La melena m¨¢s hermosa
Los afanes del sexo, que tanto incomodan hoy a los eclesi¨¢sticos romanos, fueron anta?o una cuesti¨®n desprovista de dramatismo. Lo atestigua la Biblia, sobre todo el Antiguo Testamento, sin que los muchos libros del nuevo puedan explicar el c¨²mulo de disimulos, manipulaciones o falsedades posteriores.
Es el caso de Mar¨ªa Magdalena, una figura que en la cristiandad cat¨®lica, sobre todo para los educados durante el nacionalcatolicismo espa?ol, aparece envuelta en una enorme cantidad de misterios y leyendas, la primera como una mujer hermosa, rica y promiscua que cambi¨® de vida cuando conoci¨® al fundador cristiano mientras Jes¨²s com¨ªa en casa de un fariseo. Los sermones describ¨ªan esta hermosa escena: la "mujer pecadora p¨²blica" -una prostituta- se present¨® en la casa con un frasco de alabastro lleno de perfume y "poni¨¦ndose a sus pies, comenz¨® a llorar y con sus l¨¢grimas le mojaba los pies y con su melena se los secaba" (Evangelio de Lucas, 7). Otros textos del Nuevo Testamento la presentan pose¨ªda por siete demonios y seguidora de Jes¨²s m¨¢s tarde, e incluso como la hermana de L¨¢zaro, el resucitado por el fundador de la finalmente secta jud¨ªa llamada de los cristianos.
LA MAGDALENA EL ?LTIMO TAB? DEL CRISTIANISMO
Juan Arias
Aguilar. Madrid, 2005
227 p¨¢ginas. 15 euros
Lo cierto es que durante siglos Mar¨ªa Magdalena es una figura de la cristiandad, la santa m¨¢s popular despu¨¦s de la virgen Mar¨ªa, usadas ambas por la jerarqu¨ªa para expandir como teol¨®gico un mensaje ambiguo sobre la sexualidad y, sobre todo, para convertir en secundario el papel de la mujer en la Iglesia cat¨®lica y en la sociedad misma.
De todo esto trata con suma sabidur¨ªa y c¨²mulo de datos este libro del te¨®logo y periodista Juan Arias. Antes estudi¨® las figuras de Jes¨²s y Mar¨ªa. La tesis ahora es que entre el fundador revolucionario y esta inquietante figura hubo incluso una apasionada relaci¨®n de amor y que Mar¨ªa Magdalena fue una pieza principal en los comienzos del cristianismo. Con la virgen ser¨ªa, por tanto, la otra gran traici¨®n de una Iglesia marcada por el machismo. Demasiado para Roma, sin duda.
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