Las vidas de todos
Jos¨¦ Ovejero, amigo m¨ªo y estupendo novelista (no se pierdan Las vidas ajenas, en Espasa), me mand¨® el otro d¨ªa un texto publicado en la revista inglesa Granta, pensando que me interesar¨ªa. Y acert¨®. El art¨ªculo se titula The lives of Brian (Las vidas de Brian) y es de Brian Cathcart, un escritor de Irlanda del Norte. Cuenta una historia sumamente inquietante, la historia de s¨ª mismo y la de otro Brian Cathcart que ten¨ªa m¨¢s o menos su misma edad (unos cincuenta a?os) y que hab¨ªa nacido, como ¨¦l, en Irlanda del Norte. Los padres de ambos hab¨ªan sido directores de escuelas secundarias, y las dos madres hab¨ªan sido profesoras de ingl¨¦s. Los dos ven¨ªan de familias protestantes, aunque ellos no eran creyentes. Los dos estudiaron Historia en la universidad. Sin embargo, no se conocieron jam¨¢s.
"Todos llevamos nuestra posible perdici¨®n pegada a los talones"
Este Brian, el escritor, tropez¨® casualmente con el otro en 2002 en las p¨¢ginas de Google. Hab¨ªa tecleado su propio nombre para buscar menciones sobre su ¨²ltimo libro ("la vanidad tiene sus consecuencias", dice este Brian) y encontr¨® una peque?a noticia sobre la condena a nueve a?os de prisi¨®n de un tipo que hab¨ªa matado a un m¨²sico callejero en Belfast, en las Navidades de 2000, con el expeditivo y cruel m¨¦todo de rociarle con un l¨ªquido inflamable y prenderle fuego. Ese m¨²sico de 51 a?os que se abras¨® vivo se llamaba Brian Cathcart (en la fotograf¨ªa).
El nombre no es muy com¨²n y nuestro Brian record¨® que, estando en los ¨²ltimos cursos de la escuela, hab¨ªa salido en los peri¨®dicos alguna referencia a un Brian Cathcart, un par de a?os mayor y ya estudiante universitario, que se hab¨ªa metido en l¨ªos pol¨ªticos por manifestarse contra la guerra de Vietnam. Nuestro adolescente Brian sinti¨® entonces un oscuro orgullo y una vaga admiraci¨®n por el otro Brian, ese chico desconocido pero evidentemente comprometido, independiente, radical. No volvi¨® a saber nada m¨¢s de ¨¦l, pero cuando cay¨® sobre la escalofriante noticia de Google pens¨® que podr¨ªa tratarse de la misma persona. Y, progresivamente obsesionado por el tema, empez¨® a investigar y reconstruir la vida del muerto. Fue un trabajo muy largo y el resultado es un extenso art¨ªculo imposible de recoger aqu¨ª. Baste decir que al final surge el retrato de un muchacho inquieto, inteligente, honesto y creativo al que cierto desasosiego interior y un esp¨ªritu radical e inconformista le fue alejando cada vez m¨¢s de la vida convencional, hasta acabar rozando la marginalidad. Como dice nuestro Brian, los dos salieron del mismo entorno social, de la misma cultura, de la misma escala de valores, pero luego la vida, ese viaje tortuoso e impreciso, fue llevando sus pasos por sendas progresivamente divergentes. Hasta llegar a la cat¨¢strofe final, a la s¨®rdida y est¨²pida muerte de ese Brian que ardi¨® como una tea, unas Navidades, en una absurda ri?a de borrachos. ?Por qu¨¦ aquel Brian acab¨® as¨ª y nuestro Brian no? ?D¨®nde empez¨® a equivocarse el Brian marginal, en qu¨¦ momento su deriva se convirti¨® en irreversible? ?O d¨®nde se salv¨® el Brian nuestro, qu¨¦ decisiones le llevaron a construir su vida mientras que el otro la iba deshaciendo poco a poco?
La existencia es un completo albur, una aventura informe y ambigua. Todos llevamos nuestra posible perdici¨®n pegada a los talones, todos acarreamos a la espalda mil avatares potenciales, mil personalidades diferentes a la del individuo que hoy creemos ser. Por supuesto que ese extra?o viaje que es vivir, esa b¨²squeda del propio lugar en el mundo, es tanto m¨¢s arriesgada y m¨¢s resbaladiza cuanto m¨¢s joven eres, porque entonces a¨²n no eres nada y todo es posible. Pero aun teniendo un mont¨®n de a?os a las espaldas, nadie puede asegurarte que ma?ana no te vayas a convertir en un alcoh¨®lico, o a rendirte a la melancol¨ªa y la depresi¨®n, o a enamorarte de un psic¨®pata que acabe por destruirte. Hay tant¨ªsimas maneras de arruinarse la vida, y todos arrastramos nuestras tentaciones propias, nuestras debilidades y agujeros privados. Nuestros peligros.
Y lo peor es que la perdici¨®n puede avanzar con pasos diminutos. Cada d¨ªa tomamos decenas de peque?as decisiones con las que, sin saberlo, estamos construyendo nuestro futuro. ?En qu¨¦ momento de ese lento deambular los destinos de los dos Brian se alejaron definitivamente? Todas esas otras vidas que yo pude vivir y no he vivido, existencias mejores y peores que la m¨ªa, las est¨¢ viviendo alguien en otro sitio.
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