?Ordenar la convivencia?
?Es necesaria una nueva ordenanza municipal para garantizar la convivencia ciudadana en Barcelona? En caso de serlo, ?es adecuado el planteamiento que hace al respecto el proyecto de ordenanza aprobado por el consistorio hace unos d¨ªas? ?stas son las principales preguntas que creo que est¨¢n planteadas en relaci¨®n con el debate p¨²blico que se ha iniciado tras hacerse p¨²blico el proyecto de ordenanza que, de no alterarse el calendario previsto, debe aprobarse a finales de diciembre para entrar en vigor el 1 de enero. Recordemos, adem¨¢s, que todo ello viene a cuento tras el intenso tratamiento medi¨¢tico que ha tenido el tema del incivismo en la ciudad en los ¨²ltimos meses y tras el pleno promovido por la oposici¨®n al tripartito municipal. La primera cuesti¨®n tiene diversas ramificaciones. Por una parte, no est¨¢ claro que sea necesaria una nueva ordenanza de 100 art¨ªculos y diversas disposiciones transitorias y finales, cuando ya existen y son plenamente vigentes otras disposiciones que regulan el uso de las v¨ªas y los espacios p¨²blicos, la contaminaci¨®n ac¨²stica, etc¨¦tera. A pesar de todo, la ordenanza recoge aspectos y conductas que hasta ahora no hab¨ªan sido recogidos normativamente o, que de haberlo sido, estaban insuficientemente tratados o ten¨ªan una aplicaci¨®n, seguimiento y sanci¨®n que los hac¨ªa poco eficaces. Desde este punto de vista, ser¨ªa justificable avanzar en una nueva regulaci¨®n al constatarse la existencia de problemas que se han desarrollado y agravado en los ¨²ltimos meses, y que requerir¨ªan una mejor respuesta de los poderes p¨²blicos para asegurar la convivencia en caso de conflicto entre derechos o abuso de los mismos.
Pero si aceptamos la conveniencia de mejorar la normativa existente, lo que sigue sin estar nada claro es que la manera id¨®nea de conseguir una mejora de la convivencia sea a trav¨¦s de una normativa que lo que b¨¢sicamente hace es tipificar faltas y establecer sanciones, fij¨¢ndose s¨®lo en una parte de los problemas y dejando en el tintero muchos aspectos sustanciales. Uno dir¨ªa que se trata m¨¢s bien de una visi¨®n reactiva y reduccionista que confunde la parte (las conductas inc¨ªvicas) con el todo (las bases fundamentales de la convivencia en la ciudad). No creo que se parta de un buen diagn¨®stico. En el largo pre¨¢mbulo de la extensa ordenanza, se destacan dos causas que afectan a la convivencia y al civismo: la mezcla de poblaciones procedentes de culturas diversas, provocada por la gran movilidad y la globalizaci¨®n econ¨®mica, y la p¨¦rdida de normas culturales propias, que deja sin sentido muchas de las acciones que ciertos individuos realizan, ya que su falta de pertenencia a una comunidad diluye su sentido de convivencia, les deja sin l¨ªmites claros con relaci¨®n a lo que pueden o no hacer. Dicho de una manera m¨¢s simple: inmigraci¨®n e individualizaci¨®n. Como vemos, dos elementos de rango diverso que, de caracterizarse como problema (como se insin¨²a), requieren instrumentos de respuesta de calibre diferenciado. Pero luego se insiste en que de esas dos grandes transformaciones se derivan cambios en los comportamientos sociales, y ah¨ª es donde duele: los turistas; la aparici¨®n (sic) de redes de mendicidad, venta ambulante y prostituci¨®n; el mal uso del espacio y mobiliario p¨²blico, y otras conductas de origen disperso que perturban el disfrute del espacio p¨²blico. Estemos o no de acuerdo con el diagn¨®stico, lo preocupante es el salto que luego se hace afirmando que con la nueva ordenanza se tratar¨¢ de "erradicar todas aquellas conductas que puedan perturbar la convivencia y minimizar los comportamientos inc¨ªvicos". Y cuando uno busca c¨®mo se llega a ese loable objetivo, se encuentra con temas como mendicidad, gente sin techo, venta ambulante y prostituci¨®n, y usos alternativos y no convencionales de los espacios p¨²blicos. Ni una palabra sobre comportamientos de mobbing inmobiliario por el encarecimiento del precio del suelo. Ning¨²n comentario sobre el uso abusivo del espacio p¨²blico por parte de los autom¨®viles. Y tampoco sobre los problemas generados por la precariedad laboral y sus efectos en la falta de articulaci¨®n social y comunitaria. Se me puede argumentar que la ordenanza no es el lugar para tratar de atajar esos claros comportamientos inc¨ªvicos. Pero, una de dos, o hacemos m¨¢s ordenanzas para todas estas cosas, o entendemos que, sin resolver o mejorar algunas de esas cuestiones, lo ¨²nico que hacemos es tratar de gestionar los residuos que vamos encontrando en las calles con pol¨ªticas de final de ca?er¨ªa. Penalizamos la precariedad y la marginalidad, sacando nuestro particular pu?o de hierro para acompa?ar la llamada "mano invisible" de la que no podemos o queremos ocuparnos. Un ejemplo: en el articulado se priorizan las sanciones a los procesos o espacios de educaci¨®n o retorno social.
Por otro lado, y al margen del elevad¨ªsimo grado de discrecionalidad que se deja a quien tenga que aplicar la normativa, la ordenanza muestra un concepci¨®n del civismo muy discutible. Podr¨ªamos decir que en el debate del civismo se apuntan dos concepciones de ciudadan¨ªa notablemente distintas. Por una parte, aquella que entiende la ciudadan¨ªa como algo est¨¢tico, vinculado a un estatuto, que debe ser preservado y protegido por los poderes p¨²blicos. Desde este punto de vista, el civismo ser¨ªa la expresi¨®n estable y ordenada de un pacto de delegaci¨®n entre una ciudadan¨ªa pasiva y sin fisuras internas, y unos poderes p¨²blicos. Por otra parte, una visi¨®n de la ciudadan¨ªa como capacidad de actuaci¨®n, como actitud y actividad movilizada para hacer realidad el ideal de autonom¨ªa, igualdad y solidaridad que encierra ese t¨¦rmino cargado de significaci¨®n hist¨®rica, y el civismo como el resultado colectivo y global de todo ello. Por ahora, la ordenanza se alinea m¨¢s con la primera de las visiones que con la segunda, y no es por tanto extra?o que origine prevenciones y cautelas.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.
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