La furia de los melanc¨®licos
La furia de los melanc¨®licos suele ser terrible, porque es una furia fr¨ªa y met¨®dica que nace de la voluntad. El Milan, el equipo m¨¢s melanc¨®lico de Italia, arroll¨® al Juventus en San Siro, lo martiriz¨® hasta matarlo y no tir¨® el cad¨¢ver al r¨ªo porque lo imped¨ªa el reglamento. La superioridad milanista sobre el l¨ªder que se cre¨ªa imbatible fue de las que se ven pocas veces en encuentros de gran nivel. Los diablos rojinegros hicieron mejor que la Vieja Dama de Tur¨ªn todas las cosas que, supuestamente, la Vieja Dama hace mejor que nadie: presionar, agobiar, enervar: refinada disciplina inglesa. Ofrecieron adem¨¢s al p¨²blico alg¨²n rasgo de su tradicional elegancia y una generosa raci¨®n de exquisiteces de Kak¨¢. Parec¨ªan el Milan de otro tiempo.
El Milan, sin embargo, ya no es el Milan de hace unos a?os. Si el f¨²tbol se jugara con la voz y no con el bal¨®n, el discurso rojinegro frente a la Juve habr¨ªa sido el mon¨®logo de Kurtz. Piensen en El coraz¨®n de las tinieblas, de Joseph Conrad. O en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de Francis Ford Coppola, Apocalypse Now. Recuerden a Marlon Brando y su mon¨®logo en la selva, ante el at¨®nito Willar-Marlow: "El horror, el horror". P¨®nganse en el lugar del pobre Kurtz, un alma inteligente y compasiva, que lo ha visto y vivido todo en la selva y a quien los ind¨ªgenas adoran como a una divinidad maligna.
El Milan es Kurtz. Sus jugadores lo han visto y vivido todo. Tipos como Maldini, Caf¨², Costacurta, Stam, Seedorf y Vieri llevan demasiados a?os de f¨²tbol pegados a la suela de las botas como para emocionarse a estas alturas; pero lo que distingue a los milanistas no es la experiencia, sino la calidad de la experiencia. Esta gente gan¨® una Copa de Europa en condiciones infames: empate a cero y penaltis, precisamente frente al Juventus. Esta gente perdi¨® una Copa de Europa en condiciones no menos infames: el hundimiento de Estambul, ante el Liverpool, fue de los que dejan cicatriz. Esta gente lleva dentro la tristeza sosegada, la distancia, la incredulidad. La melancol¨ªa.
Su furia no surgi¨® de las v¨ªsceras, sino del cerebro. Fue la reacci¨®n orgullosa de un equipo que (a diferencia del Juventus) puede soportar con tranquilidad una derrota en un encuentro de tr¨¢mite, porque la vida es as¨ª, pero no en una noche de gala. Para eso ya tienen el recuerdo de Estambul. Los melanc¨®licos de Mil¨¢n siguen segundos, pero menos segundos que antes, a s¨®lo dos puntos de los mastines de Capello. Habr¨¢ que ver ahora c¨®mo supera el Juventus sus propias inseguridades.
El resto de la jornada depar¨® lo habitual: las estrecheces del Inter, el gol de Toni, las miserias del Parma. Y algo m¨¢s: el retorno de un treinta?ero mileurista. Damiano Tommasi, 31 a?os, veron¨¦s, de oficio pe¨®n de brega en el centro del campo, lleg¨® al Roma en 1996 y vivi¨® el fracaso con Bianchi, la mediocridad con Mazzone, el furor con Zeman y el triunfo, el scudetto de 2001, con Capello. En la pretemporada de 2004, con el ef¨ªmero Prandelli, se revent¨® una rodilla y los m¨¦dicos pronosticaron que ya no volver¨ªa. Unos meses m¨¢s tarde, adem¨¢s, expiraba su contrato. Tommasi hizo lo propio de un melanc¨®lico orgulloso: como ni siquiera ¨¦l estaba convencido de poder recuperarse, se ofreci¨® a renovar por el salario m¨ªnimo de la Liga Profesional, 1.500 euros mensuales. ?C¨®mo pod¨ªan negarse los propietarios del Roma?
Con ese sueldo fue al fisioterapeuta, al gimnasio, al entrenamiento. Y con ese sueldo reapareci¨® ayer, despu¨¦s de 15 meses de cojera y salario m¨ªnimo, en la segunda parte de un encuentro que el Roma estaba empatando. Tommasi no hizo gran cosa, salvo un par de faltas feas y alguna carrera alocada, pero el Roma gan¨®. Y el mileurista, vencedor en una apuesta personal, se march¨® muy feliz a casa.
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