La lluvia, ¨²nica ducha hasta Sur¨¢frica
Despu¨¦s de cinco d¨ªas de la salida de Vigo, la vida a bordo del Ericsson se ha normalizado. Los primeros d¨ªas cogieron a la flota desprevenida y las aver¨ªas dejaron a dos de nuestros principales rivales fuera de combate. El calor y los peces voladores han aparecido, estamos navegando en el tr¨®pico y los trajes de agua se quedan colgados en el interior. S¨®lo alg¨²n que otro chubasco de las nubes negras nos moja con agua dulce, lo que es de agradecer porque ser¨¢ la ¨²nica ducha hasta Ciudad del Cabo. Estas nubes negras que nos traen agua dulce nos llevan de cabeza con sus cambios bruscos de direcci¨®n e intensidad de viento. El interior del barco, a pesar de que se intenta poner orden diariamente, es una leonera. No hay tiempo para otra cosa que para llevar el barco lo mas r¨¢pido que podamos. Hemos recuperado millas sobre los dos ABN AMRO y el Brasil 1, despu¨¦s de que el segundo d¨ªa rompi¨¦ramos una driza y cayera el spy fraccionado al agua, nos cost¨® una hora recoger lo que quedaba de ¨¦l y seguir. Tambi¨¦n los primeros d¨ªas pasaron factura f¨ªsica a algunos tripulantes, entre ellos el abajo firmante, con el resultado del in¨²til dedo me?ique roto, o eso es lo que pensaba, que no serv¨ªa m¨¢s que para hurgarse en la nariz, hasta que me lo han inmovilizado pegado al de al lado, del cual me he olvidado su nombre.
Me cuesta ponerme las botas y la ropa, por no decir lo que me cuesta bajarme la bragueta, a la vez que tengo que cogerme al barco para no caerme. Otros como Tom [Braidwood, tripulante australiano], tienen el cuerpo de morados como si les hubiera cogido por banda del Mike Tyson en sus mejores d¨ªas. Cuando el barco clava el morro en una ola a 25 nudos, y las toneladas de agua barren la cubierta, no hay dios que lo pare, y arrasa con lo que se pone en su camino. Y si son nuestras mierdas de cuerpo, pues all¨ª est¨¢ el resultado.
Calculamos que en 24 horas estaremos en la zona de los doldrums, las calmas ecuatoriales, y donde se puede decidir una parte de la regata. Hoy, en la guardia que amanece, cuando estaba llevando el tim¨®n, me he acordado de que ten¨ªa un peque?o regalo que me dio mi amigo Carlos: un sobre de lonchas de jam¨®n de Jabugo. Lo he sacado como si fuera un tesoro y me lo iba a comer solo, pero unos golpecitos en la espalda me han indicado que no iba a ser as¨ª. En un alarde de camarader¨ªa, compa?erismo y todas esas monsergas, adem¨¢s de con una dosis de mala hostia por s¨®lo disfrutar de una parte y no del todo, nos lo hemos comido, mientras el sol tropical despuntaba por el horizonte. Estaba tan bueno que el mas primitivo de los que est¨¢bamos en el ¨¢gape, o sea, el aborigen australiano, le ha mandado un par de leng¨¹etazos a la bandeja del envasado, very good mate this bacon, mate... ?Que no es bacon pedazo de bestia, es jam¨®n de Jabugo, una obra de arte en forma de comida! Le iba a decir que hecha con tus antepasados los gorrinos, pero me he cortado.
Y con estas l¨ªneas me despido de la concurrencia porque tengo que ir a dormir, o intentarlo porque en el interior ya empieza a hacer calor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.