Un pajarito, los Morancos y Bert¨ªn

Todos los santos, todos los difuntos y la infanta Leonor: los d¨ªas del puente han sido, para todos los canales de televisi¨®n, tiempo muerto, inerte, que se ha cubierto con una rutina de rutinas, o sea, la repetici¨®n de programas ya emitidos y que en su versi¨®n original son repeticiones de s¨ª mismos. ?Imaginan la escena? Todos los plat¨®s de todos los canales de televisi¨®n a oscuras, sin gente corriendo de un lado para otro: los focos, las c¨¢maras, el vestuario, los decorados, todo abandonado, sumergido en un vac¨ªo mudo, sin la luz cegadora y el estruendo de la ch¨¢chara cotidiana. Pero esto es pura ficci¨®n. Siempre habr¨¢ una persona al frente de la continuidad, poniendo una cinta tras otra, o vigilando a una m¨¢quina que pone en antena una cosa tras otra. El hombre de continuidad que nos manda cosas ininterrumpidamente estar¨¢ en su puesto incluso el d¨ªa del juicio final. Parece hacer lo contrario del agente de seguridad que debe mirar lo que sus monitores de televisi¨®n le muestran, pero s¨®lo lo parece. ?l no nos ve, sino que nos hace ver. ?Y acaso no es eso cuidar de que, por nuestra seguridad, a nuestros terminales siempre est¨¦ llegando algo, aunque sea lo mismo?

Vale todo, incluso una pantalla con "efecto nieve" (que por cierto ya no se ve: todos los canales est¨¢n mandando algo a todas las horas), con tal de evitar que haya un "negro", una pantalla sin nada, ni siquiera en blanco. D¨ªa primero de noviembre, cerca ya del mediod¨ªa. En Canal Sur repiten un programa de Los Morancos, y el azar quiere que yo pase por ese programa cuando est¨¢ actuando un mago que hace un n¨²mero consistente en hacer desaparecer un pajarito que luego aparece dentro de un huevo que hab¨ªa dentro de un lim¨®n que estaba a su vez dentro de una naranja. Cuando aparece el pajarito me asomo a otros canales. En la primera cadena de TVE encuentro otra repetici¨®n, esta vez del programa de/con animales, ni?os y famosos (?qui¨¦n falta aqu¨ª?) que presenta Bert¨ªn Osborne; y el azar quiere que llegue al programa cuando el mismo mago que acabo de ver en Canal Sur en la repetici¨®n del programa de Los Morancos est¨¢ a punto de sacar al pajarito (el mismo pajarito, naturalmente) de su cascar¨®n. Esto es la duplicaci¨®n de la repetici¨®n, o lo que es lo mismo pero con palabras m¨¢s severas: el eterno retorno de lo id¨¦ntico.

La repetici¨®n est¨¢ en el alma de la televisi¨®n: cada d¨ªa de la semana, a la misma hora, se emite el mismo programa en el que deben ocurrir las mismas cosas. Y se elige ese programa precisamente porque se sabe todo eso: no se admiten sobresaltos, la repetici¨®n es un soporte de la identidad porque es una forma del recuerdo que remacha lo ya sabido y confirma todo lo que el d¨ªa reci¨¦n vivido haya podido poner en duda. El deseo de ver algo distinto, obsceno en el sentido de habitualmente fuera de la escena, se refugia en los late night, que conforme se aproximan a la pornograf¨ªa reproducen para nuestros ojos el modelo de repetici¨®n mec¨¢nica m¨¢s imperturbable que existe.

En este panorama, la peque?a Leonor ha sido la ¨²nica novedad. Hay que desearle lo mejor: que la historia la libere del destino de reina que ya le han adjudicado, que pueda hacer con su vida lo que quiera, y que acierte.