Desencantamiento de la pintura
He aqu¨ª un texto de Foucault que, si no es una novedad -se trata de una conferencia pronunciada en 1971, que ya tradujo al castellano la revista ER en 1997-, constituye al menos una rareza. Como ¨¦l mismo gustaba de recordar, en mayo de 1968 no estaba en Par¨ªs, sino en T¨²nez, adonde hab¨ªa ido entre otras cosas a impartir un curso sobre la pintura del quattrocento y en donde experiment¨® un aspecto de la revuelta juvenil que siempre consider¨® en cierto sentido m¨¢s "aut¨¦ntico" que el del movimiento estudiantil europeo. En 1971 vuelve al mismo escenario para hablar de Manet y para atribuir al pintor franc¨¦s un papel que entonces no muchos le reconoc¨ªan, el de haber alterado fundamentalmente el espacio en el cual se hab¨ªa venido moviendo la representaci¨®n visual desde el Renacimiento y el de preparar el terreno a todas las revoluciones pl¨¢sticas del siglo XX. Foucault no se refiere al Manet "impresionista" o "protoimpresionista" al que a¨²n remit¨ªan entonces la mayor parte de los manuales.
LA PINTURA DE MANET
Michel Foucault
Traducci¨®n de Roser Vilagrassa
Alpha Decay. Barcelona, 2004
60 p¨¢ginas. 15 euros
En el magistral an¨¢lisis de Las meninas de Vel¨¢zquez con el que se abre Las palabras y las cosas, el fil¨®sofo se?alaba el modo en que el cuadro atrapa a sus observadores como paradigma de la visibilidad cl¨¢sica: la funci¨®n del cuadro es atraer a su interior a la mirada para la que se despliega. Ese mecanismo simbolizaba todo el espacio de la representaci¨®n cl¨¢sica, ordenado en torno al sujeto soberano como el cuadro de Vel¨¢zquez est¨¢ ordenado en torno a la mirada del Rey que se refleja en el espejo.
En el trabajo de Manet ve Foucault, en cambio, la revocaci¨®n de este modelo. Y no por la t¨¦cnica dispersiva en el uso del color sino por la aparici¨®n del "cuadro-objeto", es decir, por toda una serie de dispositivos que Manet pone al servicio de la inversi¨®n de la operaci¨®n cl¨¢sica: en lugar de atrapar la mirada del espectador, expulsarla del espect¨¢culo o desmenuzarla en ¨¦l. Foucault va desgranando el modo en que Manet pone al descubierto precisamente aquello que todas las estrategias del pintor cl¨¢sico se hab¨ªan conjurado para ocultar, a saber, el lienzo bidimensional sobre el que est¨¢ representada la escena ilusoriamente tridimensional que se pinta. Esta "desilusi¨®n" o "desencantamiento" del espacio pict¨®rico se produce tambi¨¦n mediante la reducci¨®n de la iluminaci¨®n a un foco constituido por el propio lugar del espectador, que tiende a deshacer la sensaci¨®n de profundidad y a revelar de nuevo la superficialidad del cuadro.
Finalmente, el soberbio Un bar del Folies-Berg¨¨re sirve a Foucault para ejemplificar la operaci¨®n sustancial de Manet: la exclusi¨®n de ese lugar estable y absoluto en donde la representaci¨®n cl¨¢sica situaba al espectador; y, adem¨¢s, su exclusi¨®n mediante un espejo, que tiene exactamente la funci¨®n contraria al de Las meninas de Vel¨¢zquez. Manet, concluye Foucault, no invent¨® la pintura no-representativa, pero ense?¨® a los pintores el camino para escapar de la representaci¨®n. Algo que ¨¦l mismo pretendi¨® hacer en el terreno del pensamiento.
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