El 'apartheid' franc¨¦s
La rebeld¨ªa juvenil en los suburbios es una violencia an¨®nima y apol¨ªtica, surgida de barrios segregados socialmente y habitados por mucha poblaci¨®n de origen inmigrante
Sin duda, Zinedine Zidane es un "hijo de la inmigraci¨®n" bien integrado en Francia. Ser¨ªa exagerado deducir que este pa¨ªs menosprecia a su padre, Sma?l Zidane, por negarle el derecho de voto: nacido en Argelia, lleva 52 a?os en Francia sin nacionalizarse. M¨¢s significativo es que se alabe el mestizaje en la selecci¨®n francesa de f¨²tbol, pero no se haya trasladado al Parlamento, los gobiernos ni los equipos directivos de grandes empresas; o que funcione a cuentagotas en las televisiones, pese a que padres o abuelos de un 10% de la poblaci¨®n francesa proceden de territorios no europeos.
A diferencia de los africanos que asaltan las verjas de Ceuta y Melilla o vienen en patera a Europa, los j¨®venes de los suburbios franceses se encuentran inmersos en el espacio f¨ªsico de la sociedad de consumo, pero embolsados en barrios con poco acceso a ella, salvo por tr¨¢ficos il¨ªcitos. La polic¨ªa no ha encontrado indicios de manipulaciones terroristas o de extremistas pol¨ªticos en la oleada de violencias iniciada hace un mes, solo "algunas tentativas de aprovecharlo", seg¨²n un especialista.
Los j¨®venes de la 'cultura del fuego' forman sus propias bandas dentro de barrios empobrecidos
"La cuesti¨®n es si estamos o no en condiciones de ofrecer empleos a estos j¨®venes".- Max Gallo
Los j¨®venes de Mayo del 68 ten¨ªan tiempo para pensar; los actuales de los suburbios apenas lo tienen para sobrevivir
La econom¨ªa crece pero no crea empleo, los primeros paganos son los hijos de inmigrantes
Entre Fran?ois y Mohamed, el empresario suele contratar a Fran?ois
La violencia ejercida es claramente masculina. Las chicas est¨¢n excluidas
"Esto no es una confrontaci¨®n religiosa ni pol¨ªtica", asegura Nicolas Baverez, el ensayista que sorprendi¨® a sus compatriotas hace dos a?os anunci¨¢ndoles "el declive" del pa¨ªs, quien interpreta lo sucedido como "un enfrentamiento de razas, de generaciones y de castas". A su juicio, "los suburbios no son una contra-Francia, sino un espejo donde se refleja el resultado de la crisis del modelo de integraci¨®n y de la profunda crisis nacional en que vive el pa¨ªs".
Las revueltas adoptan formas b¨¢rbaras de rebeld¨ªa, usadas por pandillas o bandas que imitan la cultura de gheto en Estados Unidos.
"Nada que ver con Mayo del 68", puntualiza Fabien Jobard, soci¨®logo del Centro Nacional de Investigaciones (CNRS). "La revuelta de aquel tiempo fue protagonizada por estudiantes que ten¨ªan tiempo de pensar pol¨ªticamente. Los j¨®venes de los suburbios s¨®lo pueden ocuparse de sobrevivir".
Los disturbios empezaron como otros anteriores. Siempre hay un incidente con participaci¨®n policial: en este caso ocurri¨® en Clichy-sous-Bois, al norte de Par¨ªs. Bouna Traore, de 15 a?os, y Zyed Banna, de 17, murieron electrocutados cuando hu¨ªan de una patrulla, y un tercero, Muttin Altun, result¨® gravemente herido. El chispazo se contagi¨® a la regi¨®n parisiense y una semana despu¨¦s al resto del pa¨ªs, en el contexto del clima de tensi¨®n creado por el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, con sus anuncios de que se dispon¨ªa a limpiar los suburbios "al K?rcher" (lanzador de agua a presi¨®n que ataca las costras de suciedad) para librarles de la racaille (escoria: populacho despreciable, gente poco recomendable).
"La polic¨ªa francesa no es m¨¢s brutal que otras: al contrario", explica Jobard, que est¨¢ especializado en suburbios. "Apenas se producen muertes en estos enfrentamientos, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos o en Reino Unido. La t¨¢ctica seguida por Sarkozy pretende mantener a los j¨®venes fuera del espacio p¨²blico, que no salgan del suburbio: cuando les llam¨® racaille no hizo distinciones, meti¨® a todo el mundo en el mismo saco. El ministro es realmente el que ha logrado la unidad simb¨®lica de todo ese mundo". Aparentemente, las autoridades no esperaban la explosi¨®n: para el magistrado Michel Marcus, director del F¨®rum Europeo por la Seguridad Urbana, "la polic¨ªa francesa es muy eficaz en tareas de investigaci¨®n y en el control del orden p¨²blico, pero la prevenci¨®n no pertenece a su cultura".
Las bandas arrabaleras se cierran sobre s¨ª mismas y luchan por el control de su territorio. Funcionan en barrios cuya poblaci¨®n sufre un apartheid nada sutil, que le hace vivir en una separaci¨®n geogr¨¢fica y social muy clara. Par¨ªs, por ejemplo, s¨®lo tiene dos millones de habitantes, pero se encuentran rodeados de cinturones con otros nueve millones de personas. Alojamientos p¨²blicos y masificados se alternan con coquetas ciudades residenciales cuyos alcaldes incumplen la ley que obliga a reservar el 20% del total de alojamientos a vivienda social.
El pueblo donde surgi¨® el primer chispazo, Clichy-sous-Bois, fue creado en los a?os sesenta del siglo pasado como un espacio urbano entre zonas verdes; hoy s¨®lo queda un paisaje desolador de "cajas de cerillas" donde se api?an 28.000 habitantes. El perfecto gueto de la Europa moderna, porque hasta los transportes a la capital son malos, pese a encontrarse enclavado en medio de una malla de carreteras y v¨ªas f¨¦rreas a una quincena de kil¨®metros de Par¨ªs. Todo el departamento (provincia) de Seine-Saint-Denis, al que pertenece esa poblaci¨®n, est¨¢ acribillado por la delincuencia: 57 asesinatos en 2004 y 155 casos de secuestro. La fragilidad econ¨®mica y social es tanta que alrededor de un 50% de los hogares no llegan a los ingresos m¨ªnimos para pagar impuestos.
Par¨ªs ha quedado intacta. Pero en algunos cen¨¢culos se admite que los barrios acomodados vivieron la ¨²ltima revuelta con miedo, un sentimiento que recuerda el temor de Caracas a que los habitantes de "los ranchitos" que la rodean tomen un d¨ªa la capital venezolana. Si ciertos profesionales e intelectuales confiesan haber percibido el miedo a "la banlieu" (la zona suburbial o de extrarradios), los que de verdad viven atemorizados son trabajadores y comerciantes que no han desertado a¨²n esos lugares -como lo han hecho poco a poco las clases medias-. Les han quemado sus coches (9.000 en tres semanas) y han sido atacados escuelas, gimnasios, autobuses...
El apartheid subvencionado de los suburbios tiene su origen en decisiones tomadas en los a?os sesenta. Los espa?oles de hoy encontrar¨¢n cierto parecido con el dinamismo de la Francia de entonces, donde se constru¨ªan hasta 600.000 viviendas por a?o. El sector p¨²blico compr¨® muchos terrenos en torno a Par¨ªs y se edificaron enormes moles inmobiliarias, donde fue exportada la masa de extranjeros llamada como mano de obra de la construcci¨®n y las industrias.
Es cierto que no todos los suburbios se concibieron como ciudades dormitorio; por ejemplo, Val-Fourr¨¦, actualmente un barrio muy complicado al oeste de Par¨ªs, fue vendido en los a?os sesenta como una oportunidad para familias j¨®venes. Lo cuenta Aziz Senni, uno de los cinco hijos de un magreb¨ª empleado en la estaci¨®n ferroviaria pr¨®xima a ese lugar: "Los primeros habitantes de Val-Fourr¨¦ fueron todos franceses de cepa. Cuando mi familia se instal¨® all¨ª, en 1980, los franceses todav¨ªa eran mayoritarios; espa?oles y portugueses hicieron igualmente su aparici¨®n, y, por supuesto, algunos magreb¨ªes". Pero "los franceses de clase media fueron march¨¢ndose" y llegaron "cada vez m¨¢s obreros y cada vez m¨¢s parados; cada vez m¨¢s marroqu¨ªes, senegaleses; cada vez menos europeos".
Aziz Senni tiene 29 a?os: no es de la generaci¨®n jovenc¨ªsima de la que surgen los destructores, sino de la que ha intentado superar las dificultades impuestas por la sociedad francesa para integrarse correctamente. Ha logrado ser empresario tras pasar por una escuela de negocios donde ¨¦l era el ¨²nico magreb¨ª de la clase e igualmente hab¨ªa un solo alumno de raza negra; la proporci¨®n se repet¨ªa curso tras curso. Senni reflexiona sobre las dificultades de la integraci¨®n en un libro de t¨ªtulo elocuente: El ascensor social se ha estropeado... Yo voy por la escalera.
El pa¨ªs presidido por Jacques Chirac alberga unos 700 barrios o suburbios sensibles, golpeados por un paro que duplica y hasta triplica el 9,8% de media nacional. Francia vive bajo el espectro de un crecimiento econ¨®mico que no crea empleo, pese a los buenos resultados de las principales empresas. "Hace veinte a?os que el paro juvenil de Francia se mantiene m¨¢s o menos en los mismos niveles", confirma Raymond Torres, especialista en estudios laborales de la OCDE.
"Para nosotros no hay futuro"; ¨¦sta es la frase m¨¢s repetida por chicos con los que se puede hablar gracias a asociaciones de mediaci¨®n y asistencia a los suburbios de Aulnay, Clichy-sous-Bois, Aubervilliers y otros pueblos al norte de Par¨ªs, donde se notan el aislamiento y la pobreza, sin llegar a la miseria. Eric Le Plee, alcalde adjunto de Aubervilliers, acompa?aba al periodista el pasado d¨ªa 15 mientras una treintena de personas se afanaban entre montones de alfombras y tapices calcinados en una nave industrial incendiada: "Es gente que intenta recuperar lo que pueden de entre los restos", explicaba el edil de esta ciudad de 70.000 habitantes, siniestrada industrialmente, con m¨¢s de un 20% de parados.
Gracias al Estado de bienestar, una red de viviendas de alquiler reducido (conocidas en Francia por las siglas HLM) permite alojar a la poblaci¨®n desfavorecida, pero actualmente est¨¢ desbordada. Las personas sin recursos reciben un ingreso m¨ªnimo de reinserci¨®n (RMI, siglas en franc¨¦s), y en los hogares superpoblados de los suburbios es vital el cobro de las ayudas p¨²blicas a la promoci¨®n de la natalidad -de las que tambi¨¦n se benefician las familias con recursos-. Pero la lucha por el escaso empleo disponible hace que, casi indefectiblemente, entre Fran?ois y Mohamed, el empresario contrate a Fran?ois. "Nuestro color es nuestro dolor", se queja uno de los j¨®venes que intentan integrarse.
En las partes m¨¢s degradadas de la periferia, un var¨®n se acostumbra a la violencia desde peque?o. Los horizontes de ese trozo de adolescencia son el barrio, las pandillas o las bandas. No sucede lo mismo con las chicas, que participan mucho menos, presionadas por un machismo claramente m¨¢s acentuado del que dominaba en los suburbios hace 20 a?os. Entre el 12% y el 13% de los j¨®venes salen del sistema educativo sin haber alcanzado cualificaci¨®n alguna, pese a todo el dinero empleado en la Educaci¨®n Nacional, que con casi un mill¨®n de empleados es una de las empresas m¨¢s grandes del mundo, despu¨¦s del Ej¨¦rcito Rojo chino. Sin embargo, la ense?anza p¨²blica sigue siendo vital para que los suburbios no se vayan definitivamente de la mano.
Annie Marie Toffolo lleva 10 a?os ense?ando lengua extranjera en localidades del norte de la regi¨®n parisiense. "En 1995 yo perd¨ª un alumno de 15 a?os al que le dispar¨® otro de la misma edad", cuenta. "El que dispar¨® estuvo dos a?os en la c¨¢rcel. Me acuerdo bien porque estuve ayudando a las familias, pero en Francia no se habl¨® de esto porque coincidi¨® con atentados terroristas" (varias bombas en estaciones ferroviarias de la capital).
Esta profesora conoce bien los suburbios del norte de Par¨ªs: ha trabajado en uno de los m¨¢s conflictivos, Aulnay, y ahora lo hace en otro de ellos, Aubervilliers. Atribuye las violencias a "adolescentes fascinados por la cultura del gueto estadounidense", que viven "un mundo casi virtual y consideran como un valor las formas de gamberrismo que practican". Desde ese conocimiento del terreno se declara "alucinada" por las comparaciones con la Intifada: "Los medios de comunicaci¨®n que sostienen eso no se dan cuenta de que se trata de chicos que act¨²an sin pretextos pol¨ªticos. Odian de verdad a Sarkozy porque tiene los mismos modales que ellos. Los profesores que intentan ser duros, un poco a la manera de Sarkozy, acaban a pu?etazos con estos chicos". Aunque las autoridades acad¨¦micas les incitan a organizar debates con los alumnos, ella se ha negado a utilizar las clases para discutir sobre las violencias: "Mis alumnos no son chicos de 20 a?os, sino de 13 o 14. El problema mayor es que muchos adultos tienen miedo a esos j¨®venes; y una forma de tenerles miedo es creer que podemos debatir con chicos de 13 o 14 a?os". Sabe muy bien de la dureza de la vida que llevan los alumnos, la falta de espacio en sus peque?os apartamentos para estudiar y su "fascinaci¨®n por la violencia machista", que ha provocado "un retroceso de las conquistas de la libertad femenina en esos barrios, donde la situaci¨®n era mejor hace 20 a?os". Los j¨®venes de este suburbio se encuentran a cinco o seis kil¨®metros de Par¨ªs, pero no van casi nunca a la capital, a la que llaman Paname en su jerga..., como si la metr¨®polis cosmopolita perteneciera a otro planeta.
Un intelectual tan respetado como Max Gallo se confiesa dividido entre las imputaciones de fracaso al modelo franc¨¦s de integraci¨®n y la voluntad de aprovechar la potencialidad de toda esa juventud: "La cuesti¨®n de fondo es si estamos o no en condiciones de ofrecerles empleos", ha dicho en un debate sobre las violencias. Una persona de cada diez en edad de trabajar carece de empleo en Francia: la coyuntura var¨ªa, pero el paro persiste. La expansi¨®n del 2,4% del PIB en 2004 no se tradujo en ganancias de empleo y 2005 terminar¨¢ con menos crecimiento. La deuda p¨²blica alcanza ya el 65% del PIB. Se comprende el desaliento del Gobierno de Dominique de Villepin.
El refugio de la "econom¨ªa del ladrillo" y de las grandes obras p¨²blicas no es tan grande como en Espa?a, donde han contribuido a mantener la impresi¨®n de que el pa¨ªs va bien. La ley francesa es mucho m¨¢s restrictiva en cuanto a deducciones fiscales por adquisici¨®n de vivienda. "Las personas se han acostumbrado a vivir en apartamentos peque?os y en edificios a veces mal mantenidos, pero baratos. Cuando se jubilan o fallecen no tienen patrimonio que ceder a los hijos, porque han sobrevivido sin necesidad de luchar por ser propietarios al menos de su casa", explica Francisco Queiruga, secretario general de la C¨¢mara de Comercio Franco-Espa?ola. Se puede vivir en 80 metros cuadrados en un suburbio de Par¨ªs por 500 euros mensuales; en la capital francesa, un trabajador tendr¨ªa que pagar 2.000 euros por alquilar la misma superficie en el mercado libre. No tiene otra forma de lograrlo porque est¨¢ por encima de los niveles que dan derecho al alquiler de vivienda p¨²blica.
?Y por qu¨¦ en Marsella no pas¨® nada? Aqu¨ª existe el mismo tipo de barrios desfavorecidos, pero integrados dentro de la ciudad y con una poblaci¨®n mucho m¨¢s mezclada: soci¨®logos y pol¨ªticos locales piensan que este mestizaje ha ahorrado el mal trago de las destrucciones. Un especialista policial se expresa en t¨¦rminos menos optimistas: "En Marsella est¨¢n implantadas las mafias. Y lo que menos les interesa es atraer a la polic¨ªa".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.