?Qui¨¦n gobierna en Espa?a?
Estamos a vueltas en toda Espa?a con la reforma del Estatuto de Autonom¨ªa catal¨¢n. No es para menos, esta reforma se est¨¢ convirtiendo en una nueva Carta Magna que, de seguir adelante, no s¨®lo va a afectar, y no de la mejor manera, a los catalanes sino que todos los espa?oles nos vamos a ver envueltos en ella en tanto en cuanto ata?e directamente a la Constituci¨®n del 78 y a la soberan¨ªa del pueblo espa?ol.
Lo que el tripartito est¨¢ tratando de llevar a cabo, no sin dificultad, para lograr un consenso tambi¨¦n en su propio seno, es una nueva norma por la cual Catalu?a ir¨ªa por libre, bailando a su propio ritmo sin tener en cuenta el son que se toca en el resto del pa¨ªs. Esto no s¨®lo vulnera la igualdad de todos los espa?oles sino que, bajo el falso disfraz del beneficio para los ciudadanos catalanes y la defensa de una identidad que nadie sabe muy bien por qu¨¦ se siente atacada, perjudica gravemente a unos y a otros. Vaya por delante que no hay intenci¨®n de diferenciar desde estas l¨ªneas catalanes y espa?oles, porque ser lo primero implica por definici¨®n, atendiendo a la Constituci¨®n, a la historia y a la geograf¨ªa, ser tambi¨¦n lo segundo.
Partiendo de ese supuesto, el resto de argumentaciones y alegatos varios que se est¨¢n reproduciendo en el juicio p¨²blico en el que se ha convertido la reforma estatutaria catalana son un ir y venir sobre lo mismo. Dicen algunos que llamar naci¨®n a Catalu?a s¨®lo es una cuesti¨®n terminol¨®gica, no pol¨ªtica. Pues bien, si eso es cierto, si el llamar de una forma u otra a una regi¨®n espa?ola no es m¨¢s que palabrer¨ªa, mejor dejemos de lado esa denominaci¨®n y no heriremos sensibilidades. Tal vez el empe?o en ese t¨¦rmino responda a lo que los padres del texto en creaci¨®n pretenden matizar, es decir, que Catalu?a debe ejercer una soberan¨ªa propia al margen de la del pueblo espa?ol.
El problema reside en la concepci¨®n que tienen algunos de que ser diferente implica ser independiente, concepto que no es cierto en absoluto, pues el resto de comunidades espa?olas son, como m¨ªnimo, tan ricas culturalmente y tan diferentes entre s¨ª como lo pueda ser Catalu?a y no por ello exigen diferenciarse en la definici¨®n estatutaria de sus territorios.
No ser¨¢n las cuestiones terminol¨®gicas las que levanten el voto en contra del Partido Popular y de cualquier diputado con sentido com¨²n. Ser¨¢n las cuestiones de fondo, las cuestiones de soberan¨ªa nacional contra las que se atenta con este texto (las que Zapatero trata de camuflar haciendo callar incluso a los miembros de su propio partido a los que les parece una aberraci¨®n la simple admisi¨®n a tr¨¢mite de un texto que da marcha atr¨¢s en el tiempo, en la democracia y en la garant¨ªa de derechos) las que provoquen que los miembros de la C¨¢mara Baja con sensatez lo rechacen. Ya entrado el siglo XXI, cuando todo el planeta trata de unirse en organizaciones mundiales, cuando la globalizaci¨®n es un hecho y cuando todo el mundo sabe que unidos somos m¨¢s fuertes, se levanta una voz que, fortalecida por la eficacia de sus chantajes, cree que la autodeterminaci¨®n es la panacea de la felicidad.
Los valencianos tambi¨¦n aprobamos no hace mucho una reforma estatutaria que ni de lejos supuso un conflicto nacional, las negociaciones se hicieron de forma pausada y bajo la premisa de un escrupuloso respeto a la Constituci¨®n Espa?ola. Se introdujeron mejoras y se garantiz¨® un marco m¨¢s amplio y seguro de derechos para los ciudadanos y eso no supuso ning¨²n agravio comparativo ni ninguna ofensa para nadie. Es posible y lo demostramos, por lo que tanto revuelo ahora proviene de la inconstitucionalidad de un proyecto tan disparatado que ni sus padres se ponen de acuerdo para alumbrarlo.
Ante todo esto, Zapatero asiste camuflado como espectador cuando es uno de los m¨¢s ac¨¦rrimos estrategas, art¨ªfices y defensores de un proyecto rupturista e inconsciente, haciendo caso omiso a los ciudadanos espa?oles, los mismos que ostentan la soberan¨ªa nacional tan discutida estos d¨ªas, y poniendo en tela de juicio qui¨¦n lleva las riendas de nuestro pa¨ªs. La incertidumbre surge ante la falta de criterio de un gobierno que permanece y se acomoda en la indefinici¨®n y que nunca se arriesga a vetar las imprudencias de ERC. La duda que arrastramos los espa?oles es qui¨¦n est¨¢ gestionando en este pa¨ªs que ahora, bajo el oficial mandato socialista, est¨¢ viviendo la etapa m¨¢s ca¨®tica de los ¨²ltimos tiempos.
Ricardo Costa es vicesecretario regional del Partido Popular de la Comunidad Valenciana.
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