Noche en vela junto al coche
Todas las televisiones reproducen las im¨¢genes de los coches ardiendo, de las escuelas en llamas. Incluso las cadenas ¨¢rabes. Los chavales del barrio de Garonor, en Aulnay-sous-Bois, al norte de Par¨ªs, se citan en el lugar habitual por medio de SMS. Ha ca¨ªdo la noche y ha empezado el dawa (el foll¨®n, en ¨¢rabe), y ellos no quieren quedarse al margen. Los hay que llevan las botellas; otros, los trapos para fabricar c¨®cteles molotov.
Amadou Ukedo, de origen senegal¨¦s, decidi¨® pasar la noche en vela. Vive en un segundo piso de un edificio de 20 plantas y desde el balc¨®n puede ver su Renault Clio que todav¨ªa no ha pagado. El aparcamiento est¨¢ casi vac¨ªo, son muchos los que han escondido sus coches en zonas despobladas con la esperanza de que por all¨ª no pasar¨¢n los piquetes incendiarios. Amadou ha decidido quedarse, junto a un extintor, vigilando por la ventana. Su mujer y su hija se fueron a Par¨ªs a casa de unos familiares.
A eso de las tres de la madrugada se despert¨® sobresaltado. Desde lo alto pudo ver a un grupo de cinco j¨®venes que estaban prendiendo fuego a su coche. Baj¨® raudo y, sin pens¨¢rselo, intent¨® apagar las llamas con el extintor, sin siquiera mirar a los pir¨®manos. "Uno de ellos vino hacia m¨ª y me dio un pu?etazo en la cara que me tir¨® al suelo", contaba ayer a una radio. Amadou pudo evitar que su veh¨ªculo ardiera del todo. Los chavales salieron corriendo.
"Nadie nos controla, vemos lo que hacen en otros barrios y queremos superarles, nos gusta vernos luego en televisi¨®n, nos hace sentirnos orgullosos", explicaba ayer uno de estos j¨®venes de no m¨¢s de 18 a?os, "ni los caids de la droga, ni los imanes islamistas". A los traficantes, a?ad¨ªa, "esto no les hace felices", porque quieren tranquilidad. La rebeli¨®n se extiende por mimetismo, salir a quemar coches se ha convertido en un ejercicio de autoafirmaci¨®n.
En los barrios, sin embargo, algo ha empezado a cambiar. Muchas familias empezaron a impedir que sus hijos salieran a la calle y bastantes a los lugares donde se organizaron patrullas ciudadanas, lo suficientemente numerosas como para infundir respeto a los chavales, de 40 o 50 personas, que llevan extintores y se comunican por tel¨¦fono con gente que desde las terrazas avisa de lo que sucede.
En Clichy-la-Garenne, por ejemplo, consiguieron la noche del s¨¢bado que no se produjera casi ning¨²n incendio. La paradoja es que mientras se organizan, la violencia se extiende a zonas industriales o de oficinas donde nadie controla, y cuando llega la polic¨ªa, ya han ardido los coches y los almacenes.
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