismos. Menos del 5% de los norteamericanos han percibido m¨¢s del 50% de los beneficios generados en 2004. Aparte de la UE ?qui¨¦n apuesta por ese futuro?
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