?Vivan las meretrices!
Este lunes, en el Pati Manning, un grupo de mujeres haremos algo ins¨®lito. Desde nuestra vinculaci¨®n a la sensibilidad progresista y, muy especialmente, a la lucha por la igualdad de la mujer, vamos a pronunciarnos contra la legalizaci¨®n de la prostituci¨®n. El marco es la presentaci¨®n de un magn¨ªfico estudio titulado La prostituci¨®n. Claves b¨¢sicas para reflexionar sobre un problema, que ha editado la Fundaci¨®n Mujeres, de la mano de ?ngeles ?lvarez. La propia ?ngeles ?lvarez, la soci¨®loga Carme Freixa, la escritora Gemma Lienas y yo misma, entre otras, comprometeremos nuestra opini¨®n sobre uno de los asuntos m¨¢s delicados, controvertidos y nada resueltos de todos los que afectan a la mujer. Emulando la presentaci¨®n del libro en Madrid, la de Barcelona representa la aportaci¨®n catalana a este debate de fondo que tan a menudo es analizado en t¨¦rminos fr¨ªvolos, superficiales y generalmente burdos. Pero incluso planteado en t¨¦rminos inteligentes, no es nada f¨¢cil. Josep Cun¨ª, por ejemplo, en una de esas ma?anas en TV-3 en las que nos medimos cari?osamente las fuerzas dial¨¦cticas, se sorprendi¨® de mi postura al respecto, probablemente porque hizo la ecuaci¨®n que hace la pr¨¢ctica totalidad de la gente: progresismo igual a legalizaci¨®n. Ergo, ?qu¨¦ estaba ocurriendo? Recordar¨¦ al respecto un dato singular y significativo: generalmente es la derecha la que plantea la legalizaci¨®n del comercio sexual, pero es cierto que una parte de la izquierda tiene el alma dividida entre la necesidad de resolver los problemas end¨¦micos de esta pr¨¢ctica alegal, y lo duro que significa considerar el comercio sexual como una forma de trabajo.
Dividida, pues, el alma, algunas tenemos motivos serios para considerar que la forma adecuada de ayudar a las mujeres prostituidas (y a los hombres) no es por la v¨ªa de considerar como trabajo su pr¨¢ctica. La Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT) la tipifica como una de las peores formas de trabajo, igualada a la explotaci¨®n infantil. Sin embargo, si la prostituci¨®n se considera un trabajo, deja de ser considerada violencia, y por ese canal sem¨¢ntico se cuela la justificaci¨®n y normalizaci¨®n de una pr¨¢ctica denigrante. Una pr¨¢ctica que, salvo excepciones muy cualificadas y generalmente sorprendentes, ni es espont¨¢nea, ni es voluntaria, ni se ejerce con libertad. Y que, por supuesto, est¨¢ sujeta a todo tipo de mafias, tribus sin escr¨²pulos y explotadores de marginaci¨®n y hambre. Desde nuestro ombligo redondeado y bien comido, se est¨¢ poniendo de moda considerar que la prostituci¨®n es una actividad como otra cualquiera, y las televisiones rosas del planeta medi¨¢tico se llenan de comentaristas que dicen que no pasa nada, que todo es l¨ªcito y que ser puta es como ser peluquera, periodista o postulante de Mar¨ªa. ?Qu¨¦ bonito! Qu¨¦ bonito ignorar nuestras calles pobladas de mujeres de las entra?as del mundo, llegadas -o forzadas a llegar- a nuestros bajos fondos para sobrevivir; qu¨¦ bonito ignorar sus vidas, sus miserias, sus tragedias; qu¨¦ bonito no hablar de los centenares de ni?as de la edad de nuestras hijas que habitan en las zonas oscuras de los prost¨ªbulos donde nuestros hombres van a pacer y a disfrutar; qu¨¦ bonito pensar que todo es tan bonito. Despenalizar la prostituci¨®n no s¨®lo no incide en la tragedia de millones de mujeres, sino que blanquea la violencia que sufren, permite acallar la mala conciencia que a¨²n nos queda, y relega el asunto al archivo de caso resuelto. Sin embargo, ?qu¨¦ resuelve?
Ni uno solo de los argumentos que defienden la legalizaci¨®n se aguanta en t¨¦rminos de defensa de las mujeres. La legalizaci¨®n no acaba con esta pr¨¢ctica denigrante, sino que la potencia. Al potenciarla, promueve el tr¨¢fico sexual, consolida a los proxenetas y a los empresarios del sector -algunos cotizantes en Bolsa-, alimenta la idea de ser una pr¨¢ctica normal perfectamente moral en t¨¦rminos sociales; no combate, sino que alienta a la prostituci¨®n infantil, y ni tan s¨®lo sirve para garantizar la salud de las mujeres que la ejercen. Es decir, y seamos un poco honestos, lo ¨²nico que realmente protege es el caudal de dinero que llegar¨ªa a la Tesorer¨ªa del Estado gracias al afloramiento de la importante econom¨ªa subterr¨¢nea que representa. Es decir, que no estamos ante una medida a favor de las mujeres prostituidas, sino a favor de los intereses econ¨®micos que se mueven alrededor de ellas. Intereses que, evidentemente, no sirven para dignificar sus vidas. Sea como sea, la legalizaci¨®n de la prostituci¨®n impide considerar esta pr¨¢ctica como violenta, combatirla y, sobre todo, crear una sociedad cuyos valores democr¨¢ticos la consideren denigrante.
En este punto del debate siempre surge la pregunta del mill¨®n. ?Cu¨¢l es la alternativa? Personalmente no tengo todas las respuestas, y a¨²n peor, quiz¨¢ estoy empezando a perpetrar la primera de ellas. Pero en esta gestaci¨®n de una reflexi¨®n de fondo, algo me resulta evidente: hay que balancear el peso sobre el cliente y no sobre la prostituta, y hacerlo en t¨¦rminos de combate de esta pr¨¢ctica, y normaliz¨¢ndola y potenci¨¢ndola. Para entendernos, la ley sueca que castiga al proxeneta y al cliente, y ayuda a la mujer a su reinserci¨®n. No hay nada m¨¢s deplorable que nuestras calles llenas de mujeres prostituy¨¦ndose, nada m¨¢s terrible que las cloacas del mundo donde ejercen su pr¨¢ctica, nada m¨¢s vergonzoso que la doble moral con que las contemplamos. Y nada m¨¢s inmoral que la indiferencia con que tratamos el asunto. En este sentido, la ordenanza del Ayuntamiento de Barcelona que proh¨ªbe la prostituci¨®n a 200 metros de las escuelas, es una apolog¨ªa del disparate. De hecho, de facto, legaliza la pr¨¢ctica a 201 metros de la guarder¨ªa de turno, y alegr¨ªa, que son dos d¨ªas. En fin. En el Pati Manning, el lunes a las 7, algunas vamos a hablar de putas. Y no vamos a ser pol¨ªticamente correctas. Sean felices.
www.pilarrahola.com
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