Del d¨²o al tr¨ªo
El clown de la cara blanca sabe lo que el augusto ignora. Su homo antecesor en la genealog¨ªa del teatro es el narrador oral, depositario de mitos que el pueblo escuchaba reunido en la plaza. El p¨²blico se conmueve con el augusto, prefiere su ingenuidad a la sabidur¨ªa redicha del clown. Tiene ¨¦ste algo antip¨¢tico, como si mirara por encima del hombro mientras eleva su ceja negra pintada. Es un hombre suficiente, de la estirpe de los or¨¢culos. Dirige el ritual de la representaci¨®n, teje la trama y tiende la trampa. El augusto est¨¢ all¨ª para caer en ella, limpio como el papel en blanco, expectante, listo para que escriban una historia en su piel. Clown y augusto son la autoridad y el ciudadano de a pie. Su di¨¢logo desigual, su entendimiento imposible, generan mil situaciones c¨®micas. Ev¨¦lpides y Pistetero, protagonistas de Las aves, de Arist¨®fanes, son un clown y un augusto avant-la-lettre. El molde de todos los amos y de todos los criados del teatro barroco espa?ol. El loyal, el payaso jefe de pista, es el superego del clown. Y el contraaugusto, payaso musical ¨¢gil y pizpireto, el primo acr¨®bata y travieso del augusto.
En sus obras, Arist¨®fanes prefigura el distanciamiento brechtiano y otros recursos redescubiertos por el teatro contempor¨¢neo. Los comedi¨®grafos romanos copian sus personajes y los actores del seicento los reinterpretan. Zanni y su sucesor, Arlecchino, son tatarabuelos de los payasos del circo y de los protagonistas de las grandes comedias del cine mudo. La mayor¨ªa de ¨¦stos necesita una contrafigura que les d¨¦ adecuada r¨¦plica. Charlot la encontr¨® en el bizqueante Ben Turpin y en el voluminoso Fatty Arbuckle. En Mi t¨ªo, de Jacques Tati, la torpeza de monsieur H?lot brilla m¨¢s por contraste con la rigidez de su orondo hermano. Stan Laurel y Oliver Hardy son paradigma del humor a d¨²o. Oli es el hombre sensato, impert¨¦rrito, que se va cargando de raz¨®n y de bilis a medida que Stanley provoca desastres. La pareja formada por Toni Alb¨¤ y Sergi L¨®pez reproduc¨ªa este esquema en su hilarante Brams, la komedia del herrors, turn¨¢ndose en los papeles.
El humor a tres sigue otras
reglas. El tercero en discordia suele ser el contraaugusto, un tipo que es feliz nieve o truene. Harpo Marx, con una mano en el arpa y otra en la chica de turno, es el ejemplo m¨¢s conocido. En Som i serem, espect¨¢culo que la compa?¨ªa catalana Teatre de Guerrilla ha estrenado en castellano como Somos lo que somos, Carles Xuriguera es un clown grotesco, malhumorado porque se le resecan los pies, y Rafel Faixedas, un augusto sin nariz roja que se presta a servirle durante un complicado ritual terap¨¦utico. Faixedas le lleva el agua en una c¨¢ntara de leche, la vac¨ªa en un barre?o, le sigue la corriente cuando toca ponderar las bondades del tratamiento, y completa sus frases: "?Qu¨¦ hubiera dicho el doctor Ribalta?" -Aaaagua y sal. Quim Masferrer, tercero en discordia, compone un personaje a caballo entre el carablanca ocupad¨ªsimo y el loyal que, por tener los bolsillos llenos, cree mover el cotarro. No tiene tiempo que perder, aunque no pierde ocasi¨®n de contarlo. Es la viva encarnaci¨®n del ciudadano moderno, y sus antagonistas, dos provincianos que dejan correr los d¨ªas charlando y comiendo productos de la tierra.
Tricicle es un tr¨ªo que sigue otras pautas. Paco Mir, Joan Gr¨¤cia y Carles Sans, sus integrantes, saltan de un papel a otro, difuminando los arquetipos. Por f¨ªsico, Mir podr¨ªa ser carablanca; Gr¨¤cia, augusto, y Sans, clown polivalente. En Sit, espect¨¢culo que representan en el Teatro Gran V¨ªa, de Madrid, hasta el 10 de enero, hay un n¨²mero mudo que ejemplifica su manera. Sans entra en la sala de espera desierta de un dentista, escoge asiento y suena una ventosidad producida por el coj¨ªn del sof¨¢. Como sigue haciendo ruido, se cambia al asiento contiguo... que canta como un grillo. Se pasa a un sill¨®n de orejas, que se lo traga. Lucha por escapar, sale por los aires, se incrusta en la visera de la l¨¢mpara y cae sobre el coj¨ªn inicial. Llega Mir, y Sans, sonriendo como el carablanca cuando tiende la trampa al augusto, ocupa todo el sof¨¢, para obligarle a sentarse en el sill¨®n voraz y verle pasar lo que antes pas¨® ¨¦l. El p¨²blico r¨ªe doblemente al repetirse la peripecia con un protagonista nuevo y m¨¢s infeliz. Luego, los dos se al¨ªan para hacerle la misma jugada a Gr¨¤cia, reci¨¦n llegado.
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