N¨®madas de la desigualdad social
Un inmigrante marroqu¨ª y otro argelino narran c¨®mo es un d¨ªa en el albergue de temporeros de Ja¨¦n
Casi 600 inmigrantes est¨¢n alojados en los 19 albergues para temporeros abiertos en la provincia de Ja¨¦n con motivo de la campa?a de recolecci¨®n de la aceituna. Son lugares de tr¨¢nsito hasta que encuentran un trabajo en los tajos, m¨¢s escaso de lo habitual este a?o por la dr¨¢stica reducci¨®n de la cosecha.
Eso ha permitido que la afluencia de inmigrantes haya sido esta campa?a mucho menor, y apenas ha habido escenas de gente durmiendo en la calle. Saqrani Hamid, un marroqu¨ª de 35 a?os, y Abdessam¨ªa Chetovi, un argelino de 40, cuentan c¨®mo es un d¨ªa cualquier en el albergue de la capital, el m¨¢s grande de todos y el primero que abri¨® sus puertas. Son temporeros por necesidad, los n¨®madas de la desigualdad social.
"Es igual o peor que en un calabozo, pero tenemos que aguantarnos"
Hay 10 duchas, pero cuando se usan todas a la vez, el agua caliente falla a veces
Los jornales necesarios pasar¨¢n de m¨¢s de 11 millones a menos de cinco en este a?o
- Jueves 1 de diciembre. 8.00 horas: Ma?ana g¨¦lida, apenas cuatro grados de temperatura y la nieve como testigo en los montes de M¨¢gina. El albergue abre sus puertas. Las instalaciones presentan un aspecto desolador, con basura por el suelo y los dormitorios, hacinados y en completo desorden. Saqrani y Abdessamia acaban de levantarse. El primero se queja de que las s¨¢banas no se han cambiado desde hace tres d¨ªas y de que hace fr¨ªo porque s¨®lo les dan una manta a cada usuario.
El albergue cuenta con una plantilla compuesta por dos mediadores interculturales, dos ciudadanos marroqu¨ªes que hablan ¨¢rabe, ingl¨¦s y franc¨¦s y que hacen las labores de int¨¦rpretes, siete monitores de apoyo, dos cocineras, tres auxiliares de comedor, un pinche de cocina, dos limpiadoras, un auxiliar de lavander¨ªa y un guarda jurado.
Un tercio del personal trabaja durante todo el a?o en el centro de transe¨²ntes -que comparte las instalaciones- gestionado por Cruz Roja, y el resto est¨¢ contratado por el Ayuntamiento de Ja¨¦n para reforzar el dispositivo de atenci¨®n a los temporeros de la aceituna.
Tras el aseo, llega la hora del desayuno. Un vaso de leche en polvo con cacao y unos trozos de pan y galletas. Hay que darse prisa. El albergue cierra sus puertas a las nueve para afrontar las tareas de limpieza.
Los 164 usuarios de este d¨ªa (158 hombres y seis mujeres, la mayor¨ªa del Norte de ?frica) salen del recinto sin rumbo fijo. Unos optan por utilizar los vales de desplazamientos que da el propio albergue y coger un autob¨²s en direcci¨®n a alg¨²n pueblo de la provincia. Y otros, quiz¨¢ los mas, aguardan a las afueras del albergue a que llegue alguna oferta de empleo.
Media hora despu¨¦s llega a las inmediaciones del albergue un todoterreno conducido por el encargado de una finca pr¨®xima a la capital. Necesita siete trabajadores, por supuesto todos ellos regularizados. Muchos son los que arremolinan junto al coche, pero este sistema de contrataci¨®n, m¨¢s propio de ¨¦pocas pasadas, s¨®lo depende de tener o no suerte.
Entre los afortunados est¨¢n Saqrani y Abdessamia, que le entregan su permiso de residencia y su cartilla de la Seguridad Social para tramitar su contrato. Unas horas despu¨¦s vuelve para decirles que empezar¨¢n a trabajar el lunes 5 de diciembre. Ha habido suerte, y eso que unos minutos antes Saqrani se quejaba de que los empresarios prefieren como mano de obra a negros subsaharianos por considerarlos m¨¢s d¨®ciles.
- 13.30 horas: Es la hora del almuerzo. Una larga cola de inmigrantes, todos ellos con su vale de comida en la mano, esperan la apertura del comedor. En medio de una discreta vigilancia del guarda jurado, van pasando uno a uno a recoger su plato. Hoy toca espaguetis, una naranja y un vaso de agua. Es lo que hay. "Es igual o peor que en un calabozo, pero tenemos que aguantarnos", comenta Saqrani. "Esto no es un hotel", replica la directora del albergue, la trabajadora social Bel¨¦n Hortelano, "intentamos dar platos con mucho aporte energ¨¦tico y muchas legumbres, y creo que es un servicio digno".Tras el almuerzo llegan las horas m¨¢s duras. ?D¨®nde ir ahora? La mayor¨ªa de los inmigrantes se concentran en los alrededores del albergue sin m¨¢s expectativa que aguardar la hora de la cena. A media tarde el fr¨ªo arrecia. Cartones y ramas secas son buenos aliados para encender un fuego con el que calentarse en la calle. A su alrededor es un buen momento para la convivencia entre inmigrantes de diferentes pa¨ªses y para alumbrar historias personales.
Historias como la del hermano de Saqrani, que se jug¨® la vida hace unos a?os para llegar a Espa?a en una patera. "Yo viene con un visado hace 15 a?os", explica el inmigrante marroqu¨ª, que ha llegado a Ja¨¦n procedente de La Rioja aunque primero pas¨® por C¨®rdoba, donde trabaj¨® un mes en la campa?a de la aceituna de verdeo.
"All¨ª ganaba poco, s¨®lo 33 euros al d¨ªa y por eso me he venido aqu¨ª", dec¨ªa. El convenio del campo, actualmente en negociaci¨®n para su revisi¨®n establece un jornal de entre 36,5 y 38,5 euros, aunque hay algunos empresarios "caritativos" -como los llama Saqrani- que pagan por encima de los 40 euros. Con un poco de suerte, espera echar unos 30 jornales y, con el dinero ahorrado, irse a su pa¨ªs a pasar la Fiesta del Cordero junto a sus padres, sus dos hermanos y su hija de siete a?os.
Por su parte, Abdessamia Chetovi recuerda que sali¨® hace 15 a?os de Argelia huyendo de la pobreza de su pa¨ªs. Durante todo este tiempo ha estado en La Rioja, primero trabajando en un vertedero, m¨¢s tarde en la recolecci¨®n de la uva y, finalmente, en una atracci¨®n de feria.
"Es el primer a?o que vengo a la recolecci¨®n de la aceituna, pero es que en esta ¨¦poca es lo ¨²nico que hay", dice. El argelino ha escogido el peor a?o posible para estrenarse en esta campa?a agr¨ªcola. La dr¨¢stica reducci¨®n de la cosecha a consecuencia de las heladas y la sequ¨ªa ha mermado el n¨²mero de jornales necesarios, que pasar¨¢n de los m¨¢s de 11 millones de una campa?a media a menos de cinco en este a?o. Abdessam¨ªia tambi¨¦n conf¨ªa en enviar un dinero "muy necesario" a sus padres y sus dos hermanos.
- 19.30 horas. Se echa la noche y llega la hora de la cena. Toca cocido y una fruta. Muchos ponen cara de asco, pero su hambre les hace pronto cambiar de opini¨®n.
Un peque?o grupo hace un amago de mot¨ªn para protestar por la comida y otros servicios animados por un miembro de la plataforma pro Derechos Humanos de Ja¨¦n que lleva varios d¨ªas en huelga de hambre para reclamar dignidad para los inmigrantes.
El concejal de Asuntos Sociales de Ja¨¦n, Antonio Lucas, lo tilda de "iluminado" en la emisora municipal y amenaza con emprender acciones legales. La cosa no pasa a mayores. Tras la cena, es la hora de las duchas, uno de los servicios que m¨¢s cr¨ªticas suscita entre los usuarios. "Casi siempre nos duchamos con agua fr¨ªa, y con las temperaturas que estamos soportando...", se lamenta Saqrani.
"Contamos con diez duchas, pero cuando se usan todas a la vez, junto con los lavabos, el agua caliente falla a veces", admite la directora del albergue. Tras la ducha, muchos usuarios se agolpan en la sala de televisi¨®n. As¨ª hasta las 11 de la noche, cuando, como si tratase del m¨¢s estricto de los internados, las luces se apagan. "Por la noche dejan entrar a todo el mundo y les dicen que ellos mismos se busquen una cama libre, pero no controlan ni siquiera a los borrachos que no nos dejan dormir", se queja Abdessamia.
Desde la direcci¨®n del albergue se resalta la "flexibilidad" que tienen en la aplicaci¨®n de las normas. El periodo m¨¢ximo de estancia en el albergue es de tres d¨ªas, pero mientras haya plazas libres no se deja a nadie en la calle.
Hasta el pasado jueves, el albergue de Ja¨¦n, con capacidad para 200 plazas, no hab¨ªa estado ning¨²n d¨ªa al 100%, un escenario muy distinto al de a?os anteriores, cuando la masiva afluencia de inmigrantes y el efecto llamada provoc¨® la saturaci¨®n del albergue de la capital, que suele ser el primero que pisan los temporeros antes de buscar acomodo en un tajo de la provincia.
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