Subcontratados, explotados, irregulares y estafados
La proliferaci¨®n de mafias dificulta el control y la seguridad de miles de portugueses que trabajan en la construcci¨®n en Espa?a
El despertador sonar¨¢ el lunes a las cinco de la ma?ana en el domicilio de Oporto de Antonio Fern¨¢ndes Da Silva, encofrador de profesi¨®n y patr¨®n en quiebra. A sus 53 a?os mal llevados, la crisis econ¨®mica portuguesa le ha obligado a ponerse a las ¨®rdenes de una sociedad subcontratada para la construcci¨®n de un gran centro comercial en Vigo, adonde se dirigir¨¢ con otros compa?eros en una furgoneta de la empresa. Le esperan casi dos horas de viaje, otras 11 de jornada laboral, cinco d¨ªas de convivencia con otros tantos obreros portugueses en un peque?o piso de la ciudad y un salario que no alcanza los 1.500 euros.
Pero Antonio est¨¢ lejos de maldecir su suerte. Tras una capa de polvillo de cemento que le endurece el bigote y difumina sus facciones, se acuerda de aquellos que siguen trabajando en su pa¨ªs por la mitad de dinero que ¨¦l gana. Y no parece importarle demasiado que los espa?oles que trabajan en la misma obra se lleven casi el doble. "En Portugal hay muy poco trabajo y muy poco dinero. All¨ª muchos obreros no pasan del salario m¨ªnimo, 374,70 euros; aqu¨ª se anda por el doble", asegura.
Los sindicatos calculan que 12.000 portugueses trabajan en Espa?a de forma irregular
Los mafiosos se quedan con un 30% del sueldo de los trabajadores, que cobran unos 496 euros
Antonio es s¨®lo uno entre decenas de portugueses que trabajan en la obra que ya toma forma en un margen de la Gran V¨ªa viguesa, en cuya construcci¨®n han participado hasta nueve subcontratas del pa¨ªs vecino. De los casi 50.000 trabajadores portugueses inscritos en la Seguridad Social espa?ola, seg¨²n el Ministerio de Trabajo portugu¨¦s, una gran mayor¨ªa trabaja para subcontratas del sector de la construcci¨®n. En julio pasado ese ministerio ten¨ªa registrados 48.463 emigrantes regulares, casi un 10% m¨¢s que en abril anterior. Pero todo hace indicar que la cifra real, si contamos los irregulares, es bastante mayor.
En Galicia, por ejemplo, los portugueses registrados por la comunidad aut¨®noma no superan los 5.000, pero seg¨²n Javier Dongil, secretario de Acci¨®n Sindical de CC OO en esa comunidad, podr¨ªan alcanzar los 30.000, incluyendo los temporales, los que cruzan la frontera a diario para trabajar en Espa?a, contratados por empresas o intermediarios portugueses, y regresan a dormir a sus casas.
Los sindicatos lusos calculan que hay unos 12.000 portugueses trabajando de forma clandestina, sin contrato ni seguridad social, en Espa?a. "Es casi imposible cuantificarlo, pero hay zonas del norte de Portugal en las que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n masculina cruza la frontera cada d¨ªa para trabajar", dice Albano Ribeiro, presidente del Sindicato de Trabajadores de la Construcci¨®n Civil y Obras P¨²blicas del Norte. Y, si no se hace algo r¨¢pido, la cifra seguir¨¢ creciendo: "En enero y febrero van a quedarse en la calle otros 6.000 obreros portugueses".
Explotaci¨®n, abusos, comisionistas, subcontrataci¨®n, peores sueldos, trabajos peligrosos, jornadas interminables... Todas estas palabras aparecen a menudo en los medios portugueses al hablar de la emigraci¨®n temporal a Espa?a. Y han aparecido con mucha m¨¢s fuerza a ra¨ªz del accidente de Almu?¨¦car (Granada), el d¨ªa 7.
"No es casualidad que, de seis muertos, cinco fueran portugueses", dice Ribeiro, que tras un periplo por Espa?a en marzo pasado, visitando los cientos de obras donde trabajan portugueses, ha denunciado la situaci¨®n generalizada de irregularidad, precariedad, subcontrataci¨®n concatenada, estafa, evasi¨®n fiscal, siniestralidad y muerte que se vive en el sector.
Ribeiro explica c¨®mo funciona ese submundo en el que vive "al menos el 60% de los 20.000 obreros temporales" que trabajan desde hace dos a?os en Espa?a, a ra¨ªz del a crisis portuguesa del ladrillo: "Las mafias de engajadores (comisionistas) los contratan aqu¨ª por el mismo precio que si fueran a trabajar en Portugal, pero con el reclamo de mejores salarios. Cada engajador tiene centenares de trabajadores a su cargo; y a cada uno le retienen en torno al 30% del salario, en concepto de costos de traslado y manutenci¨®n. Ellos mismos se encargan de cobrar a las empresas espa?olas, que pagan en realidad salarios muy parecidos a los espa?oles, y luego reparten el dinero a los trabajadores". Descontada la mordida, a esos trabajadores les suele quedar a fin de mes, seg¨²n los sindicatos, poco m¨¢s del salario sectorial portugu¨¦s, que es de 496 euros. "Un trabajador espa?ol que est¨¦ ocho horas y cinco d¨ªas a la semana en el andamio gana 1.400 euros. Los portugueses tienen que trabajar 12 horas diarias y los s¨¢bados para ganar lo mismo", afirma Ribeiro. Muchos trabajan de sol a sol, en lugares peligrosos y haciendo tareas para las que no siempre est¨¢n capacitados.
Esas redes mafiosas "no tienen sede ni oficina, ni registro legal, ni inmovilizados, ni hacen declaraci¨®n de Hacienda". Seg¨²n el sindicato levantan "inmensas fortunas en muy poco tiempo" y operan entre Espa?a, Francia y Portugal. "Cuando tienen problemas con alg¨²n patr¨®n, trasladan a los obreros a otro pa¨ªs", subraya. Pero, a pesar de ser fantasmas, los engajadores son muy f¨¢ciles de detectar, afirma Albano Ribeiro. "Ser¨ªa muy f¨¢cil para la polic¨ªa detenerlos", asegura.
El dirigente sindicalista cree que todo esto es un reflejo de la ilegalidad en la que campa el sector luso de la construcci¨®n: "De las 20.000 empresas de la construcci¨®n de ra¨ªz y a las obras, la mitad no cumple sus obligaciones legales".
Si tras el accidente de Granada el Ministerio de Exteriores portugu¨¦s dej¨® caer la duda sobre la Douro Montemuro (que finalmente no era una de estas empresas fantasma, en apariencia tiene todos los papeles en regla) es porque sabe que esas redes de comisionistas, existen hace tiempo. "Creemos que trabajan sobre todo para particulares, en el campo, las vendimias y la construcci¨®n", admite Enrique Villar, responsable de la Consejer¨ªa de Trabajo de la Embajada de Espa?a en Lisboa, que niega que contratar con engajadores sea "una pr¨¢ctica sistem¨¢tica de los empresarios espa?oles".
Esa actividad, la intermediaci¨®n laboral con fines de lucro, est¨¢ prohibida por la Ley 45/99. Seg¨²n esa ley, las empresas que desplazan mano de obra est¨¢n obligadas a comunicar la llegada de los trabajadores a las autoridades laborales de la comunidad donde vayan a operar y deben respetar las tablas salariales, las regulaciones de seguridad, horas extras...
El problema, dice Jos¨¦ Caballero, es que las inspecciones de trabajo no suelen llegar a comprobar nada de eso "si el empresario antes no comunica que hay alguien trabajando, es imposible que llegue la inspecci¨®n". Aunque cuando llega tampoco parece servir de mucho. Incluso en obras tan p¨²blicas como la de Almu?¨¦car se hac¨ªan jornadas demasiado largas como para que el trabajo no se convirtiera en un riesgo. Villar recuerda que existe una comisi¨®n conjunta de los ministerios de Trabajo de Espa?a y Portugal que analiza este fen¨®meno al menos una vez al a?o. La ¨²ltima reuni¨®n se produjo en mayo. Y ayer, los ministros de Trabajo de ambos pa¨ªses abordaron este tema en la cumbre de ?vora.
A sus 30 a?os, Paulo Costa pas¨® por todo tipo de obras en Madrid, Barcelona, Le¨®n, Tenerife y Toledo. Ahora, en Vigo, se siente afortunado porque puede pasar los fines de semana con su familia y porque su trabajo, de instalador de pavimentos, no entra?a los riesgos de otros compatriotas. Eso s¨ª: "Dos horas diarias m¨¢s de trabajo que los espa?oles no me las quita nadie", garantiza. ?l anda por las nueve, "lo normal".
Una nueva forma de emigraci¨®n
Portugal es en estos momentos uno de los grandes viveros de mano de obra barata para Espa?a, tal y como lo eran los dos pa¨ªses hace 30 ¨® 40 a?os para naciones como Francia, donde 788.603 portugueses de primera, segunda y tercera generaci¨®n viven all¨ª todav¨ªa o Inglaterra, con 200.000.
La emigraci¨®n portuguesa actual ya no se limita al sector agr¨ªcola y de la construcci¨®n. Un 20% de los licenciados est¨¢ trabajando fuera de su pa¨ªs, seg¨²n un reciente informe del Banco Mundial. Las cifras globales m¨¢s recientes son impresionantes: hay 4,8 millones de emigrantes portugueses o descendientes de portugueses -el pa¨ªs tiene una poblaci¨®n de 10 millones de habitantes- repartidos por los cinco continentes. 1.386.292 personas en Europa, 2.993.127 en Am¨¦rica, unas 300.000 en ?frica, cerca de 30.000 en Asia y m¨¢s de 55.000 en Ocean¨ªa.
El profesor Jorge Carvalho, de la Universidade de Aveiro, ha escrito que "la emigraci¨®n portuguesa, legal o clandestina, y su expresi¨®n en todos los estratos de edad, confirma su antig¨¹edad y las ra¨ªces hist¨®ricas de este movimiento". La prolongada crisis econ¨®mica y las profundas desigualdades parecen estar en el origen de esta nueva ola de emigraci¨®n precaria, peligrosa, temporal y subcontratada a Espa?a. En los ¨²ltimos a?os, el sector de la construcci¨®n en el pa¨ªs ha perdido 77.000 puestos de trabajo.
Como contaba estos d¨ªas Ac?cio Monteiro, un habitante de Sinf?es, la localidad en la que ten¨ªa hace dos a?os su sede Douro Montemuro, "de aqu¨ª se van muchos hombres a Espa?a; por ejemplo mi hijo lleva a ciento y pico cada d¨ªa".
Muchos de ellos son tan inexpertos como M¨¢rcio Ferreira Meneses, el m¨¢s joven de los cinco portugueses fallecidos el d¨ªa 7 en el accidente de Almu?¨¦car. Como otros j¨®venes de esta regi¨®n que un d¨ªa fue pr¨®spera y que dej¨® de serlo cuando cerr¨® la f¨¢brica de muebles, Ferreira Meneses, de 19 a?os, fue captado para trabajar en la construcci¨®n reci¨¦n acabado el colegio.
Su primo V¨ªtor, que se ocupaba de organizar el transporte y alojamiento para Douro Montemuro, le consigui¨® el contrato. Hace un mes y medio, M¨¢rcio se fue al barrio de Torrecuevas de Almu?¨¦car. All¨ª ten¨ªa familia. Seg¨²n su relato, M¨¢rcio trabajaba diez horas y media diarias.
"Buscan mejores salarios, viven juntos en casas alquiladas por la empresa, gastan poco, y cada tres semanas vuelven a casa con dinero fresco y ven a la familia", contaba su primo V¨ªtor.
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