El revivir del valle salado

La sal, adem¨¢s de condimento y preciado conservante en la antig¨¹edad, se revela como un recurso tur¨ªstico de primera. As¨ª se puede comprobar en Salinas de A?ana (?lava), donde se ha puesto en marcha este verano pasado la recuperaci¨®n de sus explotaciones, reconocidas desde los tiempos de Ptolomeo (siglo II) y que cerraron en 2001. Un proyecto con un plazo de 20 a?os que prev¨¦ la vuelta a la producci¨®n de sal -ahora como delicatessen gastron¨®mica-, la generaci¨®n de energ¨ªa solar, la apertura de un centro de talasoterapia y la ubicaci¨®n del pueblo en las principales rutas tur¨ªsticas del Pa¨ªs Vasco.

Se trata de una iniciativa ambiciosa, para la que no faltan argumentos. Salinas de A?ana se encuentra en el centro de la comarca de Valles Alaveses, en el camino natural entre Vitoria y el norte de Castilla. El pueblo aparece a la vuelta de una curva, seg¨²n se llega de la capital vasca. En una ladera del valle, el caser¨ªo; en la otra, las 5.500 eras de sal, cuadros de unos 100 metros cuadrados sostenidos por una estructura de troncos de chopo o pino que transmite de todo menos confianza. Pero a veces las maderas menos nobles tienen sus virtudes, como es la resistencia al cloruro s¨®dico.

Dos manantiales salados

El pueblo y las salinas se presentan como dos laberintos casi sim¨¦tricos. En los d¨ªas de niebla no es dif¨ªcil perderse por el entramado de calles que conforman A?ana, salpicadas de alg¨²n que otro palacio y casas apretadas, exponentes de la arquitectura rural de la zona. Las salinas, por otra parte, presentan un entramado de senderos irregulares, marcados por los canales que bajan de los veneros de Santa Engracia o La Hontana, una infraestructura que est¨¢ documentada por lo menos desde el a?o 822. Aunque la referencia del historiador romano Ptolomeo puede ser dudosa (hay quien la vincula con la cercana Poza de la Sal, en Burgos), s¨ª es seguro que desde los primeros decenios del siglo IX A?ana era un referente imprescindible en el comercio del preciado condimento.

Se consegu¨ªa una sal de calidad m¨¢xima, lo que no extra?a si se paladea el agua de los manantiales, que parecen llevar m¨¢s cloruro s¨®dico que H2

O. Los vecinos de la localidad, due?os de las eras (por lo menos en los dos ¨²ltimos siglos; antes del siglo XIX, la propiedad se la disputaron la Iglesia y la monarqu¨ªa castellana, que se la ced¨ªan a los salineros), est¨¢n detr¨¢s de la recuperaci¨®n del valle salado, como se conoce en el Pa¨ªs Vasco. Han trabajado para su regeneraci¨®n, hasta que la Diputaci¨®n de ?lava comenz¨® a redactar un plan director de rehabilitaci¨®n del lugar. En la buena marcha de la restauraci¨®n de este humedal que pertenece a la red internacional Ramsar ha sido fundamental la entrada en el proyecto SAL, una iniciativa transeuropea en la que participan una docena de yacimientos hist¨®ricos de Espa?a, Francia y Portugal, que pretende crear una red de productoras de sal con denominaci¨®n de origen. La localidad francesa de Gu¨¦rande (part¨ªcipe en el proyecto) ya vende sal con marca propia del nombre del pueblo. Algo parecido se ver¨¢ pronto en Salinas de A?ana, cuya sal tiene el respaldo de destacados chefs vascos como Arzak, Subijana y Argui?ano.

De momento, en los dos primeros meses -agosto y septiembre- en que se ha abierto al p¨²blico con visitas guiadas, cerca de 2.500 personas han recorrido este laberinto salino, mientras se recuperan sus eras, con las distintas configuraciones y apariencias que han tenido durante los dos ¨²ltimos siglos. "?stas son las primeras salinas que recorremos por su interior", comenta Bel¨¦n Ferreras, una joven procedente de Murcia. "Y esta sal es muy buena", a?ade divertida mientras bebe un poco del agua que recorre los canales.