Precisiones
S¨¢nchez Ron (en Babelia, 8 de octubre de 2005), ha confundido a los lectores de EL PA?S, al enjuiciar mi libro Severo Ochoa y Espa?a (Trotta, 2005), recientemente publicado. S¨¢nchez Ron no sabe lo que dice y, adem¨¢s, oculta lo que le conviene. No "es obvio" que buena parte de la obra cient¨ªfica de Ochoa haya sido extra¨ªda por m¨ª de su autobiograf¨ªa, publicada en Annual Review of Biochemistry. Sin embargo, es obvio que procede de muchas conversaciones grabadas, cuyos textos cient¨ªficos fueron corregidos por Ochoa, que aval¨® la biograf¨ªa con una Carta-pr¨®logo.
De las nuevas aportaciones que esclarecen el comportamiento de don Juan Negr¨ªn con su disc¨ªpulo, aportadas documentalmente, S¨¢nchez Ron pasa como sobre ascuas, porque se advierte que su intenci¨®n no es ofrecer un juicio cr¨ªtico objetivo, sino destacar interesadamente otra biograf¨ªa de Ochoa, a costa de quien tiene acreditadas sus investigaciones pioneras sobre Ochoa. Por tanto, su recurso es improcedente, puesto que la biograf¨ªa que trata de imponer no pasa de ser un texto a modo de tesis doctoral para bioqu¨ªmicos, al mismo tiempo que reconoce que mi prop¨®sito es otro, al difundir los valores humanos de Ochoa. As¨ª que, por mi parte, de bioqu¨ªmica lo justo, que no es poco, ni desde?able. Cada cual tiene sus lectores y, desde luego, yo nunca los he buscado entre los bioqu¨ªmicos.
De la obra cient¨ªfica de Ochoa, dado que ha alcanzado trascendencia universal, puede hablar cualquier iniciado en bioqu¨ªmica; de su aspecto humano, ¨²nicamente aquellos, muy pocos,que hemos tenido el privilegio de gozar de su intimidad.
S¨¢nchez Ron incide en sus juicios comparativos. Dice que cuando se iba a poner en marcha la Universidad Aut¨®noma de Madrid, "su actitud inicial no fue tan generosa como la de otro exiliado cient¨ªfico [Ochoa no fue un exiliado], el f¨ªsico y amigo suyo Nicol¨¢s Cabrera, que abandon¨® Estados Unidos para dirigir la Divisi¨®n de F¨ªsica del nuevo centro en una decisi¨®n plena de riesgos". Nuevamente, S¨¢nchez Ron, no sabe lo que dice. Mientras que nadie puede dudar que el impulso de la bioqu¨ªmica espa?ola se debe a la aportaci¨®n de la experiencia personal y de la influencia internacional de Severo Ochoa, el regreso a Espa?a del f¨ªsico Nicol¨¢s Cabrera no ha tenido la menor trascendencia.
S¨¢nchez Ron, en su tendencia a los juicios comparativos, al referirse a Ochoa incurre en una boutade: "Pero tampoco hay que construir un h¨¦roe, que no lo fue. No, desde luego, de la talla, cient¨ªfica y humana, de Santiago Ram¨®n y Cajal, a quien se le suele asociar (G¨®mez-Santos lo hace, desde la primera p¨¢gina...)". Esta afirmaci¨®n ya resulta m¨¢s grave, porque la comparaci¨®n no ha estado en mi ¨¢nimo, aunque s¨ª he se?alado el hecho, probablemente irrepetible, de que en el siglo XX dos cient¨ªficos espa?oles, Cajal y Ochoa, obtuvieran el Premio Nobel.
Aunque ya son conocidas las causas subliminales que influyen en los juicios de S¨¢nchez Ron, tendr¨ªa que justificar olvidos que le descalifican, puesto que en una Historia de la Ciencia escrita en colaboraci¨®n con dos autores m¨¢s (Espasa, colecci¨®n Austral, Madrid, 2003, 639 p¨¢ginas) se omite el nombre de Severo Ochoa, Premio Nobel de Fisiolog¨ªa y Medicina.
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