Un defensa condenado a muerte
Se editan las memorias de un capit¨¢n del Madrid represaliado en 1936
Pedro Patricio Escobal, Perico, estuvo cuatro veces a punto de ser fusilado. Vivi¨® hasta los 99 a?os. Muri¨® en 2002 de viejo, al otro lado del Atl¨¢ntico, en un apartamento de la isla de Manhattan. Antes, fue defensa diestro y capit¨¢n del Real Madrid, internacional con Espa?a en los Juegos de Par¨ªs de 1924, impulsor del primer sindicato de futbolistas espa?oles, prisionero condenado a treinta a?os durante la Guerra Civil, exiliado en Estados Unidos y Cuba, a donde march¨® en barco desde la costa vizca¨ªna, y responsable, como jefe de ingenieros, del alumbrado de Queens, el barrio m¨¢s extenso de Nueva York.
En 1968 escribi¨® sus memorias, que aparecieron en ingl¨¦s, en 1974, con el t¨ªtulo de Death row (Fila de la muerte). Despu¨¦s de algunas ediciones casi clandestinas, que circularon desde 1981 por La Rioja, su tierra natal, se publica de nuevo el texto en espa?ol, Las sacas (Edici¨®s Do Castro). Picasso, admirado por las peripecias de Escobal, se ofreci¨® a hacer unos dibujos para la primera edici¨®n. Nunca se concret¨® el proyecto.
Yac¨ªa moribundo en el suelo, "entre las ratas" y se "cag¨®" en Franco delante de Mill¨¢n Astray
Escobal, en su casa de Nueva York, se levantaba la camisa y mostraba unos bultos extra?os, cr¨¢teres duros, viejas costras que a¨²n supuraban. Estigmas de su paso por la c¨¢rcel. De una de sus muchas reclusiones desde 1936. Por ejemplo, la de Pedernales, en Vizcaya. O en la c¨¢rcel de Logro?o. O el confinamiento en un viejo front¨®n riojano. Signos de una enfermedad que casi acaba con su vida. Yac¨ªa "entre las ratas" sin poder moverse, moribundo, y maldijo en voz alta a Franco. Mejor, se "cag¨®" en Franco, precisa un familiar, Pablo Escondrillas, rememorando el relato. Lo dijo delante del general Mill¨¢n Astray, fundador de la legi¨®n y c¨¦lebre, entre otras cosas, por exclamar: "?Muera la inteligencia!". Cre¨ªa que iba a morir sobre las losas del penal. Padec¨ªa de tuberculosis.
Desde su primera reclusi¨®n, Escobal fue testigo de "las sacas", fusilamientos que se practicaban, sin l¨®gica aparente, todas las noches. Supo que su nombre figur¨® en dos de esas "sacas". En otras dos ocasiones form¨® parte de un convoy de la muerte, "pero, en el ¨²ltimo momento, le hicieron regresar al cami¨®n", recuerda su familiar. Escobal, en los cuatro a?os que estuvo encarcelado, vio como asesinaban a sus amigos por los motivos m¨¢s peregrinos. Remarca el cainismo de aquellos meses: "Una maestra fue asesinada por un pelot¨®n en el que hab¨ªa dos antiguos alumnos suyos".
A Escobal se le par¨® el reloj en el puerto de Portugalete en 1940, despu¨¦s de escapar de su confinamiento en Pedernales. "Casi todos sus recuerdos son previos al exilio", confirma Escondrillas. No siempre eran tristes. Recordaba, por ejemplo, los bailes galantes, la juerga, las aventuras amorosas en el Madrid de los a?os veinte, futbolista, amigo de Santiago Bernab¨¦u y "muy guapo". Acab¨® en comisar¨ªa por abofetear a una mujer casada con la que manten¨ªa una relaci¨®n porque ¨¦sta le confes¨® que s¨®lo estaba con ¨¦l "para probar a qu¨¦ sabe un futbolista".
Entonces, a Escobal le llamaban El Fakir, se entrenaba en el Madrid con Mr. Petland, era ¨ªntimo de Bernab¨¦u y conspiraba en los cafetines para lograr el estatuto del futbolista. "El deporte rey eran los toros, el f¨²tbol se quedaba para el invierno", se lamentaba Escobal, que particip¨® en la primera gira de un equipo espa?ol fuera de Espa?a.
Pero el discurso sobre su ¨¦poca de futbolista, las discusiones para lograr "un sueldo digno" para los jugadores, el casino, su primera afiliaci¨®n a Izquierda Socialista, el partido de Aza?a, se acaban ti?endo de amargura: "No nos daban de beber m¨¢s que agua sucia", recuerda de su primera reclusi¨®n en Logro?o, en un front¨®n lleno de piojos.
Amigo del pintor Eugenio Granell, gran conversador que igual recitaba la alineaci¨®n del Madrid de Bernab¨¦u que largos pasajes del Quijote, Escobal acab¨® su vida profesional felicitado por el ayuntamiento de Nueva York por regenerar el alumbrado de Queens. Antes tuvo una tienda de electrodom¨¦sticos. Pero la memoria se le hab¨ªa congelado en 1936. S¨®lo regres¨® a su pa¨ªs por el fallecimiento de su madre, en 1974: "La decencia hab¨ªa desaparecido en Espa?a".
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