Aparece Felipe Mor
Las calles no cierran. El 24 de noviembre lleg¨® una carta de Felipe Mor. Hab¨ªa ocupado su lugar en la cr¨®nica Los cr¨ªmenes de la calle de Mandri, dado que era el autor del ¨²nico testimonio disponible sobre las grutas del convento de la Inmaculada Concepci¨®n, que hab¨ªa recorrido en 1985. Dec¨ªa un p¨¢rrafo de su carta: "En las grutas hab¨ªa un pasadizo de comunicaci¨®n con el interior de la casona, pero fue tapiado despu¨¦s de la guerra, en cuanto las monjas pudieron regresar. Tambi¨¦n en estas galer¨ªas subterr¨¢neas hab¨ªa un pozo a cuyo interior fueron a parar en tiempos de la contienda buen n¨²mero de personas".
Mor vive en Teruel. Habla por el tel¨¦fono.
-?Qui¨¦n le cont¨® lo del pasadizo tapiado y lo del pozo?
En las galer¨ªas del convento de la Inmaculada Concepci¨®n hab¨ªa un pozo a cuyo interior fueron a parar buen n¨²mero de personas
-La monja que entonces me acompa?¨® en mi expedici¨®n. La madre Dolores, se llamaba.
Dolores Vicens era de Agramunt y est¨¢ muerta. En 1936 era novicia. Huy¨® del convento, probablemente hacia Roma, y regres¨® despu¨¦s de la guerra.
-?Recuerda lo que le dijo exactamente?
-Exactamente... Han pasado 20 a?os. Me dijo que despu¨¦s de la guerra las monjas hab¨ªan tapiado el pozo y el pasadizo por si se repet¨ªan las atrocidades que hab¨ªan sucedido.
-?D¨®nde?
-?C¨®mo quiere decir d¨®nde...?
-S¨ª, si hablaba de las atrocidades en general o de las atrocidades en el convento.
-No recuerdo que precisara. S¨®lo recuerdo la palabra atrocidades y el miedo del que me habl¨®. Del pozo me dijo, en concreto, que las monjas ten¨ªan miedo de que las tiraran por all¨ª.
-?Por qu¨¦ no escribi¨® todo esto en su art¨ªculo de entonces?
-Pues, mire, la verdad: porque me era violento ponerlo. Yo s¨®lo quer¨ªa escribir una croniquilla sobre mi paseo por las grutas infantiles y no quer¨ªa remover esos recuerdos tan dolorosos. Ahora bien: cuando le¨ª su art¨ªculo me permit¨ª escribirle, porque es verdad que la monja Dolores me hab¨ªa contado m¨¢s cosas.
Las Juventudes Libertarias ocuparon el convento en el primer a?o de la Guerra Civil. En los archivos de las Religiosas Concepcionistas hay un informe con fecha del 18 de noviembre de 1939, elaborado por la secci¨®n de Estad¨ªstica de Acci¨®n Cat¨®lica. Bajo el ep¨ªgrafe Dominaci¨®n Roja se interroga a una religiosa del convento, probablemente la superiora Teresa de Jes¨²s Vigo Lluch: "?Qu¨¦ ocurri¨® en este edificio?". "Fue incautado, ocup¨¢ndolo las Juventudes Libertarias hasta octubre de 1937. Desde esta fecha hasta fines del a?o 1938 estuvieron los chicos del Orfelinato Ribas". "?Fue el edificio destinado a otras actividades por los rojos? ?Cu¨¢les?" "Lo ignoramos, se?or". Era l¨®gico que nada supieran. Un texto manuscrito, del mismo archivo, precisa, bajo el ep¨ªgrafe Causa General de Barcelona Distrito 3, que las religiosas abandonaron el convento el 20 de julio del a?o 1936 y no volvieron hasta la entrada de las tropas franquistas en enero de 1939. El edificio fue saqueado. "Destruidas todas las habitaciones de las monjas y la capilla de modo especial, habi¨¦ndose perdido ornamentos, vasos sagrados, ropa blanca, no quedando ni rastro del altar", declaraba por escrito la madre superiora.
No hay en los archivos de las Concepcionistas ning¨²n documento que aluda al uso que las Juventudes Libertarias dieron al edificio en el a?o que lo ocuparon. Pero es significativo que siguiera el mismo curso de tantas improvisadas c¨¢rceles anarquistas, que dejaron de funcionar despu¨¦s de los hechos de mayo de 1937 (seg¨²n las tesis de C¨¦sar Alcal¨¢ y su libro sobre las checas barcelonesas) y el incremento subsiguiente del control sobre la represi¨®n por parte del Gobierno de la Generalitat. Las antiguas grutas hedonistas del caballero Altimira fueron ocupadas por los anarquistas en aquel breve periodo tan bien descrito en 1936 por Cyril Connolly desde la penumbra del caf¨¦ Oriente: "La naci¨®n m¨¢s joven del mundo, la Catalu?a anarquista, que combate en su primera guerra". Luego acogieron a los ni?os del Orfelinato Ribas, desbordadas sus instalaciones de Rub¨ª por tantos padres muertos. El a?o inici¨¢tico y final de Connolly sucedi¨® tambi¨¦n en las grutas anecoicas de la calle de Mandri. El lado torvo de la albada del mundo. Est¨¢n los testimonios (forzosamente indirectos) de los vecinos Cervell¨® y Mor. Los archivos de las monjas. Los pozos y los t¨²neles cegados. La evidencia de que no se han encontrado los restos (ni el relato de sus terribles circunstancias) de muchas de las personas asesinadas en la Catalu?a republicana. Por fortuna, el Gobierno tripartito ha puesto ya en marcha el llamado Memorial Democr¨¢tico. O al menos la comisi¨®n que ha de gestionarlo. Al presentar la iniciativa, el consejero Joan Saura describi¨® algunas acciones que podr¨ªan realizarse: "Por ejemplo, la se?alizaci¨®n de lugares donde se produjeron fusilamientos". Es razonable: una ciudad es una suma de muros heridos.
Habr¨ªa que investigar a fondo lo que sucedi¨® en las grutas del convento. Para el Memorial Democr¨¢tico. Y para ver tambi¨¦n si hay raz¨®n para incluirlas en la ruta Roja y Negra, organizada por el Instituto de Cultura de Barcelona, donde se evocan el entierro de Durruti, los fusilamientos del Campo de la Bota y hasta el lugar (el monumento a Col¨®n) donde se quiso matar a Francisco Franco: no hay duda de que un viaje a la ¨¦poca libertaria de las grutas de la calle de Mandri contribuir¨ªa a aumentar el atractivo de la ruta ciudadana, ya de por s¨ª poderoso.
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