Cerrar los ojos ante el cambio clim¨¢tico
El Tratado de Kioto sobre control del cambio clim¨¢tico fue, como dice el profesor de Harvard Rob Stavins, "demasiado poco y demasiado r¨¢pido". Por una parte, porque al abarcar s¨®lo a aquellos pa¨ªses que estaba previsto que emitieran aproximadamente la mitad de las emisiones de gases invernadero a mediados de siglo, no ha supuesto una protecci¨®n a largo plazo contra los peligros del calentamiento mundial. Por otra parte, porque al exigir importantes y caras disminuciones a corto plazo en las emisiones de los pa¨ªses industrializados, amenazaba con imponer grandes costes inmediatos a la econom¨ªa estadounidense, japonesa y europea. El acuerdo de Kioto significaba much¨ªsimas molestias a corto plazo para conseguir pocos beneficios a largo plazo. Los economistas de la Uni¨®n Europea y de Estados Unidos durante el gobierno de Clinton argumentaron a favor de la aprobaci¨®n del Tratado de Kioto s¨®lo mediante la creaci¨®n de modelos para algo que no era el Tratado de Kioto. Proyectaron que los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo entrar¨ªan en alg¨²n momento en el marco de Kioto, y negociar¨ªan sus derechos para emitir CO2 y otros gases invernadero con EE UU y Europa a cambio de ayuda al desarrollo.
George W. Bush se puso de parte de su vicepresidente Dick Cheney al negar que existiese siquiera el problema del calentamiento del planeta
Transcurridos todos estos a?os, todav¨ªa no conozco a ning¨²n conocedor del tema que est¨¦ dispuesto a defender que Kioto establece una pol¨ªtica p¨²blica mundial significativa. "Era una forma de echar a rodar la pelota" en lo relativo al cambio clim¨¢tico, dicen algunos. "Era una forma de concienciar al mundo de la gravedad del problema", dicen otros. Bajo ninguna de estas interpretaciones puede dec¨ªrseles a quienes negociaron y firmaron el Tratado de Kioto que prestaron un buen servicio al mundo. Por supuesto, al mundo le ha ido mucho peor desde entonces. El presidente George W. Bush se puso de parte de su vicepresidente Dick Cheney al negar que existiese siquiera el problema del calentamiento del planeta (su secretario del Tesoro, Paul O'Neill, y la administradora de la Agencia de Protecci¨®n Medioambiental, Christine Whitman, disintieron). Probablemente esto le ha costado al mundo m¨¢s de una d¨¦cada de tiempo perdido para desarrollar una pol¨ªtica que aborde el problema, sobre todo si tenemos en cuenta que es probable que la inacci¨®n intencionada contin¨²e hasta que finalice el mandato de Bush. Pero las cartas pol¨ªticas se barajar¨¢n nuevamente, y habr¨¢ una nueva mano sobre calentamiento mundial cuando Estados Unidos vuelva a elegir presidente, en noviembre de 2008.
Cuando llegue el momento de revisar las pol¨ªticas internacionales sobre calentamiento del planeta, deber¨ªan ocurrir dos cosas. En primer lugar, el n¨²cleo industrializado del mundo debe crear incentivos para que el mundo en desarrollo se industrialice siguiendo v¨ªas ecol¨®gicas que emitan poco CO2 y CO4. El lento crecimiento de las emisiones de gases invernadero en econom¨ªas de crecimiento r¨¢pido debe ir acompa?ado de promesas cre¨ªbles de que se van a proporcionar grandes cantidades de ayuda para las imponentes tareas de industrializaci¨®n, educaci¨®n y urbanizaci¨®n a las que se enfrentan China, India, M¨¦xico, Brasil y otros pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Adem¨¢s, el n¨²cleo industrializado del mundo debe crear incentivos para que sus sectores energ¨¦ticos asuman las inversiones en nuevas tecnolog¨ªas que nos hagan pasar hacia mediados de siglo a una estructura econ¨®mica con pocas emisiones de carbono y centrada en el secuestro del carbono.
El mundo podr¨ªa seguir cerrando los ojos ante el calentamiento mundial y esperar lo mejor: un clima un poco m¨¢s c¨¢lido que produzca tantos ganadores (en las praderas siberianas, noreuropeas y canadienses) como perdedores (en las regiones ya c¨¢lidas que se vuelven m¨¢s calientes y secas), y que la Corriente del Golfo siga calentando a Europa, los monzones no se interrumpan, y el delta del Ganges no se ahogue bajo tifones m¨¢s fuertes. O quiz¨¢ esperemos que el "nosotros" cuyos intereses se tienen en cuenta cuando se toman las decisiones importantes no sean los "nosotros" que se encuentran entre los grandes perdedores. Es posible que sigamos cerrando los ojos. Pero nuestras oportunidades de garantizar un mundo m¨¢s sostenible ser¨ªan mayores si no hubi¨¦ramos permitido que durante la pasada d¨¦cada nos cegara la combinaci¨®n del alarde de relaciones p¨²blicas conocido como Tratado de Kioto y la idiotez habitual conocida como Gobierno de Bush.
J. Bradford DeLong es catedr¨¢tico de Econom¨ªa en la Universidad de California en Berkeley y ex subsecretario del Tesoro durante la administraci¨®n de Clinton.
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