Futuro auton¨®mico

Como ha ocurrido otras veces, el debate sobre la autonom¨ªa catalana marcar¨¢ el rumbo de las reformas territoriales en marcha y determinar¨¢ en gran medida el modelo auton¨®mico que vaya a configurarse. Si es esto lo que est¨¢ en juego, conviene actuar con prudencia: marcar claramente los objetivos y l¨ªmites del nuevo marco auton¨®mico y

no dar por imposible un consenso en el Parlamento espa?ol tan amplio como el producido en Catalu?a. Esto implicar¨ªa la participaci¨®n del PP, m¨¢s all¨¢ de las proclamas reiteradas ayer por Rajoy en t¨¦rminos de todo o nada. El debate sobre el Estado de las Autonom¨ªas, que se inicia ma?ana en el Senado, recuperando una tradici¨®n interrumpida hace casi una d¨¦cada, ser¨¢ la ocasi¨®n para concretar esos criterios en un marco multilateral.

El Gobierno est¨¢ a favor de reformas que ampl¨ªen las competencias auton¨®micas, siempre que respeten ciertos l¨ªmites. Escuchar¨¢ las demandas de todas las comunidades y actualizar¨¢ sus criterios de acuerdo con la experiencia de los proyectos vasco y catal¨¢n, que tan distinta suerte corrieron en su acogida por las Cortes. La ausencia de Ibarretxe alegando que antes hay que discutir el derecho a decidir de los vascos ilustra una diferencia sustancial entre su plan y la reforma catalana: la aceptaci¨®n o no de la existencia de ¨¢mbitos de decisi¨®n multilaterales, como expresi¨®n de la diferencia entre soberanismo y federalismo o autonomismo.

Las referencias de Santillana, hace dos a?os, a la cohesi¨®n social e igualdad de derechos se concretan ahora (a la vista del proyecto catal¨¢n) en la apelaci¨®n a la unidad de mercado y al sistema de financiaci¨®n. Esto ¨²ltimo en t¨¦rminos muy gen¨¦ricos, algo l¨®gico cuando est¨¢ pendiente la negociaci¨®n pormenorizada del que ambas partes consideran asunto central de la reforma catalana. Pero que se aborde en el pleno del Senado es una forma de marcar el terreno en el que se inscribe cualquier discusi¨®n sobre financiaci¨®n.

El debate dar¨¢ ocasi¨®n para comprobar la disponibilidad real del PP a participar en el intento de encajar el proyecto en la Constituci¨®n. A los socialistas les interesa asociar a los populares a ese proyecto, para que el resultado cuente con la m¨¢xima legitimidad, y ese posible beneficio es lo que alimenta la resistencia de Rajoy. Pero los dividendos que ¨¦ste espera obtener de su oposici¨®n a la reforma dependen de que haya demostrado previamente que su actitud no era de boicoteo o veto a cualquier cambio, sino a uno que considera anticonstitucional. Tal vez haya un terreno de inter¨¦s compartido, el de la reforma de la reforma, que viene a coincidir con algo sobre lo que existe acuerdo mayoritario seg¨²n las encuestas: que el resultado de la negociaci¨®n debe adecuarse con los principios constitucionales.