Catalu?a
El autor, pese a que lo m¨¢s "rentable" es "atacar a Catalu?a", apuesta por sus pol¨ªticos tras recordar el vital papel del catalanismo pol¨ªtico en la Transici¨®n
Es f¨¢cil atacar a Catalu?a en estos d¨ªas. F¨¢cil porque, a veces, nos lo ponen sencillo algunas actuaciones poco comprensibles desde all¨ª. Pero es tan f¨¢cil como peligroso deslegitimar a un Parlamento que ha votado en un 90 % una propuesta conjunta. Este es el primer paso para la deslegitimaci¨®n de la democracia representativa y da alas al m¨¢s autista de los independentismos. Por eso, quiero, desde las primeras l¨ªneas de este art¨ªculo, proclamar, en la media de lo que valga, mi solidaridad con Catalu?a.
S¨¦ que este escrito no gustar¨¢ a algunos. No es pol¨ªticamente correcto y menos en este pa¨ªs. Al contrario, es c¨®modo criticar a Catalu?a y a los catalanes con la excusa de su Estatut. Pero, como dec¨ªa Miquel Alberola en este mismo peri¨®dico, estoy seguro de que la mayor¨ªa de estas cr¨ªticas no nacen del desacuerdo espec¨ªfico con el articulado del texto, sino que vienen de antes (?desde siempre?), contenidas y latentes, y la pol¨¦mica del Estatut se ha limitado a abrir una compuerta para que fluyan arrasando todo lo que encuentran a su paso: sentido com¨²n, moderaci¨®n, discusi¨®n pol¨ªtica, tradici¨®n pol¨ªtica...
Hoy no es correcto solidarizarse con los catalanes, ni con su Parlament, y menos con sus l¨ªderes. Lo s¨¦. Pero es de justicia hist¨®rica. El president Pujol, hace unas semanas, se preguntaba en un diario de Barcelona: "?Es que de repente 120 diputados del Parlament de Catalunya se han vuelto locos?". Y yo a?adir¨ªa, ?es que quien fue designado "espa?ol del a?o" por el peri¨®dico ABC a mediados de los ochenta se ha vuelto tambi¨¦n loco de repente? Y el president Maragall, ?de sopet¨®n ha olvidado los esfuerzos de su abuelo, el poeta, y de ¨¦l mismo por amar y hacerse amar, siempre como catal¨¢n, por Espa?a? Es rentable atacar a Catalu?a. Pero es odioso. Odioso e injusto. El catalanismo pol¨ªtico y su antecesor el austracismo, latente tambi¨¦n en Valencia como en el resto de la Corona de Arag¨®n como record¨® Ernest Lluch, han hecho m¨¢s por la modernizaci¨®n de Espa?a y de su estado que cien tratados de administraci¨®n p¨²blica.
Es f¨¢cil atacar a Catalu?a, igual de f¨¢cil que olvidar que ese catalanismo pol¨ªtico -e insisto, el austracismo previo-, jam¨¢s fue, ni es, mayoritariamente independentista. Por eso, tengo confianza en Catalu?a, en su pueblo y en sus pol¨ªticos y la historia reciente de estos veinticinco a?os desde la Transici¨®n me reafirman en ello. ?Alguien seriamente piensa que la contribuci¨®n del catalanismo pol¨ªtico a la estabilidad de Espa?a ha sido negativa? Por eso, doy mi confianza, contra corriente lo s¨¦, al president Pujol y al president Maragall.
Yo s¨ª me he le¨ªdo la propuesta de Estatut catal¨¢n y tengo mis opiniones propias, algunas cr¨ªticas, pero no quiero hablar ahora de ello. ?ste art¨ªculo es s¨®lo una posici¨®n previa. Quiero manifestar p¨²blicamente mi defensa del sentido com¨²n, del pragmatismo, de la moderaci¨®n y de la visi¨®n de estado que ha representado tradicionalmente el catalanismo pol¨ªtico que ha caracterizado a CiU y al PSC -ERC, desde la perspectiva estatal, es todav¨ªa una inc¨®gnita con poca perspectiva para juzgar-, un sentido com¨²n y un pragmatismo mostrado en su trayectoria p¨²blica en estos ¨²ltimos 25 a?os. Desde Valencia, recordando los viejos ecos del austracismo y el pensamiento de un Ignacio Villalonga siempre atento a las cosas del norte, de entrada, un abrazo de solidaridad. Y ya hablaremos m¨¢s adelante de su Estatut.
Josep Vicent Boira es profesor de la Universitat de Val¨¨ncia.
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