Las vanas profec¨ªas
'Casandra', conmovedora recreaci¨®n de Christa Wolf de la adivina troyana, se ofrece ma?ana con EL PA?S por 2,50 euros
Hay mitos de procedencias muy distintas, pero son los griegos los que siguen influyendo m¨¢s profundamente en la civilizaci¨®n occidental. La imagen de Ant¨ªgona enfrent¨¢ndose al poder, la triste peripecia que inicia Edipo cuando se ha arracado los ojos al conocer la verdad de su vida, la furia de Medea destruyendo a sus hijos: todo eso resulta pr¨®ximo y est¨¢ ah¨ª para agitar las turbulencias que se producen cuando se hurga en los interrogantes de la condici¨®n humana.
Tambi¨¦n pasa con la historia de Casandra, la hija de Pr¨ªamo, el rey troyano, y de H¨¦cuba, su esposa. Una historia que tiene lugar mientras se suceden las grandes batallas de una guerra que desencaden¨® Paris cuando rob¨® a Helena del lado de Menelao, y donde se tratan muchos de los asuntos que se repiten en todos los tiempos: el precio que hay que pagar por una traici¨®n, la palabra que anuncia el desastre y que nadie escucha, la postergaci¨®n de la mujer, el c¨¢lculo interesado con que a veces se administran las pasiones. Y detr¨¢s, como un murmullo exasperante, el dolor, el dolor y el dolor.
La versi¨®n m¨¢s com¨²n del mito de Casandra cuenta que Apolo le concedi¨® el don de la profec¨ªa a cambio de su amor, pero que ella no cumpli¨® su parte y que el dios lanz¨® entonces una maldici¨®n: que podr¨ªa adivinar el futuro, pero que dijera lo que dijera nadie le creer¨ªa. Y as¨ª ocurri¨®. La hija del rey troyano anunci¨® la guerra que librar¨ªan con los aqueos, y nadie le hizo caso. Advirti¨® de que no abrieran las puertas de la ciudad a aquel caballo, regalo de los griegos, pero todos miraron a otra parte. Lleg¨® entonces la derrota definitiva, y Casandra fue entregada como parte del bot¨ªn a Agamen¨®n, que se enamor¨® de ella y la hizo concebir dos hijos gemelos. Cuando regresaron a Grecia, la mujer del jefe griego, Clitemnestra, y su amante Egisto los esperaban para matarlos. Y Casandra lo vio, pero tampoco nadie le hizo caso.
Es en ese momento donde Christa Wolf (Landsberg an der Warthe -ahora Gorz¨®w Wielkopolski, Polonia-, 1929), una de las grandes escritoras formadas en la antigua Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, sit¨²a el arranque de su Casandra, que public¨® en 1983 y que Miguel S¨¢enz tradujo para Alfaguara en 1986. "El lenguaje del futuro s¨®lo tiene para m¨ª esta frase: hoy me han de matar", dice la adivina y, ante esa certeza, vuelve atr¨¢s, su memoria reconstruye cuanto pas¨® y su voz narra los horrores que le toc¨® vivir.
La novela es un largo mon¨®logo. El tono de Christa Wolf, cargado de lirismo, la arrastra hacia los territorios de la aut¨¦ntica tragedia, ah¨ª donde lo peor ha sucedido y la vida contin¨²a. Una manera de leer el libro es hacerlo como si se tratara de la meticulosa y exasperante cr¨®nica de una derrota, la que padecieron los troyanos frente a los griegos despu¨¦s de una cruenta guerra.
"?Qu¨¦ llamo estar viva? Lo que llamo estar viva. No retroceder ante lo m¨¢s dif¨ªcil, cambiar la imagen de s¨ª misma", dice Casandra. Y de eso da cuenta la historia que narra. De sus mudanzas, de muchacha a sacerdotisa; de los brutales cambios que se operan durante una guerra; de las transformaciones a las que obliga la derrota y el exilio. Casandra habla del miedo, y habla de la muerte a la que se dirige. Su voz sigue direcciones diferentes, rememora episodios, recupera a los hombres y mujeres con quienes convivi¨® ("Agamen¨®n el imb¨¦cil", "Aquiles la bestia"), se sumerge dentro para saber la verdad de sus afectos. "Es verdad que me llamaban hermosa, lo s¨¦, incluso la m¨¢s hermosa, pero segu¨ªan serios al decirlo", explica. Todo el tiempo tratada con la distancia que impon¨ªa su saber. Ese saber in¨²til ante el poder, apartada siempre, marginada por sus visiones que revelaban lo que iba a ocurrir y que todos prefer¨ªan ignorar.
En un momento, ya todo est¨¢ perdido. La guerra es inevitable. El horror se desata sobre Troya, y Casandra observa desde el templo de Apolo c¨®mo la tierra que tanto hab¨ªa amado se llena de cad¨¢veres. No tarda en asistir a la brutal muerte de su hermano Troilo, cuando Aquiles, en una brutal representaci¨®n del furor de la violencia, le separa de un tajo la cabeza. Pero la narraci¨®n de Christa Wolf permite que Casandra avance y retroceda. Y poco a poco va haciendo una brutal disecci¨®n del poder. Nunca lleg¨® Helena a Troya, cuenta la Casandra de la escritora alemana; se qued¨® en Egipto, pero aun as¨ª hubo guerra. Y llegaron, una tras otra, las humillaciones. Vio c¨®mo sacrificaban a su hermana Pol¨ªxena, supo del terrible destino de Briseida, se encontr¨® con su hermano H¨¦ctor poco antes de que saliera para librar su ¨²ltimo combate frente a Aquiles. Anquises, el rey Pr¨ªamo, el dolor de su madre H¨¦cuba, la fiereza de Pentesilea, su inc¨®moda relaci¨®n con P¨¢ntoo, su cautiverio cuando se enfrent¨® a los designios de los suyos, el dolor de ser violada por el Peque?o Ayax...
Pudo quiz¨¢ haberse salvado en el ¨²ltimo momento. Entonces, cuando los guerreros griegos iban a salir del caballo en el coraz¨®n de la ciudad para destruirlo todo, y Eneas hab¨ªa decidido partir con unos cuantos para fundar en alg¨²n lugar lejano una nueva Troya, y le pidi¨® que fuera con ¨¦l. "No tengo que quedarme por Troya; Troya no me necesita. Sino por nosotros. Por ti y por m¨ª", le dijo Casandra. Y luego le explic¨®: "No puedo amar a un h¨¦roe. No quiero presenciar tu transformaci¨®n en estatua".
Se qued¨®. Fue entregada a Agamen¨®n. Y supo que habr¨ªa de morir en manos de Clitemnestra. Y una vez m¨¢s, nadie hizo nada por salvarla.
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