Las democracias latinoamericanas, hoy
Concluida en Am¨¦rica Latina lo que Samuel Huntington llamar¨ªa la tercera ola de democratizaci¨®n, en la opini¨®n p¨²blica del continente prevalecen sentimientos encontrados. Si bien en toda la regi¨®n se efect¨²an comicios legales, de manera regular y con el aval de instituciones legales y leg¨ªtimas, hay un cierto escepticismo sobre la funcionalidad del arreglo democr¨¢tico en t¨¦rminos de la eficacia de la forma de gobierno para resolver los grandes problemas de pobreza, educaci¨®n, salud, infraestructura, narcotr¨¢fico, viabilidad estructural, en suma, de la mayor¨ªa de los Estados latinoamericanos.
El electorado latinoamericano deposit¨® demasiadas esperanzas en una forma de gobierno, o quiz¨¢ ha habido un rezago en la revisi¨®n y actualizaci¨®n de las instituciones y procedimientos del r¨¦gimen pol¨ªtico, la mayor¨ªa de ellos presidencialistas y casi todos federales con diferentes modalidades de operaci¨®n. Una primera conclusi¨®n es que hubo expectativas infundadas sobre las virtudes del instrumento de elecci¨®n del gobernante, es decir, la forma democr¨¢tica, el voto universal y directo para el relevo peri¨®dico de la representaci¨®n nacional y del jefe del Ejecutivo.
La realidad de la mayor¨ªa de las presidencias latinoamericanas es que oscilan entre la tentaci¨®n populista y autoritaria, lim¨ªtrofe de la legalidad, con un cierto grado de par¨¢lisis derivada de la observancia del acotamiento de la legalidad formal en el ejercicio del poder p¨²blico. De tal manera, la actualizaci¨®n y la modernizaci¨®n del sistema pol¨ªtico en su conjunto quedan truncadas en el solo cumplimiento de un m¨¦todo de intervenci¨®n colectiva que determina la forma de gobierno, pero no la eficacia de operaci¨®n del Gobierno, ni mucho menos el contenido de las pol¨ªticas p¨²blicas, dado que el sistema de representaci¨®n hace uso de un mandato general y abstracto, sin la especificidad que alcanza la representaci¨®n pol¨ªtica en sociedades que, por su avance econ¨®mico y social, tienen una cohesi¨®n y un consenso amplio y gen¨¦rico, a diferencia de las sociedades latinoamericanas, profundamente segmentadas en t¨¦rminos econ¨®micos, regionales y ¨¦tnicos.
Esa segmentaci¨®n se traduce en sistemas de partidos pol¨ªticos fragmentados y relativamente inestables, a diferencia de lo que ocurre en econom¨ªas avanzadas que propician un bipartidismo de baja ideologizaci¨®n y proclives al compromiso, dado el caso de la alternancia frecuente y la permanencia de las ¨¦lites. En Am¨¦rica Latina, la fragmentaci¨®n de un sistema de partidos da lugar a una dispersi¨®n del poder dentro de cada uno de los poderes y en la interacci¨®n de ¨¦stos entre s¨ª, dificultando el acuerdo.
La certidumbre que va arraigando en la opini¨®n p¨²blica respecto de la regularidad de procesos democr¨¢ticos, en un contexto de profundas desigualdades de toda ¨ªndole, ha tra¨ªdo una consecuencia de alguna manera parad¨®jica: esa certidumbre de la celebraci¨®n peri¨®dica de comicios ha llevado a que los ejecutivos y la representaci¨®n nacional se desempe?en en funci¨®n de la rentabilidad electoral de sus acciones con los comicios que siguen a la vista, en un conjunto de decisiones que han incorporado de manera gradual en decisiones pol¨ªticas un elemento de preeminencia por el corto plazo, lo que agudiza la agenda de los problemas y se traduce en una atm¨®sfera de desencuentro y enfrentamiento pol¨ªtico entre los presidentes y los ¨®rganos de la representaci¨®n nacional y dentro de los congresos. En algunos casos, habr¨ªa que agregar a esta panor¨¢mica la dispersi¨®n de enfoques y registros partidarios en los poderes locales de los Estados federales en el continente.
La forma de gobierno no se da en el vac¨ªo. La democracia latinoamericana opera en un marco de profunda concentraci¨®n econ¨®mica, en algunos casos privada y en otros paraestatal, que condiciona seriamente las orientaciones y las prioridades de las agendas pol¨ªticas de los principales actores del sistema. Se genera de este modo un c¨ªrculo vicioso en el que se refuerzan la concentraci¨®n econ¨®mica y su limitada diversificaci¨®n, al mismo tiempo que se relegan a plazo indefinido las respuestas a los fen¨®menos de estructura que pudieran modificar los perfiles econ¨®micos y sociales de la regi¨®n. Se estimula la concentraci¨®n de largo plazo y los grandes problemas nacionales se atienden con medidas de car¨¢cter coyuntural, a veces inmediatistas, con baja incidencia en un horizonte de tiempo m¨¢s amplio.
Adem¨¢s, en Am¨¦rica Latina, como en el resto del mundo, tampoco se le dio una salida constructiva al vac¨ªo ideol¨®gico que provoc¨® la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. No hay que olvidar que la izquierda form¨® parte durante muchos a?os de la utop¨ªa pol¨ªtica americana y que en los casos en los que no hizo uso de la violencia era un referente de cambio social. El colapso ideol¨®gico y el sobre¨²so de los modelos econ¨®micos han dificultado la profundizaci¨®n en modelos de desarrollo econ¨®mico con una aportaci¨®n nacionalista m¨¢s importante. Creando unas sociedades pol¨ªtica y socialmente desorientadas y econ¨®micamente alienadas con modelos que muchas veces ignoraban la esencia de esos pa¨ªses.
La forma de gobierno democr¨¢tico, que ya ha prevalecido en Am¨¦rica por el tiempo aproximado de una generaci¨®n, corre riesgos si se le adjudican los fracasos relativos de los gobiernos en la implantaci¨®n de reformas econ¨®micas y sociales de car¨¢cter estructural, si no se da un paso m¨¢s adelante y que tendr¨ªa que ser una reforma de segunda generaci¨®n que trascienda el mero establecimiento de procedimientos electorales y entre a una generaci¨®n de reformas parciales y simult¨¢neas de las instituciones y procesos de los ¨®rganos de la gobernabilidad, b¨¢sicamente los tres poderes, el sistema de partidos y los medios de comunicaci¨®n. Una etapa de reinstitucionalizaci¨®n de los reg¨ªmenes pol¨ªticos presidencialistas en Am¨¦rica Latina pasa necesariamente por una estrategia de modernizaci¨®n y profesionalizaci¨®n del poder legislativo: agendas de trabajo multianuales en los congresos, que sean operadas por una burocracia experta, cuya permanencia no est¨¦ sujeta al natural vaiv¨¦n de la composici¨®n congresional originada en los comicios peri¨®dicos. El tema es de especial importancia sobre todo en materia econ¨®mica, ya que los cambios que anualmente se incorporan en las pol¨ªticas p¨²blicas deber¨ªan contemplarse en una perspectiva de largo plazo, considerando el tiempo de maduraci¨®n de los ajustes y sus periodos de incidencia.
Una revisi¨®n a fondo de los poderes judiciales hace el piso m¨ªnimo de la pertinencia de la forma democr¨¢tica de gobierno: igualdad ante la ley, certeza jur¨ªdica, justicia pronta y expedita, claridad en cuanto a derechos de propiedad y transacciones, credibilidad p¨²blica en el fallo judicial como ¨²ltimo recurso. Imposible ignorar en este tema el crimen organizado. El continente est¨¢ seriamente amenazado desde el terrorismo hasta el narcotr¨¢fico a gran escala, el trasiego de armas, bandas internacionales de traslado de indocumentados y de mercanc¨ªas, pirater¨ªa de todo tipo y violaciones graves a la propiedad intelectual. Existe impunidad y ¨¦sta pasa por muchos tribunales y la incompetencia, por decir lo menos, de algunos cuerpos de seguridad p¨²blica. Poner el acento en la correcci¨®n a estos males es precondici¨®n de una democracia de resultados.
Otro tema inaplazable en su tratamiento es el de los medios de comunicaci¨®n. Su desarrollo los ha convertido en un factor crucial para procesos electorales y en general para el mantenimiento de la estabilidad pol¨ªtica y la creaci¨®n de consensos sociales ampliados. En la mayor¨ªa de los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, as¨ª como ha habido avances en cuanto a la libertad de expresi¨®n, aun cuando distintos formadores de opini¨®n p¨²blica han sido en algunos casos perseguidos y atacados, tambi¨¦n es indispensable que exista en paralelo una creciente conciencia de la responsabilidad en la propiedad y en la conducci¨®n de los grandes medios de comunicaci¨®n. Una revisi¨®n completa del marco legal que permite su funcionamiento tiene que ser garant¨ªa de una libertad p¨²blica esencial, al mismo tiempo que se reconozca la importancia de su papel en el enriquecimiento democr¨¢tico de los pa¨ªses del ¨¢rea y que los haga factor de consolidaci¨®n de una forma de gobierno y de un m¨¦todo imparcial de determinaci¨®n de la agenda colectiva y de rendici¨®n de cuentas de la autoridad gubernamental.
Terminada casi una generaci¨®n de democracia en Am¨¦rica Latina, etapa en la cual fue fundamental la construcci¨®n de un sistema de partidos y la apertura de opciones institucionales al mercado electoral, parece ser tiempo de revisar las condiciones de incorporaci¨®n de las diferentes formaciones pol¨ªticas al sistema. Tal vez sea necesario repensar los requisitos de ingreso de nuevas instituciones, as¨ª como las obligaciones de cumplimiento legal y de metas electorales para la permanencia de las distintas organizaciones dentro del sistema.
La democracia en Am¨¦rica Latina funciona. Lo que hay que poner en marcha es a los gobiernos y a las instituciones que le dan vida diaria a esa forma colectiva de decidir su destino colectivo.
Li¨¦bano S¨¢enz fue secretario de la Presidencia mexicana durante el mandato de Ernesto Zedillo.
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