De c¨®mo no llegar al aeropuerto
El autob¨²s que sustituye al tren del aeropuerto deja a los pasajeros lejos de las terminales
El se?or K. anda estos d¨ªas adivinando si es verdad que el transporte p¨²blico es un servicio p¨²blico pensado para satisfacer necesidades del p¨²blico. Empieza a temer que algunos dirigentes de empresas de transporte p¨²blico est¨¢n m¨¢s preocupados por satisfacer al cargo pol¨ªtico de quien dependen (quien, por cierto, usa m¨¢s el coche oficial que el metro o el autob¨²s) que al usuario. Desde luego, no parecen ir en transporte p¨²blico al aeropuerto. Y mejor para ellos, porque mal lo tendr¨ªan.
Porque el caso es que ahora, para sorpresa de propios y ajenos, ya no hay transporte p¨²blico al aeropuerto. Hab¨ªa un tren con poco servicio (cada 30 minutos) que iba all¨ª, aunque quedara lejos, pero ahora ya no existe. De modo que las administraciones que integran la Autoridad del Transporte Metropolitano (ATM) se reunieron y acordaron poner un autob¨²s que sustituyera al tren. El se?or K. estaba convencido de que era imposible empeorar un servicio p¨¦simo. Se equivocaba.
Lo que hay ahora es un viaje a la nada: un autob¨²s que sale de Sants (como el tren de antes) y llega a la estaci¨®n que hay en el aeropuerto. Una decisi¨®n tomada porque, seguramente, ninguno de los componentes de la ATM ha ido nunca al aeropuerto en tren. Si lo hubiera hecho, sabr¨ªa que la estaci¨®n est¨¢ bastante lejos de las terminales. Tanto que hasta AENA, que no se distingue por su atenci¨®n al usuario, puso una pasarela con cintas transportadoras. Que ahora, por cierto, tampoco funciona.
El se?or K. no conoce a nadie que haya hecho jam¨¢s un viaje desde Barcelona a la estaci¨®n de trenes del aeropuerto. Entiende que quien iba all¨ª era para luego dirigirse a las terminales. Tambi¨¦n comprende lo que cuesta prolongar la v¨ªa del tren y hacer que llegue a donde van los pasajeros. Pero un autob¨²s no tiene esa limitaci¨®n. El que sustituye al tren y sale de Sants hubiera podido ir hasta los edificios de las terminales. Pero no, deja a los usuarios tan lejos como puede.
El desprop¨®sito es may¨²sculo: ese mismo autob¨²s que deja al personal donde no quiere ir pasa luego, inevitablemente, por delante del destino real de sus pasajeros. Porque para salir de la estaci¨®n y volver a Barcelona tiene que pasar por la ¨²nica v¨ªa posible: la que pasa por delante de las tres terminales: internacional, nacional y puente a¨¦reo.
Un transporte p¨²blico para el p¨²blico, piensa el se?or K., tratar¨ªa de adaptarse a las necesidades del p¨²blico. Un transporte p¨²blico para el cargo pol¨ªtico no necesita hacerlo. Basta con facilitarle la frase que le permita declarar que el asunto del tren del aeropuerto est¨¢ resuelto. Y si la realidad contradice la frase, ?qui¨¦n va a darse cuenta m¨¢s que el usuario y el se?or K.?
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