El talento de la calle
Escritores y artistas. Pintores como Arroyo o Dal¨ª. Gentes y vida, mucha vida. Por la c¨¢mara de Jordi Soc¨ªas han desfilado a lo largo de 32 a?os de oficio mil historias y personajes. Un libro y una retrospectiva en la Biblioteca Nacional muestran lo mejor de su obra.
Hay individuos que desde la nada alcanzan lo absoluto, personajes hechos a s¨ª mismos con muy pocos medios a favor, salvo el talento y la constancia, y casi todo en contra. Jordi Soc¨ªas es uno de ellos. Nacido en el a?o en que finaliz¨® la Segunda Guerra Mundial (1945) en el barrio de la Sagrada Familia de Barcelona, en el seno de una familia laica, obrera y republicana, con padre encarcelado por el franquismo e incipientes estudios en la Universidad Laboral Francisco Franco de Tarragona -de donde fue expulsado por denunciar a un profesor pederasta-, en la infancia de Soc¨ªas se reun¨ªan todos los ingredientes suficientes para alcanzar la delincuencia o, en el mejor de los casos, un anodino pasar. Cualquier cosa menos la maestr¨ªa de una disciplina art¨ªstica. Comparte con otro artista tambi¨¦n hecho a s¨ª mismo, Juan Mars¨¦, la proclividad al callejeo y un primer trabajo de aprendiz en una relojer¨ªa.
Huelgas de la SEAT, verbenas de barrio, manifestaciones, conatos de golpes de Estado? historia de Espa?a
De la escuela de la calle le queda, como a tantos otros, una mirada comprensiva y sobria de sus gentes y lugares. Tambi¨¦n una espl¨¦ndida capacidad para valorar los peque?os placeres de la vida. Al fin y al cabo, el que se ha criado entre aceras, descampados, recados dom¨¦sticos, baretos, futbolines y puestos callejeros es capaz de apreciar lo que otros no valoran: desde el perfume y el sabor de un bisonte comprado al detall hasta la amistad solidaria en tiempos de crisis o una entrada de gallinero en un cine de barrio con programa doble. Despu¨¦s vendr¨ªa el incipiente y deslumbrador contacto con la cultura autodidacta, las tertulias de caf¨¦, los primeros amores, el adoctrinamiento pol¨ªtico, las sesiones de cineclub con Antonioni y Torres Nilsson y los viajes por carreteras secundarias como representante de relojes de medio pelo. Una paulatina formaci¨®n en conocimientos tan diversos como el carnal, el textual, el audiovisual y la red viaria de tr¨¢fico, siempre a golpes de intuici¨®n y sugerencias amistosas. El caldo de cultivo que permite, por ejemplo, disfrutar de un Canet-Rock de los a?os sesenta como si se alcanzara el nirvana.
Jordi Soc¨ªas es tan radicalmente autodidacto que sus primeros contactos con la fotograf¨ªa, el oficio que le marcar¨ªa de por vida, los tuvo a trav¨¦s de un curso por correspondencia. Ya entonces hab¨ªa visitado Par¨ªs y, por tanto, ya hab¨ªa descubierto lo que era la vida cotidiana en libertad, los s¨ªmbolos comunistas, los quioscos con revistas sin censura, los cines con las pel¨ªculas prohibidas, la subversi¨®n surrealista, las librer¨ªas sin trastiendas, los bistrots, la sensualidad de la mirada? quiz¨¢ por todo ello el autorretrato que prefiere sea esa amalgama de flores, rombos, moquetas y oso: hay un cierto caos y un cierto orden. Una actitud serena, de tranquilo recogimiento sin cerrar la puerta a lo imprevisto. No se sabe muy bien si es un homenaje al refranero popular ("el hombre y el oso?"), a la divulgaci¨®n naturalista o el pre¨¢mbulo de un idilio en hotel de cinco estrellas. En todo caso, es su autorretrato favorito, y freudianos tiene el mundo para desentra?ar las claves. Como surreal es el espl¨¦ndido retrato de Brigitte con los peces, o el pulpo. Con la foto de Pirata, el perro de Bigas Luna, puede concluir esta peque?a muestra de la zoofilia de Soc¨ªas.
En la exposici¨®n retrospectiva que ahora se inaugura hay tambi¨¦n numerosos testimonios populares: huelgas de la SEAT en Barcelona, verbenas de barrio, manifestaciones, conatos de golpes de Estado en febrero, entierros de l¨ªderes pol¨ªticos, algo de la Espa?a ca?¨ª: la vida. En esta ocasi¨®n, el autor ha elegido tres instant¨¢neas muy diferentes con un denominador com¨²n: la fuerza expresiva. Tres habaneros disfrutones en el interior de un coche, tres sicilianos endomingados sin el menor atisbo de relajaci¨®n y un retrato de grupo en la cafeter¨ªa de las Cortes de los Diputados el d¨ªa despu¨¦s de la muerte del inmortal.
Juan Mars¨¦, su compa?ero de primeros pasos de curr¨ªculo, o Juan Jos¨¦ Mill¨¢s har¨ªan maravillas en la descripci¨®n de estas fotos. Ese diputado de cuidadas patillas a lo Rosano Brazzi que hojea la esquela del difunto entre la altaner¨ªa y la incomprensi¨®n en una coreograf¨ªa de peripuestos camareros es un inagotable manantial de inspiraci¨®n para cualquier pluma con talento. A ello hay que sumar una gran cantidad de espl¨¦ndidos retratos a figuras de las artes y las letras, buena parte de los cuales han visto la luz en las p¨¢ginas de EPS, en el que su autor es el responsable de su edici¨®n gr¨¢fica: desde un extraordinario Dal¨ª hasta un Vicent sentado en la mesa de billar con la misma soltura con que los banqueros de varias generaciones se sientan en los bordes de las mesas de caoba, o un Eduardo Arroyo se?orial y colorista y una carnal Pen¨¦lope Cruz. Nunca un curso de fotograf¨ªa por correspondencia ha generado tal derroche de sensibilidad y humanismo.
La exposici¨®n y el libro "Marem¨¢gnum. Jordi Soc¨ªas, 1973-2005", editado por Lunwerg, se presentan en la Biblioteca Nacional (paseo de Recoletos, 22. Madrid) a partir del d¨ªa 25.
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