Franco, aquel hombre
Desconocido
No es preciso compartir consignas del tipo de que los pueblos que ignoran su historia est¨¢n condenados a repetirla para extra?arse de la ignorancia juvenil ante una figura de tan singular relieve hist¨®rico como la del general Franco
Al margen de la mandanga interesada sobre el origen de la guerra civil, lo cierto es que 30 a?os despu¨¦s de su tumultuosa muerte son decenas de miles los j¨®venes que lo ignoran todo sobre la figura del general Franco, aquel africanista de bigotito que no tuvo otro remedio que responder a la conjura de la izquierda con una tremenda guerra de la que todav¨ªa no nos hemos recuperado. ?Memoria hist¨®rica? S¨ª, pero no por nuestra casa. Cualquier estudiante de ESO sabe qui¨¦n fue Julio C¨¦sar o Hitler con pelos y se?ales, sobre todo se?ales, mientras que lo ignora casi todo sobre las correr¨ªas de Franco, salvo que le suene de alguna estatua ecuestre perdida en alguna plaza de provincias. Suerte que tienen, porque, cuestiones de origen aparte, en los que sufrimos durante tanto tiempo su benem¨¦rita dictadura todav¨ªa persiste una jeta que oscila entre la del tonto de pueblo y la m¨¢s propia de un imborrable estupor.
Perenne el agua
De entre todas las fantas¨ªas recurrentes de Francisco Camps ninguna le proporciona tanta distracci¨®n como las de contenido acu¨¢tico, ese lamento perpetuo sobre las aguas de los r¨ªos que se pierden en la mar, que es el morir de esta comunidad. Sin embargo, estos d¨ªas ha llovido por aqu¨ª lo bastante como para preguntarse d¨®nde han ido a parar tantas aguas y tantos lodos, incluso atascando las cloacas, sin que previamente se hubieran tomado las medidas oportunas para evitar tanto despilfarro. Seg¨²n la perseverante ignorancia de nuestro president, all¨ª donde hay un s¨®tano inundado se echar¨ªa en falta la infraestructura que canalice el agua, en lugar de tener que despejarla a escobazos. ?Cu¨¢nta agua cae y d¨®nde, con qu¨¦ frecuencia, con qu¨¦ posibilidades de reutilizaci¨®n? Pocos lo saben, pero entre ellos no se encuentra, a buen seguro, nuestro querido presidente.
Corrupci¨®n tr¨¢nsfuga
A santo de qu¨¦ va a existir corrupci¨®n en el pep¨¦ valenciano, si son todos unos angelitos, incluido ese parlamentario que se desplaza con esca?o incorporado todav¨ªa un poco m¨¢s a la derecha. Se tensa as¨ª un arco que permite de extranjis la entrada en sede parlamentaria de un pol¨ªtico de las recias caracter¨ªsticas de Garc¨ªa Sentandreu, templado entre la obediencia falangista y las broncas callejeras de palo y tentetieso. Cierto que todo eso ocurre tambi¨¦n en las mejores familias, aunque nadie ponga en duda que tambi¨¦n lo es ¨¦sta de la que hablamos, y no es menos cierto que conviene enmarcar tan valiente decisi¨®n en la inexplicada fractura que est¨¢ a punto de deshacer la unidad de los populares en este territorio. O alguien maneja los hilos sin importarle las consecuencias, o estamos ante el turbio final de un periodo de esplendor.
Y lo que vendr¨¢
Cualquiera puede pensar que lo que Alicia de Miguel quiso decir hace unos d¨ªas es que cuando molest¨® Luis Fernando Cartagena se le dej¨® caer sin demasiadas contemplaciones, quiz¨¢s porque no cont¨® con el apoyo de manifestaciones de monjitas esquilmadas en su favor. Pero tampoco Carlos Fabra padece de manifestaciones callejeras en su provecho y ah¨ª lo tienen ustedes, m¨¢s fresco que un cardo, aunque encausado m¨¢s o menos en tres o cuatro asuntillos de cierto relumbre nacional. El misterio, quiz¨¢s tambi¨¦n para la maravillosa Alicia, es que su jefe no le permita estrellarse de una vez por todas, quiz¨¢s debido a que el president le preceder¨ªa en el estrellato de los ca¨ªdos. Y si nadie se da por aludido, habr¨¢ que suponer que no se trata de una conspiraci¨®n de silencio sino de la certidumbre ausente de que todos se niegan a responder por alusiones. No vaya a ser el caso.
Ni l¨ªderes ni objetivos
Estamos rodeados de revueltas singulares, que rara vez encajan en el arsenal de cajetillas que los intelectuales y sus sosias medi¨¢ticos acostumbran a utilizar tanto ante el temor a un c¨¢ncer como para explicar la maduraci¨®n del tomate seg¨²n las fases de la Luna. Lo que est¨¢ pasando en Francia -por m¨¢s que Eduardo Mendoza lo banalice hasta la consumaci¨®n- tiene m¨¢s de un punto de conexi¨®n con aquel situacionismo de Guy Debord en el que se trataba de incordiar casi para nada. Es una queja ante lo confortable, desde la sospecha de que detr¨¢s de todo ello se expresa una segregaci¨®n nada espont¨¢nea que rara vez integra m¨¢s que excluye. Y ninguna f¨®rmula m¨¢s expeditiva e in¨²til para manifestarlo que la quema masiva de autom¨®viles, una curiosa manera de impedir la velocidad de los acontecimientos por parte de quienes perciben su vida como una sucesi¨®n inm¨®vil de presentes sin futuro. Quiz¨¢s seguir¨¢n con los aviones. Y mira que Marcuse lo ten¨ªa avisado en su vetusta Intervenci¨®n en Korkul.
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