"Un artista nunca debe convertir la escena en una galer¨ªa de arte"
Dice que hace teatro para huir de la soledad. Pero salir del agujero, escaparse del escondrijo en el que los artistas exponen su angustia ¨ªntima ante el lienzo tampoco supone un desahogo, ni una experiencia necesariamente feliz. "Es el ni?o que sale de su habitaci¨®n para jugar en el colegio", dice Eduardo Arroyo (Madrid, 1937).
Conoce todos los espacios de la creaci¨®n, los p¨²blicos y los privados, y cree que ese campo abierto del escenario es otro universo donde explorar el dolor, pero sin trampas, sin tapujos, a las claras y ante los ojos vigilantes de un p¨²blico soberano. Est¨¢ nervioso, aunque eso no sea una novedad: "Bueno, es que siempre lo estoy", afirma. Pero esta vez, si cabe, lo est¨¢ un poco m¨¢s porque, aunque lleva haciendo escenograf¨ªas para ¨®pera y teatro 40 a?os, desde que comenzara en los sesenta en el Piccolo Teatro de Mil¨¢n, con Strehler, ma?ana debuta en Espa?a como tal ante sus vecinos de barrio en el Teatro Real, del que le separan dos calles de su casa. Y lo hace con Desde la casa de los muertos, la misteriosa y oscura ¨®pera de Janacek, basada en un texto de Dostoievski, que se desarrolla en una prisi¨®n de Siberia.
"Los artistas jam¨¢s somos humildes, pero s¨ª debemos adaptarnos a un realismo posibilista cuando trabajamos en equipo" "El mundo de los m¨²sicos me parece de una brutalidad y una dureza dif¨ªcilmente soportables. Est¨¢n siempre a expensas de juicio"
En Europa, sus trabajos junto a Klaus Michael Gr¨¹ber son referencia obligada. M¨¢s, despu¨¦s de ¨¦xitos y esc¨¢ndalos sonados en festivales como Salzburgo y escenarios de Francia, Alemania, Italia; junto a directores de leyenda, como Georg Solti -"al que le propusimos una cabalgata de las valquirias con 14 caballos, ?y dijo que s¨ª!"- o con Claudio Abbado y Riccardo Muti... La primera divisi¨®n.
El montaje, que se podr¨¢ ver hasta el 15 de noviembre, ya pas¨® por Salzburgo y por Par¨ªs con ¨¦xito. "Nos lo encarg¨® G¨¦rard Mortier cuando empez¨® como director de Salzburgo y se ha repuesto en Par¨ªs cuando ¨¦l entr¨® como responsable de la ¨®pera de La Bastilla, as¨ª que es como una declaraci¨®n de intenciones para ¨¦l, una forma de sacudir un le?azo tremendo al p¨²blico que le dej¨® Herbert von Karajan, con muchas se?oras vestidas de largo".
De paso, contribuyeron con Abbado, que dirigi¨® el primer montaje en Salzburgo, a rescatar a Janacek, un compositor fundamental en el siglo XX y del que se han visto ya varios t¨ªtulos en el Real, como La zorrita astuta u Osud, con ¨¦xito siempre. Ahora, la reposici¨®n tambi¨¦n le ilusiona como uno de esos regalos que da el teatro. "La segunda oportunidad, eso en pintura no existe y en el teatro s¨ª, porque puedes cambiar muchas cosas". ?Cu¨¢les? "Hemos envejecido y eso nos da otra visi¨®n, tambi¨¦n, en este teatro hemos podido desarrollar cosas impensables gracias a la t¨¦cnica y plantear un final mucho m¨¢s m¨¢gico", asegura.
Gr¨¹ber conf¨ªa plenamente en el pintor espa?ol y se compenetran de forma tal que Arroyo s¨®lo trabaja con ¨¦l. "?l hace pocas cosas, pero siempre elige a artistas y gente ajena a este mundo para la escenograf¨ªa, as¨ª que yo, con ¨¦l, me convierto en un pintor que hace teatro", asegura Arroyo. Juntos, como equipo deslumbrante, han firmado ¨®peras de Wagner, Mozart, Rossini, Verdi y ¨¦sta de Janacek, donde el reto principal era, seg¨²n ellos, "la representaci¨®n del horror". Para el artista, esa experiencia que desaf¨ªa los l¨ªmites tiene un color p¨¢lido. "No pod¨ªamos hacer una c¨¢rcel con trajes de rayas y cadenas con bolas en los pies, deb¨ªamos servir a Janacek sin enterrarle en estereotipos y plantear un drama que se desarrolla en colores ocres y amarillos. As¨ª resalta m¨¢s, con una luz n¨®rdica, g¨¦lida".
Pese a que muchos de sus montajes han sido discutidos, Arroyo y Gr¨¹ber reafirman fidelidad a las obras que firman. "No me interesa el esc¨¢ndalo, ni queremos revolucionar el patio de butacas. Las cosas se hacen mejor si no te planteas eso". Ellos proponen un di¨¢logo que sea rico: "Intentamos recrear un mundo po¨¦tico donde se pueda facilitar el encuentro entre m¨²sica y arte, ponerse al servicio del verso y el canto, ser un veh¨ªculo y, en mi caso, no convertir la escena en una galer¨ªa de arte".
De la ¨®pera ha aprendido disciplina, pero entrar en ese mundo nunca ha supuesto para ¨¦l una cura de humildad. "Los artistas jam¨¢s somos humildes, pero s¨ª debemos adaptarnos a un realismo posibilista". Crear en equipo es lo que quiere decir, y aprender a respetar lo que hacen 300 personas alrededor, aunque muchas veces se produzcan grandes choques de ego entre m¨²sicos y otros artistas. "El mundo de los directores y los cantantes me parece de una brutalidad y una dureza dif¨ªcilmente soportables. Est¨¢n siempre a expensas de juicio; nosotros, los pintores, no. La sanci¨®n en el arte est¨¢ olvidada, en la ¨®pera no. En el teatro todo es n¨ªtido aunque est¨¦ infrailuminado, hasta en la oscuridad se ve lo que persigues".
Alguna vez ha querido dejarlo, pero no puede. Ahora prepara Boris Godunov, para La Mon¨¦e, de Bruselas y Doctor Fausto, para Z¨²rich. "Para m¨ª es importante la gente con la que trabajas y hacerlo con Klaus es toda una lecci¨®n, creces y aprendes", asegura. Tambi¨¦n los m¨²sicos le atrapan. "Yo no tengo o¨ªdo, todo el mundo lo sabe, pero el hecho de sentarte en un ensayo y escuchar una orquesta dirigida por Abbado o Solti no tiene precio". Estos d¨ªas disfruta junto a Marc Albrecht, encargado de la partitura en el Real y conf¨ªa en que todo guste. "Aunque en la ¨®pera nunca hay que pensar en el ¨¦xito, el pateo y los silbidos forman parte del juego y el triunfo se convierte en un milagro, algo as¨ª como vender un cuadro".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.