El sida vive
Veinticinco a?os despu¨¦s en que aparecieran los primeros casos de la enfermedad del VIH / sida tenemos que recordar que esta enfermedad sigue estando presente en nuestra sociedad. El "bicho", tal como es reconocido por parte de muchos afectados, sigue vivo. Seg¨²n el Plan Nacional de Lucha contra el Sida alrededor de 150.000 espa?oles son seropositivos, aunque buena parte de ellos desconozcan esta situaci¨®n. Las tradicionales y desafortunadas asociaciones con grupos de riesgo (homosexuales, prostitutas, drogadictos) que conformaron las primeras Representaciones Sociales de la enfermedad siguen ancladas en el imaginario colectivo de la sociedad. El desconocimiento ante la nueva enfermedad fue cubierto de un manto de ideolog¨ªas y de mitos que afortunadamente la ciencia ha ido venciendo: el "castigo de Dios", la "peste rosa", "las cuatro H". Al mismo tiempo en los ¨²ltimos a?os se han producido avances cient¨ªficos que han repercutido en la mejora del tratamiento, facilitando la calidad y la esperanza de vida de las personas afectadas, transmitiendo una idea de control de la enfermedad que no se ajusta totalmente con la realidad.
En nuestro contexto, las formas de transmisi¨®n evolucionan y cambian: hoy la tendencia cada vez m¨¢s marcada es la transmisi¨®n sexual sin protecci¨®n; la cual llega a sumar 43,3% de los nuevos casos de sida detectados -27,9% transmisi¨®n heterosexual y 15,4% transmisi¨®n homosexual, que han mantenido relaciones sexuales sin protecci¨®n-. La tranquilidad social se basa en nuestro contexto social en estigmatizar a los grupos de riesgo, en apuntalar una idea de enfermedad vinculada a determinados grupos y de otra parte a ver el sida en otros contextos internacionales condicionados por la falta de recursos materiales, de no disponer de una cultura sanitaria, de la falta de h¨¢bitos de protecci¨®n, etc. No se trata de minimizar los efectos del sida en ?frica y en los pa¨ªses subdesarrollados, que 40 millones de personas viven ahora con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) en el ?frica subsahariana, que el 7% de los adultos de estos pa¨ªses est¨¢n viviendo con el VIH aunque no hayan desarrollado a¨²n los s¨ªntomas.
Pero ante este tipo de datos tenemos que plantearnos que es preciso ampliar los servicios que protejan de la infecci¨®n y recurrir a la educaci¨®n y la prevenci¨®n para contrarrestar los factores que agudizan la situaci¨®n de riesgo y vulnerabilidad. No se trata de olvidar los esfuerzos a realizar para frenar y prevenir la pandemia en esos contextos, se trata de no ocultar que el sida vive a nuestro lado. Aunque ha disminuido el n¨²mero de fallecimientos por sida, a¨²n son mil trescientas personas las que mueren al a?o en Espa?a como consecuencia de esta enfermedad. Y es preciso combinar el apoyo y la ayuda internacional a estos pa¨ªses mediante coordinaci¨®n, atenci¨®n farmacol¨®gica, apoyo y ayuda a las personas que ya han desarrollado la enfermedad y la prevenci¨®n necesaria en nuestro contexto. Sirvan estas l¨ªneas como un reconocimiento a las asociaciones y entidades sociales, a los profesionales, e instituciones, que se dedican en nuestro pa¨ªs a la atenci¨®n y prevenci¨®n de esta enfermedad, las actividades que abordan este problema de salud p¨²blica, planteando la perspectiva m¨¦dica sanitaria, pero tambi¨¦n la social, la del reconocimiento de derechos fundamentales para las personas afectadas, el apoyo, la comunicaci¨®n social y la informaci¨®n sobre la enfermedad.
Y es aqu¨ª y al hilo de la campa?a de prevenci¨®n iniciada el pasado verano por el Ministerio de Sanidad y Consumo, donde debemos preguntarnos sobre qu¨¦ bases se deben plantear los procesos de informaci¨®n y de acci¨®n preventiva para los pr¨®ximos a?os. Por nuestra parte, y de acuerdo con algunos de los planteamientos que estamos elaborando en un Proyecto para la Fundaci¨®n para la Investigaci¨®n y Prevenci¨®n del Sida (FIPSE), creemos que la prevenci¨®n debe hacer percibir los riesgos induciendo a los cambios en el nivel de conocimientos, motivaciones, actitudes, representaciones y comportamientos, evitando los repuntes de incidencia de la infecci¨®n que algunos organismos empiezan a detectar.
Una pol¨ªtica de salud p¨²blica y de prevenci¨®n de riesgos sanitarios hoy no se concibe sin una campa?a de informaci¨®n y de comunicaci¨®n. La efectividad de estas campa?as, planteadas desde medios de comunicaci¨®n de masas, debe promover una combinaci¨®n de acci¨®n medi¨¢tica con acci¨®n comunitaria sobre el terreno, que promueven mejores y m¨¢s amplios resultados, pasando por acciones directas de los profesionales de la salud, de la educaci¨®n y de los servicios sociales del ¨¢mbito local. Las finalidades de las campa?as de prevenci¨®n se basan en campa?as de informaci¨®n y de formaci¨®n, que no pueden sino ayudar a una mejor gesti¨®n de los riesgos a los que estamos confrontados ante estas enfermedades, sea este un riego voluntario o no.
Las creencias y las representaciones en materia de salud y enfermedad no pueden ser reducidas a atributos personales. Por el contrario son construcciones colectivas, compartidas, que nos ayudan a controlar los elementos desconocidos y que nos aparecen en muchas ocasiones como inquietantes. El cambio individual para mejor gestionar los riesgos est¨¢ anclado sobre la transformaci¨®n colectiva, sobre las ideas que colectivamente construimos ante la enfermedad y su presencia social.
Jos¨¦ R. Bueno y Amparo Madrigal. Facultad de Ciencias Sociales. Universitat de Val¨¨ncia
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