Paz civil
El s¨¢bado pasado fui a la fiesta de cumplea?os de un viejo amigo. Hab¨ªa much¨ªsima gente, y muy variada de aspecto y edad, aunque de comportamiento abrumadoramente heterosexual. Una fiesta muy animada y bien surtida. Llev¨¢bamos all¨ª un buen rato cuando, en el centro del enorme sal¨®n donde bail¨¢bamos, charl¨¢bamos y nos re¨ªamos, un grupo de j¨®venes con jersey de cuello a la caja comenz¨®, brazo en alto, a cantar el Cara al sol. Tras el estupor inicial, y pregunt¨¢ndonos si no ser¨ªa una tosca broma de calendario, seguimos bailando como si nada. Por su parte, ellos siguieron bebiendo, tambi¨¦n como si nada. Al d¨ªa siguiente pens¨¦ bastante en este incidente, pues un domingo de resaca da para mucho. En primer lugar, sorprende sobremanera que alguien decida ponerse a cantar el Cara al sol en un cumplea?os, pero, vale, cada cual tiene sus estribillos favoritos (aunque lo cierto es que siempre empiezan a cantar los mismos, as¨ª tengan p¨¦sima voz).
Me pregunt¨¦ entonces qu¨¦ hubiera pasado en esa misma circunstancia si otro grupo cantor se hubiera arrancado, por ejemplo, a entonar, pu?o en alto, La Internacional: ?habr¨ªan seguido bailando, indiferentes, los del cuello a la caja? Comprendo que toda esta medio hip¨®tesis (media porque lo del brazo en alto sucedi¨®) suene a cantinela de otros tiempos, pero resulta que es lo que hay. Es decir, hay lo de siempre, con una diferencia: s¨®lo una banda (por no decir un bando) entona tales estribillos en los cumplea?os actuales; el resto, sigue bailando. Habr¨¢ muchos que ya estar¨¢n pregunt¨¢ndose qu¨¦ narices hac¨ªa yo en una fiesta donde puede pasar algo as¨ª. Pues s¨ª, vivo en este pa¨ªs. Y mi conclusi¨®n, por fr¨ªvola que parezca, es que lo mejor que nos puede pasar es coincidir todos de fiesta. Es decir, convivir. Siempre y cuando (pese a que sigo alucinada con semejante tema musical) la provocaci¨®n no pase de una cancioncilla.
Lo malo es cuando la cancioncilla se pasa de tono. Basta con trascender el tonto episodio de la fiesta de cumplea?os a la situaci¨®n general del momento. Sucede, como vemos, que en este pa¨ªs hay dos tendencias ideol¨®gicas mayoritarias. Vale. Sucede que son contrarias. Vale. Sucede que a la muerte del dictador fascista se lleg¨® a un delicado consenso. Vale, ?no? Por el cual se establec¨ªa la alternancia pol¨ªtica. Vale, ?no? Lo que se entiende por una democracia, ?s¨ª? Entonces, ?a qu¨¦ viene este rugido de una de las partes cuando no est¨¢ en el poder? ?A qu¨¦ viene este burdo ataque permanente? ?Su consenso era falso? ?Democracia, s¨®lo la m¨ªa? Porque sucede que siempre son los mismos (los desentonados) quienes recurren a la violencia, ya sea verbal o de otro tipo. Que m¨¢s vale no mencionar. Pero s¨ª refrescarles la lecci¨®n, porque son muy malos estudiantes.
Voy a hacerlo con otro ejemplo: hace unos d¨ªas baj¨¦ con un amigo a cotillear la ¨²ltima manifestaci¨®n de curas y radioaficionados (?perros que ladran su odio por las esquinas, como llamaba Aznar a los que nos manifest¨¢bamos contra las decisiones de su Gobierno?), principalmente porque nos pillaba al lado de casa (y, a qu¨¦ negarlo, por un morbillo perverso, ya saben c¨®mo somos los de este lado de la Gran V¨ªa). En los cinco minutos que aguantamos el panorama, me dio para poner la oreja en una conversaci¨®n que manten¨ªan un par de curas ancianos con un par de ancianas se?oras con pinta de beatas de parroquia. Dec¨ªa uno de los curas que el Rey deb¨ªa andarse con ojo, no fuera a ser que a Zapatero le diera tambi¨¦n por quitar la monarqu¨ªa y poner la rep¨²blica (sic). No intervine porque me fui a casa con los primeros s¨ªntomas de la gripe del barbour, pero me dieron ganas de intervenir y recordarle que, en lo a que a poner y quitar respecta, aqu¨ª poner y quitar, lo que se dice poner y quitar, s¨®lo han puesto y quitado los suyos: la rep¨²blica la quitaron ellos y la monarqu¨ªa la pusieron ellos. Vale. Lo digo, Padre, por si no es eso lo que ense?an con nuestro dinero en los colegios concertados.
En conclusi¨®n, que con este par de encantadores episodios quer¨ªa hacer una llamada a la paz civil. No es pueril: se van a cumplir treinta a?os del susodicho consenso y esa v¨ªa, con todas sus fallas, es la que nos permite convivir, y hasta coincidir en una fiesta. Sin picar en el anzuelo de la provocaci¨®n, seguiremos bailando. Porque tenemos memoria y, de nuestra experiencia, escogemos la paz. ?Ustedes no, se?ores de la banda de la oposici¨®n?
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