Encuentros en la tercera fase
Tiene raz¨®n Joan Saura, una vez m¨¢s, cuando asegura, utilizando responsablemente la autoridad que le da hablar en nombre del Gobierno de Catalu?a, que, una vez atravesada la puerta del Congreso de los Diputados y cubierta con ello la segunda fase del proceso institucional al que est¨¢ sometido el texto del proyecto de Estatuto aprobado por el Parlament, con el consabido 80,8% de sus miembros, el proceso ya no tiene vuelta atr¨¢s. Pero la innegable contundencia de esta afirmaci¨®n no puede hacernos olvidar que ha llegado el momento de los encuentros en la tercera fase, de la cual lo menos que se puede decir es que el asunto "est¨¢ complicao", utilizando las palabras de un pol¨ªtico tan experimentado como Alfonso Guerra, que adem¨¢s es presidente de la Comisi¨®n Constitucional, en la que van a medirse las diversas capacidades de entendimiento. Es decir, si bien el proceso no tiene vuelta atr¨¢s, los encuentros en la tercera fase tampoco van a ser cuesti¨®n de coser y cantar.
No hay que atemorizar a los ciudadanos con la ruptura de Espa?a o con el hundimiento de la identidad catalana
Dejemos moment¨¢neamente de lado, pero sin olvidarlos, los obst¨¢culos y las dificultades que acompa?aron al proceso que culmin¨® con la aprobaci¨®n del "prolijo e indigesto proyecto", seg¨²n Santos Juli¨¢, que tan brillantemente defendieron nuestros representantes ante el Congreso de los Diputados. Pero apresur¨¦monos a evitar euforias peligrosas y constatemos que no todos los votos positivos estaban libres de serias reservas sobre los contenidos del proyecto y, lo que es quiz¨¢ m¨¢s importante, un amplio estado de opini¨®n social se mov¨ªa entre la frialdad y la reserva, en el mejor de los casos, y el rechazo. Al mismo tiempo, en la negativa frontal de los representantes del Partido Popular, si bien les dej¨® en una evidente soledad en el momento de la votaci¨®n, no todos los votos coincid¨ªan con la p¨¦trea cerraz¨®n de sus l¨ªderes.
Un ejemplo que no hay que magnificar, pero tampoco justificar pudorosamente como insuficiencias en la informaci¨®n, fue la pr¨¢ctica ausencia de intelectuales espa?oles en el acto que, coincidiendo con el debate parlamentario, organiz¨® ?mnium Cultural en el C¨ªrculo de Bellas Artes. Al margen de la digna presencia pol¨ªtica de Santiago Carrillo y Gaspar Llamazares, s¨®lo cont¨® con la entra?able presencia de Paco Ib¨¢?ez.
Seguramente har¨ªan mal nuestros representantes si, apoy¨¢ndose en el resultado de una votaci¨®n tan amplia -que no hay que olvidar que fue fruto de concesiones, ambig¨¹edades y actos voluntaristas-, no tuvieran en cuenta toda la dificultad que forzosamente ha de acompa?ar a un nuevo di¨¢logo. Un di¨¢logo que, si bien puede resumirse en el "est¨¢ complicao" de Alfonso Guerra, es suficientemente complejo como para poner en cuesti¨®n el futuro mismo de Rodr¨ªguez Zapatero como presidente, con lo que ello comportar¨ªa para el futuro de Catalu?a y del conjunto de Espa?a.
No hay que jugar con fuego ni atemorizar a los ciudadanos con la apocal¨ªptica ruptura del Estado espa?ol, por una parte, o con el peligro de hundimientos de las paredes maestras de la identidad catalana, por otra. Todos, a excepci¨®n quiz¨¢ de algunos iluminados, sabemos que habr¨¢ que negociar, y no precisamente con petulancia ni con la heroica y est¨¦ril resistencia numantina. Con esta realista convicci¨®n, con mayor o menor claridad, se han alzado entre nosotros voces que, por encima de cualquier duda sobre su catalanidad y sin atisbo de sombra de intereses electoralistas en sus afirmaciones, han hablado de la necesidad de estar predispuestos a hablar de podar el proyecto. En estas mismas p¨¢ginas hablaba Xavier Vidal-Folch de "la poda del ciruelo", contraponi¨¦ndola a la del olivo o el membrillo, y no callaba que el pre¨¢mbulo era poco empeorable ni que el resultado final "debe ser asumible por toda Espa?a". H¨¢bil art¨ªculo, que pocos d¨ªas antes hab¨ªa estado precedido por otro firmado por seis prestigiosos intelectuales catalanesencabezados por V¨ªctor Ferreres Comella y Josep Ramoneda en el que, bajo el t¨ªtulo Discutamos el Estatuto, afirmaban textualmente que "el nuevo Estatuto incluye preceptos inconstitucionales y es poco razonable en algunos extremos", y sobre el sistema de financiaci¨®n a?ad¨ªan que "existen s¨®lidos argumentos para sostener que con la Constituci¨®n en la mano no es posible extender a Catalu?a ni al resto de comunidades ese tipo singular de financiaci¨®n". Cierto es que estas afirmaciones, y ello sin entrar en las m¨¢s contundentes expuestas por una personalidad tan relevante como Juan-Jos¨¦ L¨®pez Burniol, que ha merecido una respuesta paternalista y conciliadora de Jordi Pujol, no tienen m¨¢s autoridad que la que se desprende de la consideraci¨®n personal que nos merezcan y que se les puede contraponer, como argumento de autoridad, el incuestionable valor institucional que tiene el amplio voto afirmativo del Parlament. Pero el sentido com¨²n parece aconsejar que los pol¨ªticos, a la hora de esgrimir argumentos y tomar decisiones, han de tener en cuenta las voces cr¨ªticas no s¨®lo de los adversarios, sino tambi¨¦n las que proceden de su propio campo y desean contribuir a la superaci¨®n de los problemas sin reclamar falsas adhesiones con el manido argumento de que no hay que dar razones al adversario. La experiencia ense?a que la unidad en el error, aunque el error sea parcial o m¨ªnimo, no fortalece, sino que enga?a y hace, por lo tanto, m¨¢s endeble la defensa. Que nadie se equivoque, pues: con la tercera fase, ha llegado la hora de la verdad, y en esta hora parece sensato recuperar las voces cr¨ªticas de los amigos probados. Ni valen los gestos grandilocuentes ni se puede olvidar que todos compartimos un ¨¢mbito com¨²n, por lo que nadie puede ni debe ser considerado como un extraterrestre.
Antoni Guti¨¦rrez D¨ªaz es ex vicepresidente del Parlamento Europeo.
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