La hepatitis C en primera persona
Los 276 afectados por el contagio masivo que se imputa a Maeso empiezan ma?ana a declarar
La hepatitis C en primera persona se escuchar¨¢ en el juicio que se celebra en la secci¨®n segunda de la Audiencia de Valencia a partir de ma?ana. Ocho afectados relatar¨¢n al tribunal cada d¨ªa, seg¨²n lo previsto, c¨®mo se sienten, c¨®mo ha cambiado su vida desde que en una operaci¨®n, supuestamente, contrajeron una enfermedad que no ten¨ªan. Los 276 afectados por el contagio masivo del virus de la hepatitis C que se imputa al anestesista Juan Maeso contestar¨¢n, entre otras cosas, si saben o recuerdan si el procesado fue la persona que les anestesi¨®. A partir de ma?ana, los relatos de cada paciente, que hasta ahora han sido piezas separadas sobre las que se ha discutido fechas, firmas, anotaciones, copias y originales, ser¨¢n testigos directos de un contagio.
Con ellos empieza una etapa distinta del juicio cuya vista oral se inici¨® el pasado 12 de septiembre. El tribunal, que preside el magistrado Jos¨¦ Andr¨¦s Escribano, ha escuchado ya 91 testimonios. Con ellos se ha compuesto, no sin contradicciones, una primera parte de la historia. Ha quedado claro que los m¨¦dicos de Telef¨®nica dieron la voz de alarma al hospital Casa de Salud a finales de enero de 1998 sobre un n¨²mero que consideraban excesivo, aunque fueran s¨®lo cuatro, de contagios de hepatitis C en relaci¨®n con intervenciones realizadas en los seis meses anteriores. Y seguir la pista de esa primera alerta hizo que la gerencia de la Casa de Salud obligara a sus trabajadores y a los profesionales sanitarios que usaban sus instalaciones a realizarse pruebas de hepatitis C. Entre los tres primeros positivos estuvo el de Juan Maeso. Con aquel an¨¢lisis se le apart¨® del centro m¨¦dico, se inici¨® un hist¨®rico de pacientes en cuyas intervenciones supuestamente hab¨ªa participado el anestesista. Se busc¨® en ellos el rastro del virus, se dio parte a Sanidad, se inspeccion¨® en La Fe y se empez¨® a tejer la causa que ahora se juzga. Buena parte de los que fueron protagonistas de la tormenta sanitaria que se desat¨® entre febrero y mayo de 1998 han declarado ya. Lo han hecho enfermeras, hemat¨®logos, ginec¨®logos, traumat¨®logos, cardi¨®logos, directivos, profesionales que de una u otra manera estuvieron en contacto con Maeso entre 1988 y 1998 en la sanidad p¨²blica y en la privada, en cuatro centros de la ciudad de Valencia. Han sido las voces de la acusaci¨®n p¨²blica, aquellas versiones de los hechos que el fiscal Javier Carceller ha considerado necesarias para que el tribunal se aproximara al escenario en el que a su juicio Maeso se pinchaba opi¨¢ceos y despu¨¦s, y con la misma jeringuilla, pinchaba a los pacientes contagi¨¢ndoles en ese acto el virus de la hepatitis C. Para ello, se han revisado documentos, descrito vestuario, analizado tensiones profesionales, dibujado formas y maneras de moverse con luces y sombras en un quir¨®fano y aventurado filias y fobias para refrendar o invalidar rumores sobre el anestesista. Los 276 afectados son la siguiente baza de las acusaciones contra el imputado. A¨²n quedan por declarar 489 testigos, de los que 213 son de la defensa de Maeso. Por ahora, ha quedado claro que hasta 1998 no exist¨ªa un protocolo claro, homologado y obligatorio que constatara de forma irrefutable qui¨¦nes interven¨ªan en una operaci¨®n m¨¢s all¨¢ del cirujano. El anestesista no constaba. Si uno no sab¨ªa hacer epidurales, como reconoci¨® el m¨¦dico S¨¢ez Merino, lo sustitu¨ªa otro y resultaba a efectos administrativos un ente nuevo: S¨¢ez-Maeso. Los calendarios de guardias ten¨ªan validez escasa, sobre ellos se tachaba, a veces ni eso, un nombre por otro sin supervisi¨®n alguna. Donde pon¨ªa Fontestad pod¨ªa llegarse al quir¨®fano y pasar a ser sin aviso previo Maeso. Y viceversa. As¨ª las cosas, Maeso, seg¨²n las acusaciones, pudo estar donde no aparece que estuvo pero cuyo rastro se adivina por las pruebas gen¨¦ticas del virus que entienden incontestables. Para la defensa del anestesista, donde dice que s¨ª estuvo pudo no haber estado y existir un factor distinto de contagio, porque no entiende incontestables sino viciadas las pruebas gen¨¦ticas. Las historias cl¨ªnicas han desvelados lagunas importantes en el proceder sanitario: no se hac¨ªan perfiles hep¨¢ticos antes de quir¨®fano (no se puede determinar si un paciente ten¨ªa o no la hepatitis C antes de ser intervenido, aunque para las acusaciones est¨¢ determinado porque las pruebas gen¨¦ticas han descrito como iguales el virus de los pacientes incluidos en la causa y el de Maeso); los controles sanitarios a los profesionales no eran obligatorios (ahora tampoco); los t¨®xicos han estado m¨¢s accesibles de lo que se pensaba; determinado material, sobre todo en Casa de Salud, era esterilizado aunque fuera de un solo uso; las mutuas han pagado sin tener acreditaci¨®n de si la persona que cobraba hab¨ªa o no intervenido. Esa confusi¨®n es entendida en contra del procesado por las acusaciones. Francisco Dav¨®, letrado de la defensa, entiende que esa confusi¨®n invalida los hechos probados se?alados hasta ahora por las acusaciones.
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