Pandemia
M¨¢s que una carrera contrarreloj en pos de la vacuna parece que estemos presenciando una fren¨¦tica competici¨®n hasta ver qui¨¦n se comporta de modo m¨¢s irresponsable.
Recapitulemos: brota en el Oriente una de tantas gripes que a lo largo de la historia han venido diezmando a las aves. El virus, como todos los que afectan a animales y personas, es mutante, y ¨¦ste tambi¨¦n bastante pat¨®geno. Se transmite por inhalaci¨®n entre los alados; las gentes contaminadas viv¨ªan en un contexto de promiscuidad con los bichos, y quiz¨¢ fueron hu¨¦spedes de la mutaci¨®n porque ya se hab¨ªan engripado antes. Total: la apocal¨ªptica plaga ha atacado a unos 120 humanos, produciendo una masacre con 61 v¨ªctimas mortales.
En Europa nadie ha enfermado, y alg¨²n ave detectada ven¨ªa ya con el mal puesto antes de su llegada. Miren ustedes si ser¨¢ grave la cosa que la inspecci¨®n veterinaria de nuestra sanidad p¨²blica ni siquiera ha sido alertada.
Estamos, pues, ante una epidemia, pero de incongruencias oficiales, titulares escandalosos y declaraciones contagiadas de sectarismo partidista. Todo el mundo quiere curarse en salud y de paso, si es posible, propinar una estocada al adversario. Por ejemplo, nuestro consejero Rambla hablando ante las c¨¢maras, con gran solemnidad, de almacenar vacunas, cuando es sabido que las de la actual campa?a nada pueden contra aquel virus. Y cuando en los centros de salud informan con buen tino de que, como cada oto?o, s¨®lo se inmuniza a los grupos de riesgo. Tambi¨¦n tiene miga que la primera autoridad sanitaria se descuelgue con que "el ministerio nos tiene abandonados y no coordina", sollozo del que cabr¨ªa deducir que los valencianos vamos a perecer todos como ratas exterminados por el H5N1 en venganza socialista por haber confiado el gobierno al PP. Luego, Rambla muta y nos intenta tranquilizar.
Quienes saben, saben que el riesgo cero no existe. Pero igual tenemos menos probabilidades de contraer la gripe aviaria que de que se hunda el techo sobre nuestras cabezas. Que vivir sea peligroso no autoriza a nadie a marearnos ni a tomarnos el pelo.
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