Fuegos en la mente de los hombres
A quienes les gusta un poco de iron¨ªa mezclada con la pol¨ªtica y la historia mundiales, se les ofreci¨® otro ejemplo agridulce dos semanas atr¨¢s. El pasado 16 de noviembre, la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura (Unesco, en sus siglas inglesas) conmemoraba el 60? aniversario de la adopci¨®n de su Constituci¨®n de 1945 celebrando un simposio internacional en Par¨ªs. El objetivo del congreso no era meramente retrospectivo, aunque desde luego se invirti¨® mucho tiempo en un ambicioso proyecto para redactar la historia de la Unesco en todas sus manifestaciones. Este encuentro tambi¨¦n pretend¨ªa alentar a educadores, cient¨ªficos y otros acad¨¦micos a que siguieran adelante con la amplia y esencial tarea de promover el conocimiento y la comprensi¨®n internacionales. Los proyectos t¨¦cnicos, la traducci¨®n de libros extranjeros y la identificaci¨®n de lugares declarados patrimonio de la humanidad forman parte de las competencias del organismo, pero, m¨¢s all¨¢ y por encima de ello, est¨¢ el mandamiento original de la Unesco: "... debido a que las guerras comienzan en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben construirse las defensas de la paz".
La iron¨ªa de que este congreso se celebrara ahora y en el centro de Par¨ªs es evidente. A menos de 15 kil¨®metros de la elegante sede de la Unesco en la plaza de Fontenoy, se encuentran, en las comunidades suburbanas de Sevres, St. Denis y Suresnes, los restos de autom¨®viles carbonizados, escuelas destrozadas y locales de McDonald's quemados. Y estas mismas escenas pueden verse por toda Francia (de hecho, en casi 300 poblaciones), incluidas atracciones tur¨ªsticas como Avi?¨®n, Estrasburgo y Burdeos. Aunque un acontecimiento concreto (la muerte de dos estudiantes de ascendencia africana que hu¨ªan de la polic¨ªa hacia una peligrosa subestaci¨®n el¨¦ctrica) desencaden¨® el 27 de octubre la explosi¨®n de ¨¢mbito nacional, anteriormente hubo muchos indicios de que se avecinaban problemas. De hecho, The Economist afirma que en los primeros siete meses de 2005, los descontentos quemaron en ese pa¨ªs la asombrosa cifra de 21.900 veh¨ªculos. En Francia no parece haber pruebas del ¨¦nfasis de la Unesco en "la solidaridad intelectual y moral de la humanidad" o una demostraci¨®n de que el mundo haya llegado muy lejos en "la educaci¨®n de la humanidad para la justicia, la libertad y la paz", que son las ideas centrales de su Constituci¨®n.
?ste no ha sido un mes demasiado bueno para internacionalistas y defensores del mercado libre. Mientras se volcaba y se prend¨ªa fuego a coches en el extrarradio de Par¨ªs, decenas de miles de personas se echaban a las calles y a los estadios de Argentina durante la Cumbre de las Am¨¦ricas para protestar contra la idea de promover un comercio m¨¢s libre, y en particular para hacer campa?a contra la presencia de ese individuo al que les encanta odiar, el presidente de Estados Unidos. En un lamentable contraste, esas mismas multitudes aplaudieron a rabiar a la actual N¨¦mesis de Washington en Latinoam¨¦rica, el l¨ªder venezolano Hugo Ch¨¢vez, cuando aprovech¨® su visita a Argentina para denunciar el imperialismo yanqui. El meter a Bush en ese caos quiz¨¢ haya constituido uno de los actos de diplomacia p¨²blica m¨¢s desatinados de los ¨²ltimos tiempos, y ha supuesto un golpe m¨¢s a los recientes esfuerzos por mejorar la imagen de Estados Unidos. Aun as¨ª, lo que me parece mucho m¨¢s importante que la predecible ret¨®rica antiestadounidense de Ch¨¢vez es la evidencia de la profundidad y amplitud de los temores al capitalismo occidental, el resentimiento contra los desplazamientos y el desempleo provocados (o al menos as¨ª se percibe) por la competencia y las adquisiciones extranjeras, y la ira por la p¨¦rdida de derechos anteriores.
Nuestro mundo, cuando lo inspeccionamos m¨¢s de cerca, no es en absoluto uniforme. Siguen existiendo algunos lugares prometedores y algunas ciudades (Singapur, Dubl¨ªn, Nueva Delhi) que todav¨ªa rezuman confianza en nuestro futuro. Pero mi sensaci¨®n general es que en grandes regiones del mundo se da un aumento de la ansiedad humana. Ya sean los empleados estadounidenses del sector automovil¨ªstico, los agricultores franceses asustados por su trabajo y por las perspectivas de su familia, los j¨®venes desilusionados de los centros urbanos, los electorados decepcionados que recurren a "hombres fuertes" en las rep¨²blicas de Asia Central y el resto de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, o los pueblos radicalizados de Suram¨¦rica, los tiempos no pintan bien. Y en unos d¨ªas de tanto pesimismo y preocupaci¨®n, nuestra tendencia humana es, por desgracia, la de culpar al "otro", la de se?alar con el dedo al extranjero. No importa demasiado que sean los chinos exportando art¨ªculos por debajo de su coste, o los estadounidenses intentando desmantelar las comunidades rurales de Europa, o bandas musulmanas de los suburbios siniestras e imposibles de integrar, todos ellos amenazan nuestro estilo de vida. ?Y d¨®nde est¨¢n los l¨ªderes pol¨ªticos que reunir¨¢n a las tropas, cerrar¨¢n las fronteras y aplicar¨¢n verdaderas pol¨ªticas nacionales? Olviden todas esas tonter¨ªas de la comprensi¨®n cultural.
Cabe se?alar que esta reacci¨®n violenta contra la globalizaci¨®n y las fuerzas que la respaldan se est¨¢ produciendo en un momento en el que la econom¨ªa mundial en general va bastante bien. La escena econ¨®mica moderna no s¨®lo genera perdedores, sino muchos ganadores: los chinos y las clases medias indias, los abogados de todas partes, los fabricantes de art¨ªculos de lujo, los ingenieros petrol¨ªferos cualificados, los catedr¨¢ticos y los propietarios de capital. Y debido a que est¨¢n en buena forma, nos aseguran que la humanidad al completo tambi¨¦n lo est¨¢. Pero, ?qu¨¦ ocurrir¨ªa si la econom¨ªa mundial realmente se tambaleara o se viera sacudida por noticias de guerras y revoluciones? Incluso los art¨ªculos de lujo pueden perder su atractivo, como los todoterrenos durante una crisis energ¨¦tica. Y si la prosperidad y las esperanzas de las clases medias hubieran de disminuir, ser¨ªa dif¨ªcil que los empleados de servicios, los obreros de las f¨¢bricas y los peque?os granjeros con salarios bajos no se vieran todav¨ªa m¨¢s perjudicados y frustrados. ?Qu¨¦ podr¨ªan hacer entonces? ?De verdad pensamos que las recientes manifestaciones en Francia y Argentina fueron acontecimientos aislados que no se repetir¨¢n?Eran justamente esas ansiedades las que preocupaban tanto a los padres fundadores de la Unesco hace seis d¨¦cadas. Consideraban que la sociedad mundial, si quer¨ªa recuperarse y florecer, tendr¨ªa que apoyarse en un banco de tres patas. Para impedir guerras y agresiones futuras, deb¨ªan existir instrumentos diplom¨¢ticos y militares s¨®lidos: por encima de todo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Para impedir que las sociedades se vean llevadas al conflicto por la desesperaci¨®n econ¨®mica, deb¨ªa haber pol¨ªticas y mecanismos (el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas o el Plan Marshall son ejemplos de esta idea) para incrementar la prosperidad general y reducir la pobreza.
Pero las "patas" militar y econ¨®mica no eran suficientes, ya que la lecci¨®n de los a?os treinta fue que la inestabilidad, el nacionalismo y la agresi¨®n se ve¨ªan profundamente afectados por prejuicios culturales, religiosos y ¨¦tnicos, es decir, el miedo al otro. Durante 60 a?os, la Unesco se ha encargado de ayudar a cubrir esa necesidad, y de aportar la tercera pata a nuestras estructuras internacionales. Sin embargo, ni siquiera sus mejores amigos podr¨ªan afirmar que tiene un historial ejemplar en ese sentido. No le benefici¨® el exigir un "nuevo orden internacional de la informaci¨®n" ni el inmiscuirse en la disputa sobre si el "sionismo equivale a racismo". De hecho, siempre que su programa se ha vuelto demasiado pol¨ªtico, por lo general se ha metido en l¨ªos; realmente se le dan mejor los patrimonios de la humanidad. Aun as¨ª, ser¨ªa una pena relegar a la Unesco a ser un mero organizador del calendario cultural del mundo. Su mensaje es valioso y sabe Dios que el encontrar formas de aumentar nuestra comprensi¨®n mutua de las culturas, religiones e idiomas de otros pueblos parece m¨¢s vital que nunca.
Quiz¨¢ la Unesco, tal y como est¨¢ formada y programada en la actualidad, no sea el instrumento adecuado para aportar esa tercera "pata" y ayudar as¨ª a la sociedad humana. Pero no me cabe duda de que la creaci¨®n de instrumentos de seguridad y econom¨ªa de alto nivel por parte de la ONU no es suficiente para garantizar que sigamos en paz, con los dem¨¢s y con nosotros mismos. Las sirenas nocturnas de esos coches de bomberos que aceleraban por la plaza de Fontenoy para dirigirse a las calles destrozadas de St. Denis y Suresnes eran otra advertencia m¨¢s y muy necesaria de que las fracturas de nuestra sociedad humana se est¨¢n abriendo en exceso.
Paul Kennedy es catedr¨¢tico J. Richardson de Historia y director de Estudios de Seguridad Internacional de la Universidad de Yale. Autor de Auge y ca¨ªda de las grandes potencias. Traducci¨®n de News Clips. ? 2005, Tribune Media Services.
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