La raz¨®n de la sinraz¨®n
"El hombre es un animal racional". Esta frase aristot¨¦lica se repite hasta la saciedad. Arist¨®teles era un gran pensador; pero ?es cierta esta frase? No est¨¢ tan claro. Todo depende, por supuesto, del significado que demos al vocablo "racional", y existen muchas maneras de definirlo, muchas acepciones. Los economistas pensamos que ser racional es comportarse con arreglo a normas inteligibles, regulares y coherentes, tratando de maximizar nuestro bienestar y de minimizar lo desagradable, como el esfuerzo. Con arreglo a este simple axioma, los economistas han montado una impresionante teor¨ªa que la mayor parte de las veces no se cumple. Si racionalidad significa adhesi¨®n regular a unos principios y, por tanto, previsibilidad, los animales son m¨¢s racionales que nosotros, porque su conducta es m¨¢s previsible que la nuestra. En materia de pol¨ªtica la conducta humana es a¨²n menos racional que en econom¨ªa. Ser¨ªa un pasatiempo entretenido enumerar los casos en que las elecciones han producido los efectos contrarios a lo que los electores manifestaban perseguir, o que el sistema democr¨¢tico ha producido resultados antidemocr¨¢ticos. Uno de los elementos que m¨¢s frecuentemente enturbia la racionalidad de los electores es el nacionalismo, aunque desde luego dista mucho de ser el ¨²nico.
El 7 de enero de 2004 yo publiqu¨¦ un art¨ªculo en estas mismas p¨¢ginas titulado ?Quiere Catalu?a bajarse del autob¨²s? donde suger¨ªa, despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones auton¨®micas en esa comunidad, que muchos catalanes y vascos pensaban que, una vez que Espa?a les hab¨ªa conducido a la Uni¨®n Europea, hab¨ªa llegado el momento de separarse de Espa?a. Conclu¨ªa diciendo que tal proyecto entra?aba serios peligros porque "el camino desde la separaci¨®n de Espa?a hasta la plena integraci¨®n en la Uni¨®n Europea no est¨¢ nada claro" y que pod¨ªa ser que "los separatistas est¨¦n simplemente cegados por la pasi¨®n pol¨ªtica" y no sean capaces de apreciar lo aventurado del camino al que nos llevan a todos. Tras las elecciones del 14 de marzo, mi amigo el profesor Ant¨®n Costas, de la Universidad de Barcelona, me respond¨ªa, tambi¨¦n en estas p¨¢ginas (1 de abril), afirmando que la responsabilidad de las reclamaciones catalanas reca¨ªa sobre el Gobierno de Aznar, que hab¨ªa "tratado de restar poder econ¨®mico y empresarial a las CC AA en un momento en que el Estado de las autonom¨ªas transfer¨ªa poder pol¨ªtico" y que era urgente "formular proyectos e iniciativas que nos hagan ver a todos los espa?oles por qu¨¦ nos interesa seguir viajando juntos en el mismo tren". A m¨ª me alegr¨® mucho leer el art¨ªculo de Costas, por su seriedad y su l¨®gica; pero no qued¨¦ muy convencido. Ten¨ªa ¨¦l todo el fundamento al afirmar que, desde un punto de vista de racionalidad econ¨®mica, el separatismo no tiene justificaci¨®n, ni antes, cuando los aranceles proteg¨ªan a la industria espa?ola (en buena medida, catalana) de la competencia exterior, ni ahora, en que el mercado espa?ol sigue siendo b¨¢sico para la mayor parte de la industria espa?ola (en menor, pero importante medida, tambi¨¦n catalana). Y a¨²n menos cuando las comunidades aut¨®nomas y el conjunto de los ciudadanos forman parte de la Uni¨®n como integrantes de la naci¨®n espa?ola. Pero el problema reside en que el nacionalismo no es un movimiento pol¨ªtico racional; eso quer¨ªa decir yo cuando hablaba de la "pasi¨®n pol¨ªtica".
La sempiterna discusi¨®n sobre si Catalu?a es una "naci¨®n" o si Espa?a es una "naci¨®n de naciones" es de una estulticia tal que resulta embarazoso no ya participar en ella, sino simplemente contemplar su desarrollo. Imaginemos lo que pensar¨ªamos los europeos si los brit¨¢nicos llevaran meses o a?os discutiendo si Escocia y Gales eran o no naciones y si Gran Breta?a era una "naci¨®n de naciones". Las carcajadas se oir¨ªan al otro lado del Canal de la Mancha. Lo cual, por cierto, le hace a uno ver ciertas ventajas de tener una Constituci¨®n no escrita, algo que uno siempre hab¨ªa considerado una excentricidad brit¨¢nica m¨¢s. La estulticia deriva, por supuesto, de que todas estas proposiciones son indemostrables porque las "naciones" no existen, son entidades artificiales, nombres que designan colectivos pol¨ªticos que pueden aparecer o desaparecer, como las provincias, los organismos supranacionales, las comunidades aut¨®nomas, los clubes de f¨²tbol, etc¨¦tera. Cantabria o La Rioja no exist¨ªan hasta 1978. Alemania tampoco antes de 1871. Fueron creadas de un plumazo. La URSS, una de las naciones m¨¢s poderosas de la Tierra hace dos decenios, dej¨® de existir en 1991. Los ejemplos pueden multiplicarse. Las naciones son entes ficticios, como las empresas o las sociedades recreativas. Espa?a tambi¨¦n es un ente ficticio, pero existe desde hace mucho m¨¢s tiempo (la remontemos a Roma, a San Isidoro, a los Reyes Cat¨®licos, a Felipe V o a la Guerra de Independencia) y eso le da legitimidad hist¨®rica. Naturalmente, puede desaparecer o dividirse; pero ese proceso ser¨ªa doloroso y traum¨¢tico para una gran mayor¨ªa, como ha ocurrido con frecuencia cuando fraccionamientos de este tipo han tenido lugar en otros pa¨ªses.
Pero si el nacionalismo de los ciudadanos no es racional, es una sinraz¨®n, las razones de los pol¨ªticos nacionalistas s¨ª son racionales. Es caracter¨ªstico de la pol¨ªtica nacionalista que su justificaci¨®n y fin ¨²ltimo sea la independencia, por m¨¢s que en ocasiones proclame otra cosa. Si los partidos no nacionalistas tratan de convencer a sus votantes de que buscan su bienestar, los nacionalistas tratan de fomentar el malestar de sus votantes achacando la culpa a un enemigo externo. Por tanto, el nacionalismo es como un avi¨®n: si se detiene, se estrella. Un nacionalismo que no reivindica y ataca, que no se proclama v¨ªctima de enemigos interiores y, sobre todo, exteriores, pierde votos en las elecciones, como es bien sabido. En consecuencia, es ilusorio pensar que se puede resolver el problema de los nacionalismos perif¨¦ricos haciendo concesiones. La historia reciente de Espa?a lo ha demostrado palmariamente. Dos a?os despu¨¦s del primer Estatuto, Companys proclamaba la independencia de Catalu?a. Toda concesi¨®n obtenida es para los nacionalistas una victoria, un paso m¨¢s en el camino hacia la separaci¨®n. Y, adem¨¢s, es una conquista inalienable que, si se intenta revocar, provoca la ira, la indignaci¨®n, la rebeli¨®n incluso, y se aduce como prueba de que los enemigos exteriores atacan a la naci¨®n en ciernes. Es un proceso irreversible. En Espa?a este fen¨®meno viene agravado por la herencia del franquismo. La reacci¨®n contra el franquismo convirti¨® la palabra "centralismo" en un t¨¦rmino de oprobio. Los que llevaron a cabo la transici¨®n pecaron de ingenuidad en este asunto y creyeron resolver el problema haciendo generosas concesiones a los nacionalismos perif¨¦ricos y, sobre todo, poniendo la educaci¨®n y los medios de comunicaci¨®n en sus manos. Las consecuencias est¨¢n a la vista: los espa?oles ya no saben historia ni geograf¨ªa, pero todos (o una gran parte) se sienten v¨ªctimas del centralismo.
Yo confieso no conocer la soluci¨®n del problema. Parafraseando a Ortega, el problema del nacionalismo no se puede resolver: hay que conllevarlo. Pero creo que quienes toman decisiones pol¨ªticas deben tener esto muy claro: hay una l¨®gica muy poderosa en la irracionalidad nacionalista: hay raz¨®n en la sinraz¨®n y, si esto se olvida, las consecuencias pueden ser catastr¨®ficas.
Gabriel Tortella es catedr¨¢tico de Historia Econ¨®mica en la Universidad de Alcal¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.