El invierno nuclear
Estamos viviendo una situaci¨®n que resultar¨ªa bochornosa de no ser repugnante. Y quien m¨¢s est¨¢ disfrutando de ella es quien deber¨ªa estar sufri¨¦ndola. Me refiero a que los partidos A y B andan a navajazos sin respetar aquello que respetaron tiempo atr¨¢s, la lucha antiterrorista y, claro, quien debe de estar parti¨¦ndose de risa es ETA. Ni A ni B son tontos y saben que quien derrote a ETA tiene Moncloa para rato, de ah¨ª que uno se empe?e en derrotarla en solitario, o por lo menos sin contar con el otro, mientras ¨¦ste, al comprobar que le han dejado fuera, se esfuerza en sostener que se est¨¢ eligiendo una v¨ªa muy mala para derrotar al terrorismo. Una vez admitida la mayor, todo resulta aceptable incluso negar lo que unos y otros hicieron bien en otros tiempos, unos tiempos que parecen venenosos y de los que tanto A y B reniegan aunque por diferentes motivos. Tirarse a la cara matrimonios homosexuales, reformas educativas, asignaturas de religi¨®n (?o de religiones?), reformas y cr¨¦ditos tanto bancarios como de los otros, es decir buen nombre y fama, forma parte del lote pero s¨®lo como caracoles porque lo m¨¢s importante es la salsa. S¨®lo que los caracoles tambi¨¦n dan sed, con lo que reactivan constantemente el cotarro dificultando posibles entendimientos.
Porque ah¨ª est¨¢ la madre del cordero. O quiz¨¢ la madre de todas las madres, porque hay otras, por ejemplo que los ciudadano se vean compelidos a elegir entre una opci¨®n A y una opci¨®n B cada vez m¨¢s radicalizadas en su partidismo, lo que somete al votante de a pie a un conflicto de lealtades del que deber¨ªan estar incluso librados los militantes de A y B, ya que se est¨¢ creando dentro de cada uno de esos partidos un monolitismo digno de tiempos pasados y ominosos que m¨¢s valiera olvidar. Y quien dice a los ciudadanos de a pie, la amarga tesitura tambi¨¦n afecta a los partidos desempatantes -su cometido en la pol¨ªtica espa?ola es ¨²nicamente desequilibrar la balanza en favor de A o B-, aunque a diferencia del mero votante, ¨¦stos s¨ª pueden sacar alg¨²n bocado del rifirrafe. Lo dicho, una verg¨¹enza a la que no se ve c¨®mo se pueda poner fin, que era a lo que iba. Estamos sometidos a padecer lo que decidan A y B porque no existe ning¨²n modo de control democr¨¢tico externo y ajeno a los partidos capaz de poner t¨¦rmino a una din¨¢mica no s¨®lo cada vez m¨¢s agria y subida de tono, en definitiva, m¨¢s despreciable, sino dotada del movimiento perpetuo, vamos, que goza de tanto combustible para retroalimentarse que no tiene pinta de acabar nunca.
Los griegos de la Antig¨¹edad dispon¨ªan, por lo menos, de un control interno a la hora de impedir que se dieran situaciones de este tipo porque ten¨ªan la desmesura por la peor falta que pudieran cometer los seres humanos. Y desmesura hay en las conductas de los partidos A y B. Cierto, para ejemplificar su horror por la desmesura, los griegos antiguos echaban mano del mito. S¨ªsifo fue condenado a subir eternamente aquella roca que siempre regresaba al punto de partida por sus muchas fechor¨ªas y por haber irritado a Zeus, T¨¢ntalo a no beber cava, digo nada, por haber ultrajado a los dioses y Prometeo a ofrecer su puturr¨² de fu¨¢ a los buitres por haber robado algo divino, el fuego. S¨®lo que a nosotros aquellos mitos nos sirven de poco pues la piedra de S¨ªsifo parece m¨¢s bien la met¨¢fora del juego del poder y la oposici¨®n -cuando se consigue, cae y rueda monta?a abajo- y el castigo de las Danaides, condenadas a llenar un c¨¢ntaro que no se llenaba nunca, m¨¢s parece el tripartito elaborando el Estatut. En cuanto a lo de robar el fuego, se asemeja sobre todo a la OPA de Gas Natural a Endesa, as¨ª que los mitos de la Grecia Antigua lejos de cortar la sangr¨ªa podr¨ªan reactivarla. En conclusi¨®n, corren muy malos tiempos y no se ve c¨®mo puedan cambiar porque A y B hacen o¨ªdos sordos a las advertencias, admoniciones, cuentos griegos y chistes de Lepe. Con que abr¨ªguense que ya est¨¢ aqu¨ª el invierno. El invierno nuclear.
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