Florian¨®polis, capricho insular

Las piedras de la isla parece que van a salir volando. Todo es tan liviano en Florian¨®polis que puede pensarse que los dos puentes que unen la isla con el Brasil continental est¨¢n puestos all¨ª para sujetarla. ?Temen que aquel pedazo de tierra verde con forma de papel arrugado se vaya a la deriva? Exactamente a mitad de camino entre Buenos Aires y R¨ªo de Janeiro, este municipio con nombre griego divide su territorio entre una faja costera del continente y la incre¨ªble isla de Santa Catarina, tambi¨¦n llamada Florian¨®polis.

Parece nacida de una alucinaci¨®n colectiva, pero cuando su gente, de sangre africana, portuguesa, espa?ola y azoriana, despert¨®, la isla segu¨ªa estando all¨ª. Su posici¨®n estrat¨¦gica, muy cerca del meridiano que divid¨ªa el Nuevo Mundo entre espa?oles y portugueses, la convirti¨® en pasto de conquista para ambos. Por eso sus 280.000 habitantes de sonrisa de zamba y voz de caipiri?a hablan ambos idiomas y viven con las puertas abiertas. Isla grande, mundo en miniatura: sus bosques m¨¢s altos parecen colonias de br¨®colis, sus muchos r¨ªos son fr¨¢giles l¨ªneas de agua sobre la tierra, y sus dunas fueron prestadas de un jard¨ªn oriental. Lo ¨²nico interminable en Florian¨®polis son sus 42 playas, cercadas por dunas que son como diques naturales para que el mar no llegue a tocar las puertas.

El sur naturista

Dicen que la isla tiene forma de embudo, por eso los lugare?os recomiendan comenzar la visita por la parte de abajo, como para que el ¨¢nimo vaya subiendo de tono desde el sur naturista y ensimismado hasta el norte cosmopolita. Pantano do Sul se llama el pueblo inevitable para fijar un primer centro de operaciones (l¨¦ase ocio al cien por cien). Desde que uno pisa la arena de sus calles llama la atenci¨®n que sobre muros y balcones penden carteles: "Aluga se casa". No es que la joven Aluga por fin vaya a contraer matrimonio y todo el pueblo lo anuncie, quiere decir simplemente que "se alquila casa". Porque en Florian¨®polis todo el mundo alquila habitaciones y pisos con terrazas sobre el mar a un precio de no irse nunca. Ya nos agarra el fin de semana en el sur, y nos han dicho que la playa se llena de gente de S?o Paulo. Pero llegado el caso apenas verificamos una densidad demogr¨¢fica donde la pareja m¨¢s cercana est¨¢ a cincuenta metros. Ideal para quien desea que el pr¨®jimo no est¨¦ demasiado pr¨®ximo. Desde Pantano do Sul, a una hora de trekking o a quince minutos en bote, se llega a la playa naturista de Lagoinha do Leste. Aqu¨ª el bar m¨¢s pr¨®spero es un vendedor ambulante que ofrece cervezas, y el restaurante m¨¢s pantagru¨¦lico es el mismo vendedor ofertando un s¨¢ndwich, pero posee una selva atl¨¢ntica que se nos mete en el ¨¢nimo y echa ra¨ªces.

El centro bohemio

Est¨¢, literalmente, a medio camino entre el silencio (sur) y la algarab¨ªa (norte). Hostales y villas, restaurantes, chiringuitos y pubs parecen cumplir un decreto municipal que consiste en contratar siempre a alg¨²n guitarrista que interprete a Bob Marley en portugu¨¦s. Hay capoheira, caipiri?as y capitanes de botes para navegar a los cayos colindantes. Es la zona bohemia de la isla, con artesanos del mundo entero y surfers. El centro festeja en julio la Festa da Tainh, una feria organizada por la comunidad local que atrae a visitantes de todas partes a comprar tangas, tambores y m¨¢scaras de carnaval. Muy cerca est¨¢ Lagoa do Peri, la mayor laguna de la costa catarinense, con playas en sus m¨¢rgenes dulces y parrilladas bajo los ¨¢rboles. En casi toda la zona se come por peso: los alimentos t¨ªpicos de Brasil caen sobre los platos y los platos caen sobre una pesa al costado de la caja. Y el asombrado visitante paga por los kilos que quiera incorporarle a su cuerpo. Ser delgado sale barato; ser gordo, tambi¨¦n.

El norte y la noche

Una magn¨ªfica paradoja donde la naturaleza hace una parte y las mujeres y los hombres hacen el resto: el norte posee las aguas m¨¢s mansas y tibias de la isla lamiendo la tierra m¨¢s ruidosa. Siguiendo el proverbio, de las aguas inquietas del sur, l¨ªbreme Dios, que de las mansas del norte es mejor no librarse durante una semana de juerga constante.

Es la playa de Canasvieiras, donde se habla portu?ol y la gente desayuna caipiri?as, el lugar para salir de marcha. El paisaje lucha por seguir estando entre los bares, restaurantes, hoteles, boutiques, c¨¢mping y toda la estructura necesaria para una estancia donde el tiempo no alcanza. Playa los Ingleses es una de las de mayor infraestructura en toda la isla. Cuenta con bares, estaciones de servicios y muchas residencias de verano para alquilar. Su faja de arena parece el imperio de la juerga donde el sol nunca se pone: cinco kil¨®metros de largo se nos quedan cortos.

Todo lo dem¨¢s

Y como no s¨®lo de arena y agua viven Adanes y Evas vacacionistas, hacia adentro hay un centro urbano con bulevares, cines y cadenas de tiendas que van de lo aut¨®ctono a los dise?os m¨¢s vanguardistas. El fondo del mar es un c¨®ctel con las dos corrientes mar¨ªtimas del pa¨ªs. No es dif¨ªcil encontrar un pez ¨¢ngel emperador, de los tr¨®picos, y un ping¨¹ino o una ballena merodeando por el sur. M¨¢s de treinta islas menores orbitan la isla madre, s¨®lo hay que alquilar un bote para ver aves, contar orqu¨ªdeas silvestres o jugar a hacerse n¨¢ufrago. Pero el tesoro m¨¢s evidente de Floripa (porque a estas alturas ya estamos autorizados a nombrarla como lo hacen los lugare?os) es el car¨¢cter de quienes la habitan. Todo es tan ligero y diligente en la isla que uno puede llegar a temer que en medio de un rapto de entusiasmo et¨ªlico sus habitantes decidan situarse en su per¨ªmetro, y cada uno blandiendo un remo empiecen a navegar desplazando aquel trozo de bosques y r¨ªos hasta otro continente: que si el viajero no viene a Florian¨®polis, Florian¨®polis entera se va por ah¨ª a saludar al viajero.

Ronaldo Men¨¦ndez (La Habana, 1970) es autor de los cuentos De modo que esto es la muerte (Lengua de Trapo, 2002)