Aportaci¨®n ingenua a la teor¨ªa de la vasquitud
Los socialistas han decidido incorporar la autodefinici¨®n de vasquistas a sus principios de acci¨®n pol¨ªtica. Una definici¨®n cuando menos borrosa, que est¨¢ pidiendo a gritos un poco de an¨¢lisis, a no ser que acceptemos como toda explicaci¨®n, una vez m¨¢s, la que "s¨®lo se trata de palabras". Es un an¨¢lisis a realizar en un doble plano, el de la caracterizaci¨®n te¨®rica de esa nueva definici¨®n, por un lado, y el de su operatividad pol¨ªtica por otro.
En el primer aspecto podemos partir de la afirmaci¨®n provisional de que ser vasquista es un calificativo que hace referencia a algo que, aunque su estatuto ontol¨®gico no sea claro, podemos llamar vasquitud. Ser vasquista es tanto como estar a favor de que esa cosa, sea lo que sea, impregne la pol¨ªtica socialista. La pregunta obligada es entonces la de ?qu¨¦ ser¨ªa la vasquitud como objetivo pol¨ªtico?
Debe respetarse la nueva definici¨®n del socialismo vasco como nacionalista 'light', pero tiene algo de abandono
Ya de inicio se advierte que la vasquitud es una propiedad relativa a un determinado grupo humano. Esto es evidente, porque s¨®lo para los vascos tiene sentido ser vasquistas. Ser¨ªa incomprensible que un sueco se declarase vasquista en pol¨ªtica. Luego, primera nota, esta propiedad hace referencia a la diferencia de un grupo humano concreto, y proclama tal diferencia como valor orientador positivo para la praxis. Vasquitud es por tanto reconocimiento y celebraci¨®n de la diferencia. En segundo lugar, esta propiedad diferencial no puede ser pose¨ªda por igual por todos los miembros de la sociedad, es decir, no es equivalente a la condici¨®n de membres¨ªa vasca. Esto parece tambi¨¦n claro, puesto que si la vasquitud correspondiera por igual a todos los ciudadanos vascos no tendr¨ªa sentido proclamarse vasquista, ya que ser¨ªa lo mismo que proclamarse vasco. "El socialismo vasco se declara vasco" ser¨ªa una formulaci¨®n tautol¨®gica; igual que "el socialismo se declara socialista". Por tanto, y vamos avanzando un poco m¨¢s, la vasquitud es una dimensi¨®n distinta de la ciudadan¨ªa y que no se solapa con ella.
La vasquitud s¨®lo puede ser, entonces, una determinada forma de conceptualizar o sentir la pertenencia a la comunidad vasca como colectivo diferente de los que nos rodean. Decimos bien, una determinada forma, no la pluralidad de formas de pertenencia que existen en la realidad. ?Por qu¨¦ una determinada y no la pluralidad? Porque la ¨²nica f¨®rmula capaz de recoger la pluralidad de sentimientos de pertenencia es la universal de la ciudadan¨ªa abstracta. Y si acabamos de comprobar que la vasquitud no equivale a la ciudadan¨ªa, tenemos que concluir que tiene que ser un sentimiento particular de pertenencia, no uno m¨¢s amplio e incluyente de todos los sentimientos (de lo contrario, todos los vascos ser¨ªan vasquistas por definici¨®n). El vasquismo no celebra la pluralidad identitaria realmente existente, sino una sola identidad.
Por tanto, la vasquitud consiste en una forma particular del sentimiento de pertenencia a la comunidad vasca. ?Y cu¨¢l ser¨ªa esa forma particular? Pues ver¨¢n, resulta que eso es indiferente a efectos de su conceptuaci¨®n, pues lo trascendente para su definici¨®n pol¨ªtica no es tanto el contenido que cada quien adscriba a su sentimiento de pertenencia comunitario, sino el hecho de que un sentimiento particular de esa clase se adopte como gu¨ªa de la acci¨®n pol¨ªtica ?Y en qu¨¦ sentido es trascendente? En uno muy concreto: la politizaci¨®n de la pertenencia es, precisamente, lo que define al nacionalismo. Esto es lo que distingue a un ciudadano nacionalista de uno que no lo es: probablemente ambos poseen un sentimiento de pertenencia a una cierta entidad colectiva, pero el nacionalista lo politiza, lo hace ingresar en la esfera de la acci¨®n pol¨ªtica consciente, mientras que el no nacionalista lo mantiene constre?ido en la esfera privada. Y es que, en ¨²ltimo t¨¦rmino, el nacionalismo no es sino la politizaci¨®n de la pertenencia.
Sabino Arana resumi¨® el contenido de su sentimiento de pertenencia politizado en "Dios y Fueros", algo que para un nacionalista actual ser¨ªa inadmisible. Este ¨²ltimo se inclinar¨ªa m¨¢s bien por un contenido identitario fundado en la etnicidad. Pero ambos son nacionalistas, precisamente porque lo relevante para la definici¨®n del nacionalismo como actitud pol¨ªtica es la politizaci¨®n de la pertenencia comunitaria, no el contenido sustantivo que se le adscriba.
Conclusi¨®n en el plano te¨®rico (sorprendente aunque menos): asistimos a un momento hist¨®rico singular, aquel en que el socialismo vasco asume deliberadamente el nacionalismo entre sus principios. Un momento del que, probablemente, muchos socialistas vascos no son conscientes y que incluso rechazar¨¢n indignados al leer estas l¨ªneas, teniendo en cuenta las connotaciones negativas que asignan al nacionalismo como movimiento pol¨ªtico, as¨ª como por esa creencia, tan difundida como infundada, de que "izquierda y nacionalismo son incompatibles". Y, sin embargo, como le pasaba al personaje del cuento, han empezado a hablar en verso aunque todav¨ªa crean que lo hacen en prosa.
No se indignen, amigos socialistas, por el resultado al que conduce el an¨¢lisis. Atribuir una negatividad esencial al nacionalismo es algo gratuito, por muchos a?os que lleven haci¨¦ndolo. Adem¨¢s, haber adoptado el c¨®digo nacionalista no significa que (ya) se hayan derivado de ello todas las consecuencias pr¨¢cticas. Esto llevar¨¢ su tiempo. Y, por ¨²ltimo, ser politicamente nacionalista no significa necesariamente adoptar un thick culturalism, porque se puede ser nacionalista moderado, que es precisamente lo que parece pretender la direcci¨®n del PSE con su gambito.
Observaci¨®n esta ¨²ltima que nos lleva al terreno de la praxis, en la que se trata de dar un sentido a este movimiento. Ese sentido puede encontrarse, por un lado, en la din¨¢mica de la competici¨®n partidista: el espacio pol¨ªtico permitir¨ªa actualmente un partido nacionalista moderado, que pudiera reunir a tanto nacionalista, como lo hay, que no est¨¢ precisamente c¨®modo con el extremismo soberanista de los partidos correspondientes, pues los votantes nacionalistas valoran a sus partidos como m¨¢s nacionalistas de lo que se consideran a s¨ª mismos (Luis de la Calle). En ese sentido estrat¨¦gico es perfectamente leg¨ªtima y fundada la opci¨®n del PSE de desplazarse a lo largo del eje pol¨ªtico "nacional" a la b¨²squeda de nuevos nichos de votos. Incluso aunque solo fuera como amenaza t¨¢ctica que obligase a moderar su soberanismo al PNV para mantener sus feudos. Por otro lado, en un plano m¨¢s normativo, hay muchos relevantes intelectuales que llevan tiempo defendiendo el vasquismo como ¨²nica posibilidad para una acci¨®n pol¨ªtica eficaz entre nosotros (Gurutz Jauregui), o arguyendo que el nacionalismo, una vez purgado de cualquier identitarismo fuerte, funge como adecuado cemento social para las sociedades postmodernas inmersas en lo global (Pedro Ibarra o Ram¨®n Ma¨ªz). De forma que la conversi¨®n al nacionalismo del PSE tiene apoyaturas te¨®ricas m¨¢s que aceptables, por no mencionar el ejemplo del PSC, que hace ya tiempo que adopt¨® con desparpajo los postulados de lo que Pasqual Maragall califica como "la visi¨®n catalana del mundo".
Pero es que, adem¨¢s, la adopci¨®n de un nacionalismo moderado por el PSE es la ¨²nica resituaci¨®n congruente en el esquema de la "Espa?a plural" de Rodr¨ªguez Zapatero. No se trata de que el presidente se haya hecho nacionalista, afirmar lo cual ser¨ªa absurdo, sino de que ha hecho suyo el esquema nacionalista de comprensi¨®n del Estado. La pluralidad que predica no hace referencia al pluralismo social, sino a la de las diversas identidades o pueblos que constituir¨ªan ontologicamente el Estado, y que s¨®lo estar¨ªa limitada por la necesidad de corregir los desequilibrios entre ellos mediante la solidaridad. El Estado no ser¨ªa en esta concepci¨®n, sino el mecanismo que garantiza la redistribuci¨®n entre pueblos distintos que poseen un diverso nivel de bienestar (lo que, dicho sea de paso, nos pone ante la duda de si tendr¨ªa el Estado espa?ol alguna justificaci¨®n si todos fueran de similar riqueza). Pues bien, es bastante patente que, en un esquema as¨ª, la funci¨®n de los socialismos subnacionales es la de cultivar su diferencia y apoyarse en ella como palanca de acci¨®n pol¨ªtica. Poco sentido tendr¨ªa intentar apoyarse en el dudoso entusiasmo o lealtad que pueda suscitar lo que no se considera sino un fr¨ªo mecanismo. Como dec¨ªa un cr¨ªtico del patriotismo constitucional, la gu¨ªa de tel¨¦fonos no es apta para generar sentimientos de adhesi¨®n.
La nueva definici¨®n del socialismo vasco como nacionalista light debe respetarse, por tanto, como una decisi¨®n razonable, congruente y, desde luego, leg¨ªtima. Y, sin embargo, tiene algo de desgarro, algo de abandono. Quiz¨¢s porque deja hu¨¦rfanos de referente a aquellos ciudadanos que sentimos el liberalismo pol¨ªtico como una exigencia necesaria, incluso en el plano de la ¨¦tica, ante el moderno embate comunitarista. Algunos ciudadanos nos quedamos ahora un poco m¨¢s en descampado.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Soroa es abogado.
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