Por las ind¨®mitas tierras mapuches
Bosques sumergidos, volcanes y c¨®ndores en la Araucan¨ªa, en el centro de Chile
Un d¨ªa de 1568, Alonso Ercilla, prestamista y ex paje real, decidi¨® rememorar en versos sus recuerdos de soldado en el sur del mundo. Naci¨® as¨ª La Araucana, el m¨¢s famoso de los poemas ¨¦picos del Siglo de Oro espa?ol. Naci¨® tambi¨¦n al imaginario de Espa?a y el mundo la Araucan¨ªa, esta tierra de selvas intrincadas e indios inconquistables que ha hecho de la rebeld¨ªa una tradici¨®n y del misterio una segunda piel.
?nico territorio de Am¨¦rica del Sur nunca conquistado por espa?oles e incorporada hace menos de un siglo -a sangre y fuego- al territorio chileno, la Araucan¨ªa no es s¨®lo tierra de mapuches, sino tambi¨¦n de pioneros. Los b¨¢varos llegaron en el siglo XIX, quemaron los bosques y convirtieron selvas y lagos en r¨¦plicas exactas de los pueblos de la Selva Negra de los que escaparon. Los suizos y los italianos llegaron con ellos. Se apoderaron de las tierras comunales de los mapuches y de sus bosques y sembraron trigo donde antes s¨®lo hab¨ªa pasto.
Jos¨¦ ?ngel Reyes, encargado de ir construyendo v¨ªas f¨¦rreas por las inexploradas orillas de los r¨ªos, era uno de estos colonos. Su hijo Neftal¨ª, un t¨ªmido adolescente de Temuco, atravesaba las cuatro calles de barro hasta el liceo de ni?as para pasar sus tardes con la directora del colegio. As¨ª, mientras la lluvia azotaba los techos de zinc, la profesora y el alumno cambiaban de nombres y aprend¨ªan a ser: ella, Gabriela Mistral; ¨¦l, Pablo Neruda.
Temuco, la ciudad en que el autor del Canto general y Residencia en la tierra vivi¨® su infancia y adolescencia, es una ciudad bastante poco l¨ªrica. Ha crecido espectacularmente en los ¨²ltimos veinte a?os llen¨¢ndose de supermercados, universidades y edificios de vidrios polarizados. Sin embargo, de pronto, inadvertidamente, en el peque?o mercado al aire libre -no lejos de la estaci¨®n- se divisan gruesas mujeres de muchas faldas y adornos de plata que venden pi?ones, harina y mate.
Un poco m¨¢s all¨¢, al otro lado del r¨ªo Caut¨ªn, sigue durmiendo Padre Las Casas, el barrio ind¨ªgena de la ciudad. Es la puerta de entrada al campo, donde, protegidos por verdes colinas, tumultuosos r¨ªos y blancos volcanes, viven y cultivan los mapuches.
Entre los cerros y los prados se pueden ver hoscos hombres en ponchos grises y mujeres trabajando la tierra. Caballos salvajes, monta?as de zarzamora, lengas y colig¨¹e... De pronto, un t¨®tem de madera negra en el centro de la comunidad recuerda las ceremonias en que la machi, la sacerdotisa mapuche, con sus alhajas de plata y sus ramas de canelos, consagra la tierra a los dioses. Los dioses no son otros que los volcanes, el Villarrica y el Llaima, entre otras cimas blancas que se alzan en medio de la selva y los lagos esmeraldas.
Ah¨ª, suspendidos sobre los campos y tocando la nieve, han sido establecidos varios parques nacionales. El m¨¢s grande de ellos es el de Villarrica, a los pies del volc¨¢n del mismo nombre. Un poco m¨¢s al norte, el parque nacional de Conguill¨ªo, y el lago del mismo nombre, en el que es posible ver bajo el agua un bosque sumergido. En las alturas nos espera el impresionante parque Huerquehue, con sus cascadas y ¨¢rboles gigantes. M¨¢s al norte a¨²n, las termas de Tolhuaca y el parque del mismo nombre.
Sendas entre las araucarias, coig¨¹e, lenga y los canelos, bajo la vigilancia de los c¨®ndores. En oto?o es un mundo en rojo y ¨®xido; en invierno, blanco, y en verano, de un verde intenso interrumpido por lagunas volc¨¢nicas como la de Captr¨¦n en la cima de Conguill¨ªo.
Puc¨®n y Villarrica
Despu¨¦s de visitar los parques resulta algo extra?o bajar a Puc¨®n. Es pasar del silencio milenario de los bosques, de un mundo en que s¨®lo la nieve y el fuego parecen tener derecho a la palabra, al ruido de la gente en las terrazas y de las lanchas de esqu¨ª acu¨¢tico que cruzan el lago Villarrica. Un casino, varios hoteles y los triatletas que entrenan aqu¨ª hacen de Puc¨®n una ciudad febril, que siempre ofrece a sus cientos de miles de visitantes toda suerte de actividades: rafting en los r¨ªos, windsurf, nataci¨®n o paseos en lanchas r¨¢pidas en el lago, adem¨¢s de festivales musicales y gastron¨®micos.
La calma s¨®lo vuelve en el pueblo de Villarrica, al otro lado del lago. Fundado y vuelto a fundar entre una y otra incursi¨®n ind¨ªgena, Villarrica es un balneario a la antigua, pero tambi¨¦n es punto de llegada y salida para cientos de carretas de bueyes que arrastran todo tipo de objetos por los caminos del interior, donde les esperan las comunidades mapuches.
Entre las monta?as y el mar se extiende la mayor parte de las tierras mapuches: tierras comunales que algunas empresas madereras han ido mordisqueando a escondidas. Tierras en apariencia calmas, colinas verdes bajo un cielo celeste y nuboso, pero que cada cierto tiempo entran en conflicto y desentierran hachas, cantos y rabias milenarias.
Y finalmente, detr¨¢s de otro bosque y otra colina en que ladra a solas un perro, el mar. La costa pac¨ªfica de la Araucan¨ªa es uno de los sectores de la regi¨®n menos explotados por y para el turismo. Quiz¨¢ sea por eso uno de los m¨¢s hermosos. Bosques y rocas tocan el mar, un mar que devora sin piedad caminos y robles. Los mapuches que viven aqu¨ª lo hacen como lo hicieron hace siglos. Todos juntos alrededor del fuego, en medio de la ruka (casa de madera oscura y sin habitaciones separadas, que sirve de vivienda, pero tambi¨¦n de almac¨¦n y granja).
Aqu¨ª las enfermedades se sanan a golpes de canciones y frotaciones con canelo. En la cancha de f¨²tbol se juega chueca, una especie de hockey ind¨ªgena. No lejos del mar est¨¢ uno de los santuarios del pueblo araucano. El lago Budi, uno de los pocos de agua salada de Suram¨¦rica. Nadan en sus aguas los cisnes de cuello negro, ¨²nicos en el mundo, mientras en la isla de Huapi los araucanos abren sin resquemor sus puertas a los extranjeros -los huincas, como los llaman ellos-, con los que llevan tantos siglos peleando y tantos siglos encontr¨¢ndose.
A lo lejos, m¨¢s all¨¢ de las colinas, las fumarolas de las hogueras con que los colonos transforman la selva en pradera recuerdan que ¨¦sta es a¨²n una tierra en conquista. Que en la Araucan¨ªa la historia contin¨²a, que aqu¨ª el mito es de una apremiante actualidad, y las leyendas, un art¨ªculo de primera necesidad.
Rafael Gumucio (Santiago de Chile, 1970) es autor de Memorias prematuras (Debate)
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos
- Prefijo telef¨®nico: 00 56. Moneda: peso chileno (un euro equivale a unos 616 pesos). Poblaci¨®n: Temuco tiene 244.000 habitantes; Villarico, 45.350; Puc¨®n, 21.000.
C¨®mo ir
- Temuco, capital de Araucan¨ªa, tiene aeropuerto. Tambi¨¦n se puede viajar en autob¨²s desde Santiago (a Puc¨®n, unas ocho horas).- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500). Ida y vuelta a Santiago de Chile, desde 439 euros m¨¢s tasas.- Lanchile (www.lanchile.com; 902 11 24 24). Ida y vuelta a Santiago de Chile desde Madrid, para salir entre el 1 y el 10 de diciembre, desde 949 euros m¨¢s tasas. Ida y vuelta entre Santiago y Temuco, unos 400 euros.
Informaci¨®n
- Turismo de Chile en Espa?a (900 10 20 60; www.visit-chile.org).- www.sernatur.cl.- Turismo en Araucan¨ªa (45 21 19 69).- Conaf (www.conaf.cl), organismo de parques nacionales y naturales, incluye en su web todos los parques, accesos, senderos y un listado de las actividades que se pueden realizar en ellos. Oficina de informaci¨®n Conaf en Puc¨®n (45 44 37 81).- Termas de Tolhuaca (45 88 12 11; www.termasdetolhuaca.cl).
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