El Lazio salvaje de Collina
Pierluigi Collina, reci¨¦n retirado despu¨¦s de a?os como s¨ªmbolo del mejor arbitraje, ha desvelado un secreto: es tifoso del Lazio. Lo cual no tiene nada de extra?o porque todos los ¨¢rbitros, como todos los jugadores, simpatizan con un equipo u otro. Collina explic¨® el otro d¨ªa que, de peque?o, segu¨ªa al Bolonia, el equipo de su ciudad natal, y que su epifan¨ªa lacial se produjo contemplando a un defensa implacable llamado Wilson, un jugador por el que enloquec¨ªa el futuro ¨¢rbitro.
Hay quien ha recordado el 14 de mayo de 2000 y ha montado un poco de bronca. Ese d¨ªa, ¨²ltima jornada del campeonato, Collina arbitr¨® el partido Perugia-Juventus. El Juventus ten¨ªa 71 puntos. El segundo clasificado, el Lazio, con 69, jugaba en su campo contra el Reggina. En Perugia ca¨ªa un diluvio, el c¨¦sped estaba imposible y se preve¨ªa la suspensi¨®n. Pero Collina, tras una larga espera y contra la opini¨®n de los juventinos, hizo rodar la pelota. El encuentro fue una parodia sobre barro y venci¨® el Perugia por 1-0. En Roma gan¨® el Lazio, que se llev¨® por sorpresa el scudetto.
Casi todos los jugadores ten¨ªan licencia de armas y llevaban siempre encima la pistola
Cosas que pasan. Tambi¨¦n es cierto que el Lazio no fue capaz de ganar en los diez primeros partidos que le arbitr¨® Collina.
No; la confesi¨®n de Collina no obliga a revisar resultados. S¨ª arroja, sin embargo, nueva luz sobre el car¨¢cter de un hombre c¨¦lebre por su ecuanimidad, por su vida ordenada -buen padre de familia e intachable asesor financiero- y por la simpat¨ªa de su imagen p¨²blica.
El jugador del que se enamor¨® el joven Collina, Joseph Pino Wilson, era un personaje peculiar. Y el Lazio al que entreg¨® su coraz¨®n, el de principios de los a?os 70, fue la ¨²nica banda armada que ha conseguido un scudetto, el de 1974, en la historia del calcio.
Lo de banda armada no es una met¨¢fora. Casi todos los jugadores de aquel Lazio ten¨ªan licencia de armas y llevaban siempre encima la pistola. Eran chulos, duros, insensatos, feroces, autodestructivos. Cuando los Chinaglia, Wilson, Martini, Luciano y dem¨¢s pasaban los controles para embarcar en el avi¨®n, iban sacando del bolsillo rev¨®lveres magnum y pistolones de gran calibre. Practicaban el paracaidismo, pregonaban sus ideas fascistas y se llevaban tan mal entre s¨ª que todos los partidillos de entrenamiento acababan en drama. O no acababan. Dice la leyenda que la plantilla estaba dividida en dos facciones, la de Chinaglia y la de Martini -hoy, parlamentario de la neoposfascista Alianza Nacional-, y que ambas se enfrentaban en los entrenamientos. Como nadie aceptaba la derrota, y dado que en el vestuario hab¨ªa armamento pesado, los partidillos duraban hasta bien entrada la noche si antes no se hab¨ªa llegado a un empate honorable que satisfaciera a ambas partes.
Wilson, nacido en el Reino Unido e hijo de un oficial de la Marina brit¨¢nica establecido en N¨¢poles, compart¨ªa las ideas y las aficiones peligrosas de sus compa?eros, pero ten¨ªa un poco m¨¢s de cabeza dentro y fuera del campo. Dentro, compensaba su estatura moderada (1,73 metros) con una colocaci¨®n y una rapidez de reflejos extraordinarias. Fuera, se licenci¨® en Derecho y se hizo un futuro al margen del f¨²tbol.
Otros se organizaron peor. Luciano Re Lecconi, el motor de aquel Lazio, muri¨® en 1977, tres a?os despu¨¦s de ganar el scudetto. Le acribill¨® un joyero cuando el futbolista entr¨® en su local con una pistola falsa en la mano, se supone que para gastar una broma. Luciano y aquel Lazio eran as¨ª.
Resulta curioso que aquel grupo salvaje, temido por todos los ¨¢rbitros, siga siendo el arquetipo futbol¨ªstico de Pierluigi Collina.
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