Valencia oscuro
Ahora que Valencia est¨¢ tan linda y hechicera, tan portuaria y moderna, tan acristalada y musical, ahora que Valencia brilla m¨¢s que nunca por las revistas que reparten en los aviones y los cruceros, en los hoteles de lujo y en los trenes veloces, pues va y resulta que su club m¨¢s c¨¦lebre, el que tanto contribuy¨® en un lustro de gloria a darle fama y ruido por todo el orbe, se est¨¢ derrumbando pacientemente.
Se cae el Valencia Club de F¨²tbol poco a poco. Se viene abajo con un fatalismo eficaz, con una dignidad muelle, con una muy trabajada nader¨ªa. Vuelve el club con br¨ªo a las insignificancias perversas que lo atenazaron durante casi veinte a?os. Fracasa la directiva, fracasa mucho desde que perdi¨® su alegre condici¨®n de mercado persa de ambiciones y deslealtades; acreditada sede del caos y la provisionalidad m¨¢s afortunadas; campo experimental de casi todas las artes conspiratorias. Aquel reino de taifas donde el suburbial y cada d¨ªa m¨¢s a?orado presidente Ort¨ª patrone¨®, casi esposado, la multiplicaci¨®n de los panes y los peces... en la que ya nadie cre¨ªa.
Pero ese tiempo muri¨®, vino el del gran dinero. Y un dirigente muy poderoso y filial, un hombre de la empresa y de los grandes empe?os urban¨ªsticos, est¨¢ personificando con denuedo y a su pesar, la improbable (hace apenas un a?o) cat¨¢strofe. El equipo se deshilacha, los jugadores que desbordaban ya no desbordan, los que defend¨ªan ya no saben defender, los que conten¨ªan no contienen, y la rueda de los mil fichajes no vale, toda junta, lo que vale un Sissoko, que mucho se debe de sorprender desde Liverpool de estos sucesos mediterr¨¢neos. Y hasta el intermitente Carew se hincha a meter goles en Francia mientras la escuadra blanquinegra, cada d¨ªa m¨¢s, parece el juguete inmenso que un padre rico le confiri¨® a su hijo fiel. Un gigantesco futbol¨ªn con jugadores de verdad. Y con un entrenador y todo. Y luego las deudas infinitas, y los goles que no llegan, mientras el equipo revive con decisi¨®n sus a?os m¨¢s oscuros. Cuando era el rey de la mitad de la tabla.
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