Erosi¨®n de las libertades
Erosi¨®n de las libertades. Cuatro palabras que resumen cuatro a?os. Desde el 11 de septiembre de 2001 hemos visto una erosi¨®n de las libertades en la mayor¨ªa de las democracias establecidas. Si Osama Bin Laden est¨¢ todav¨ªa vivo, debe de estar carcaje¨¢ndose. Porque esto es exactamente lo que quieren terroristas como los de Al Qaeda: que las democracias reaccionen de forma exagerada y revelen su verdadero rostro opresivo para, de esa forma, ganar m¨¢s voluntarios para la causa del terrorismo suicida. No debemos entrar en su juego. En el siempre dif¨ªcil equilibrio entre libertad y seguridad, estamos inclin¨¢ndonos demasiado por la seguridad. Peor a¨²n: el resultado es que estamos cada vez menos a salvo.
Tras la invasi¨®n de Afganist¨¢n, totalmente justificada, la Gran Breta?a de Blair dio una p¨¢tina de legitimidad a la injustificada invasi¨®n de Irak
Gran Breta?a deber¨ªa implantar las tarjetas de identidad, siempre que existan controles sobre la informaci¨®n contenida en ellas
El fil¨®sofo estadounidense Allen Wood destacaba en un seminario en Oxford que "la condena a muerte no sirve de nada contra los terroristas suicidas"
Qu¨¦ distinto parec¨ªa todo hace unos a?os, al comenzar el siglo. Un escritor estadounidense resumi¨® el resultado de las tit¨¢nicas luchas ideol¨®gicas del siglo XX con estas palabras: "Venci¨® la libertad". Un triunfalismo simplista y prematuro, quiz¨¢, pero es cierto que las tres ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo pasado presenciaron una extraordinaria expansi¨®n de las libertades: desde Grecia, Portugal y Espa?a, que se deshicieron de sus juntas y sus dictadores, hasta la conversi¨®n de Latinoam¨¦rica a la democracia, pasando por las revoluciones de terciopelo en Filipinas, Europa central y Sur¨¢frica, y culminando en el derrocamiento de Slobodan Milosevic. Para los amantes de la libertad, la historia parec¨ªa ir por nuevos derroteros. En Gran Breta?a, la llegada de Tony Blair trajo promesas de reforma constitucional y m¨¢s libertad de informaci¨®n, as¨ª como la inclusi¨®n de las garant¨ªas europeas en materia de derechos en las leyes nacionales a trav¨¦s de la Ley de Derechos Humanos. Parec¨ªa que ¨ªbamos a ser m¨¢s libres.
Lo que Bush llama machacar
Entonces se produjo la ca¨ªda de las Torres Gemelas en Nueva York; el verdadero comienzo del siglo XXI. Desde ese momento hemos ido siempre de lado o hacia atr¨¢s en nuestro esfuerzo por reaccionar ante una amenaza real. Empezamos con mal pie desde el primer d¨ªa. Como cuenta el antiguo responsable de la lucha antiterrorista en Estados Unidos, Richard Clarke, cuando, en la noche del 11 de septiembre de 2001 le recordaron a George W. Bush las restricciones del derecho internacional, el presidente estadounidense grit¨®: "No me importa lo que digan los abogados internacionales, vamos a machacarlos".
Machacarlos, al final, no s¨®lo signific¨® la invasi¨®n de Irak, sino tambi¨¦n Abu Ghraib, Guant¨¢namo y, seg¨²n se est¨¢ sabiendo ahora, seguramente otras prisiones secretas en las que hubo personas encerradas y torturadas en un limbo sin ley. Al parecer, el vicepresidente Cheney est¨¢ haciendo todo lo posible para eximir a la CIA de una ley, propuesta por el republicano conservador y ex prisionero de guerra John McCain, que prohibir¨ªa a todas las tropas y todas las agencias estadounidenses emplear la tortura. Dentro de sus fronteras, la Ley Patri¨®tica permite unas invasiones habituales de la intimidad y unas restricciones de las libertades civiles que nunca se habr¨ªan aprobado antes del 11 de septiembre. Las palabras que componen la letra de America, the beautiful, "confirma tu alma domin¨¢ndote / tu libertad en la ley", parecen haber quedado olvidadas en la "guerra global contra el terrorismo", lo que Bush llama machacar.
Por desgracia, Gran Breta?a, que era un modelo de libertad desde antes de que se inventara Estados Unidos -si cabe alguna duda, lean las cartas de Voltaire sobre la ¨¦poca que vivi¨® en Inglaterra, publicadas en 1734-, ha seguido sus pasos. Tras la invasi¨®n de Afganist¨¢n, totalmente justificada, la Gran Breta?a de Tony Blair dio una p¨¢tina de legitimidad internacional a la injustificada invasi¨®n de Irak. All¨ª, parece que incluso las propias tropas brit¨¢nicas se han visto reducidas, en circunstancias de extrema coerci¨®n, a ciertas pr¨¢cticas de las que no podemos enorgullecernos. En nuestro pa¨ªs hemos visto sucesivos endurecimientos de la legislaci¨®n antiterrorista, o, para decirlo de otra forma, sucesivas erosiones de la Ley de Derechos Humanos y otras libertades individuales m¨¢s antiguas, garantizadas por el derecho consuetudinario, como el habeas corpus. Todo ello ha culminado en la reciente propuesta de retener a los sospechosos de terrorismo durante 90 d¨ªas sin cargos. Tanto la legislaci¨®n para prohibir la "glorificaci¨®n" del terrorismo como el torpe intento de proteger a los musulmanes mediante la penalizaci¨®n de la "incitaci¨®n al odio religioso", un concepto mal definido, son una amenaza para la libertad de expresi¨®n. De pronto, los brit¨¢nicos nos vemos en la surrealista posici¨®n de tener que depender de unos lores no elegidos y de los conservadores para la defensa de nuestras libertades.
Mientras tanto, al otro lado del canal, Francia acaba de extender la vigencia del "estado de emergencia" de 12 d¨ªas a tres meses. La causa directa es distinta, pero el resultado tambi¨¦n es una erosi¨®n de las libertades. El ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, amenaza con enviar a los j¨®venes amotinados a "su pa¨ªs de origen", aunque nunca hayan vivido en ¨¦l, puedan no tener all¨ª a nadie que cuide de ellos y, tal vez, ni siquiera hablen la lengua. A los presos franceses que estaban en Guant¨¢namo los repatriaron, s¨®lo para volver a encerrarlos en Francia. La prohibici¨®n, por parte de la Rep¨²blica Francesa, del pa?uelo isl¨¢mico en las escuelas es otra infracci¨®n, relativamente leve pero importante -y, en mi opini¨®n, totalmente contraproducente-, de una libertad individual.
Las tres tierras cl¨¢sicas
Es decir, en las tres tierras cl¨¢sicas de la libertad occidental, Estados Unidos, Francia e Inglaterra, hemos sido testigos de la erosi¨®n de las libertades. Por supuesto, no hay que pecar de ingenuos. Como vimos el 7 de julio en Londres, y antes en Madrid, Bali y Nueva York, estamos ante amenazas de un tipo nuevo y terrible. Ya nos recordaba siempre el gran fil¨®sofo Isaiah Berlin que no podemos tener todo lo bueno al mismo tiempo. Tenemos que sacrificar alguna cosa entre los bienes p¨²blicos que deseamos, y el sacrificio necesario entre libertad y seguridad es uno de los m¨¢s fundamentales en pol¨ªtica. Los totalitarismos del siglo XX nos promet¨ªan m¨¢s seguridad a cambio de menos libertad. En las democracias liberales, en general, aceptamos menos seguridad a cambio de m¨¢s libertad.
Frente a los terroristas suicidas de la yihad, debemos revisar ese equilibrio de contrapartidas y tal vez hacer algunos ajustes. Con todo lo irritantes que resultan, supongo que los estrictos controles de seguridad en aeropuertos, estaciones ferroviarias y edificios p¨²blicos son necesarios. A diferencia de muchos liberales brit¨¢nicos, tambi¨¦n creo que Gran Breta?a deber¨ªa implantar las tarjetas de identidad, siempre que (y eso est¨¢ por ver) funcionen como es debido y existan los controles debidos sobre la informaci¨®n contenida en ellas. Cuando leo que los servicios de seguridad brit¨¢nicos, MI-5, est¨¢n reclutando a 800 esp¨ªas m¨¢s para combatir la amenaza del terrorismo isl¨¢mico, me inquieta, pero puedo ver la justificaci¨®n. Ahora bien, en cualquier caso, necesitamos que nos convenzan de que la disminuci¨®n de las libertades va a producir un incremento proporcional de la seguridad.
Lo imperdonable es la medida que nos quita libertad y seguridad a la vez. En los ¨²ltimos tiempos hemos tenido demasiadas medidas de esas: acciones dirigidas a prevenir la existencia de terroristas suicidas, que terminan engendrando m¨¢s. El otro d¨ªa, dentro del ciclo de conferencias Isaiah Berlin en Oxford, el fil¨®sofo estadounidense Allen Wood destacaba que "la condena a muerte no sirve de nada contra los terroristas suicidas". No era una mera broma filos¨®fica algo macabra, sino que expresaba una verdad m¨¢s profunda. Como acaba de recordarnos el jefe de la polic¨ªa metropolitana de Londres, sir Ian Blair, el mayor reto que afronta despu¨¦s del 11-S, no s¨®lo la labor policial, sino la pol¨ªtica occidental en su conjunto, es el de ayudar a crear unas condiciones en las que, para empezar, nadie se haga terrorista suicida.
Quiz¨¢ podamos aprender una lecci¨®n del siglo pasado. El resumen que hac¨ªa el escritor estadounidense -"venci¨® la libertad"- no andaba muy equivocado. No fueron los asesinatos encubiertos ni los chanchullos de la CIA los que ganaron la guerra fr¨ªa. Fue el ejemplo magn¨¦tico de las sociedades libres, pr¨®speras y respetuosas de la ley. Ese ejemplo vali¨® tanto como mil bombas nucleares o bombarderos fantasma. Ninguna arma conocida por el hombre es m¨¢s poderosa que la libertad dentro de la ley.
www.freeworldweb.net Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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