La guerra de Irak se trasladar¨¢ al aire
En las ¨²ltimas semanas se ha especulado mucho sobre la posibilidad de que el presidente Bush, ante la ca¨ªda de los ¨ªndices de aprobaci¨®n y las discrepancias dentro de su propio partido, empiece a retirar tropas estadounidenses de Irak el pr¨®ximo a?o. Lo mejor que le puede ocurrir a la Administraci¨®n es que las elecciones parlamentarias previstas para el 15 de diciembre produzcan un Gobierno de coalici¨®n que llegue a un acuerdo con EE UU para iniciar la retirada de las tropas a partir de la pr¨®xima primavera. La Casa Blanca conf¨ªa en que, para entonces, el nuevo Gobierno sea capaz de hacerse cargo de los rebeldes. En un discurso pronunciado el 19 de noviembre, Bush repiti¨® el ¨²ltimo lema de su Gobierno: "A medida que se pongan en pie los iraqu¨ªes, nos retiraremos nosotros". Y a?adi¨®: "Cuando nuestros jefes militares sobre el terreno me digan que las fuerzas iraqu¨ªes pueden defender su libertad, nuestras tropas volver¨¢n a casa con todos los honores merecidamente ganados". Las presiones pol¨ªticas para que la Casa Blanca empiece a preparar la retirada pudieron vislumbrarse hace dos semanas, cuando la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, declar¨® a Fox News que no ser¨ªa necesario mantener el nivel actual de presencia estadounidense "durante mucho m¨¢s tiempo", porque los iraqu¨ªes estaban aprendiendo a luchar cada vez mejor contra los rebeldes.
Los pol¨ªticos han o¨ªdo a soldados y generales decir que "las cosas est¨¢n jodidas"
El periodista que desvel¨® las torturas en Abu Ghraib investiga los planes de EE UU de reducir las tropas de ocupaci¨®n
A diferencia de lo que ocurr¨ªa en Vietnam, Washington no dice cu¨¢ntas bombas arroja
Bush cree en el dicho de que 'la gente puede sufrir y morir, pero la Iglesia sigue adelante'
Sin embargo, un alto responsable de planeamiento del Pent¨¢gono me asegura que ha visto escasos indicios de que el presidente est¨¦ dispuesto a autorizar una retirada sustancial de tropas si creyera que eso iba a obstaculizar la guerra contra la insurgencia. En la actualidad, la Casa Blanca y el Pent¨¢gono est¨¢n estudiando varias propuestas; la m¨¢s ambiciosa supone la reducci¨®n de las fuerzas de combate estadounidenses de 155.000 soldados a menos de 80.000 antes del pr¨®ximo oto?o, y la retirada de todas las fuerzas oficialmente consideradas "de combate" antes del verano de 2008. En la pr¨¢ctica, dice el responsable de planeamiento, "los planes de repliegue que conozco tienen en cuenta las circunstancias y los acontecimientos, y no establecen un plazo de tiempo espec¨ªfico"; es decir, dependen de la capacidad del nuevo Gobierno iraqu¨ª de derrotar a los rebeldes. (Un portavoz del Pent¨¢gono ha explicado que el Gobierno no ha tomado ninguna decisi¨®n y que no tiene "ning¨²n plan de retirada, s¨®lo un plan para completar la misi¨®n").
Un elemento clave de los planes de repliegue, que el presidente no menciona en sus declaraciones p¨²blicas, es que los soldados estadounidenses que se vayan ser¨¢n sustituidos por el uso de la fuerza a¨¦rea. Se considera que unos ataques r¨¢pidos y letales llevados a cabo por aviones de combate servir¨¢n para mejorar radicalmente la capacidad de combate de las unidades iraqu¨ªes, incluso de las m¨¢s d¨¦biles. El peligro, me cuentan algunos expertos militares, es que, si bien el n¨²mero de bajas estadounidenses disminuir¨ªa a medida que se retiren las tropas de tierra, el nivel global de violencia y el n¨²mero de v¨ªctimas iraqu¨ªes aumentar¨ªan si no se ejercen controles estrictos sobre qui¨¦n bombardea qu¨¦.
"No estamos planeando disminuir la intensidad de la guerra", explica Patrick Clawson, subdirector del Instituto de Pol¨ªtica para Oriente Pr¨®ximo, en Washington. Las opiniones de Clawson suelen reflejar las ideas del entorno del vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. "S¨®lo queremos modificar la combinaci¨®n de las fuerzas de combate, para que consistan en infanter¨ªa iraqu¨ª, apoyo estadounidense y un mayor uso del poder¨ªo a¨¦reo. En la actualidad, la norma es que las fuerzas iraqu¨ªes s¨®lo entren en combate en los sitios en los que est¨¢n seguras de ganar. El ritmo de participaci¨®n y retirada depende de su ¨¦xito en la batalla".
"Queremos reducir nuestras fuerzas", contin¨²a, "pero el presidente est¨¢ dispuesto a no ceder en esto. Tiene la profunda convicci¨®n de que los sentimientos del pueblo estadounidense a prop¨®sito de Irak quedaron claros en las elecciones de 2004". Es posible que la guerra contra la insurgencia en Irak "acabe convirti¨¦ndose en una guerra civil repugnante y criminal, pero, aun as¨ª, nuestros aliados y nosotros seguir¨ªamos ganando". "Mientras los kurdos y los chi¨ªes est¨¦n de nuestro lado, seguiremos adelante. No da la impresi¨®n de que el mundo se est¨¦ viniendo abajo. Estamos a mitad de un camino de siete a?os en Irak, y el 80% de los iraqu¨ªes se muestran receptivos a nuestro mensaje".
"Siempre hay planes de emergencia, pero, ?por qu¨¦ retirarse y correr el riesgo?", dice un asesor del Pent¨¢gono. "No creo que el presidente est¨¦ dispuesto" hasta que la insurgencia est¨¦ deshecha. "No va a retroceder. Esto importa m¨¢s que la pol¨ªtica dom¨¦stica".
Seg¨²n me han contado varios miembros y ex miembros de los servicios secretos, Bush sigue convencido de que tiene la misi¨®n personal de llevar la paz a Irak, y que es inmune a las presiones pol¨ªticas, incluso de sus compa?eros del Partido Republicano. Tambi¨¦n dicen que menosprecia cualquier informaci¨®n que contradiga su visi¨®n sobre el desarrollo de la guerra.
Los colaboradores m¨¢s cercanos de Bush conocen desde hace mucho tiempo la naturaleza religiosa de sus compromisos pol¨ªticos. En diversas entrevistas recientes, un antiguo alto funcionario que trabaj¨® en el primer Gobierno de Bush ha hablado con detalle sobre la relaci¨®n entre la fe religiosa del presidente y su visi¨®n de la guerra en Irak. Tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, explica el ex funcionario, le dijeron que Bush ten¨ªa la sensaci¨®n de que "Dios le hab¨ªa puesto aqu¨ª" para hacerse cargo de la guerra contra el terror. La convicci¨®n del presidente se reforz¨® con la aplastante victoria republicana en las elecciones de 2002; Bush vio la victoria como un decidido mensaje de Dios de que "¨¦l era el hombre", seg¨²n este ex funcionario. En p¨²blico, Bush declar¨® que su reelecci¨®n era un refer¨¦ndum sobre la guerra; en privado, la consider¨® una manifestaci¨®n m¨¢s de la voluntad divina.
El antiguo alto funcionario dice que, despu¨¦s de las elecciones, realiz¨® una larga visita de inspecci¨®n a Irak y transmiti¨® sus conclusiones a la Casa Blanca: "Le dije al presidente: 'No estamos ganando la guerra'. Y ¨¦l pregunt¨®: '?Estamos perdi¨¦ndola?' 'Todav¨ªa no', repliqu¨¦". Seg¨²n ¨¦l, al presidente "pareci¨® molestarle" esa respuesta.
"Intent¨¦ dec¨ªrselo", afirma el ex funcionario. "Y no quiso o¨ªrlo".
Entre los militares preocupa enormemente la capacidad del Ej¨¦rcito estadounidense de aguantar dos o tres a?os m¨¢s de combate en Irak. Como dice Michael O'Hanlon, especialista en asuntos militares en la Brookings Institution: "La gente perteneciente al Ej¨¦rcito institucional siente que no tiene el lujo de decidir el n¨²mero de soldados, ni siquiera de participar en el debate. Tienen previsto mantener el ritmo hasta 2009. No creo que el Ej¨¦rcito lo considere posible, porque no existe ninguna campa?a sostenida para aumentar el volumen del Ej¨¦rcito regular". O'Hanlon advierte de que, "si el presidente decide seguir como hasta ahora en Irak, algunos soldados tendr¨¢n que cumplir servicio por cuarta y quinta vez en 2007 y 2008, y eso podr¨ªa tener graves consecuencias para la moral y el rendimiento".
Muchos de los generales del Ej¨¦rcito se sienten muy frustrados, pero no dicen nada p¨²blicamente porque no quieren que peligren sus carreras. El Gobierno "ha aterrorizado de tal forma a los generales que sabe que no van a hablar en p¨²blico", dice un ex funcionario de defensa. Un responsable de la CIA jubilado que conoce Irak me cont¨® que, hace poco, uno de sus colegas fue all¨ª junto con una delegaci¨®n del Congreso. Los legisladores pudieron o¨ªr repetidas veces a soldados, suboficiales y generales, que "las cosas est¨¢n jodidas". Sin embargo, en una teleconferencia posterior con Rumsfeld, los generales se callaron las cr¨ªticas.
Una persona con la que los m¨¢ximos jefes del Pent¨¢gono comparten sus opiniones personales desde hace d¨¦cadas es el congresista John Murtha de Pensilvania, el dem¨®crata de m¨¢s rango en el Subcomit¨¦ de Gastos de Defensa en la C¨¢mara de Representantes. El presidente y sus m¨¢s ¨ªntimos colaboradores se enfurecieron el 17 de noviembre, cuando Murtha hizo en la C¨¢mara un llamamiento a retirar las tropas de aqu¨ª a seis meses. El discurso estaba lleno de datos desoladores. Por ejemplo, Murtha cont¨® que el n¨²mero de atentados en Irak ha pasado de 150 semanales a m¨¢s de 700 semanales en el ¨²ltimo a?o. Dijo que, seg¨²n los c¨¢lculos, unos 50.000 soldados estadounidenses sufrir¨¢n lo que llama "fatiga de combate" durante la guerra, y que en Irak se les consideraba como "el enemigo com¨²n". Tambi¨¦n discrep¨® de una de las afirmaciones de la Casa Blanca: que el papel fundamental en la insurgencia est¨¢ a cargo de extranjeros. Murtha asegur¨® que los soldados estadounidenses "no han capturado a ninguno en sus ¨²ltimas operaciones", los combates que se libran en la provincia occidental de Anbar, cerca de la frontera con Siria. "As¨ª que, pese a la creencia de que llegan de fuera, seguimos pensando que s¨®lo hay un 7%".
El llamamiento de Murtha a una r¨¢pida retirada de los estadounidenses s¨®lo pareci¨® servir para reforzar la voluntad de la Casa Blanca. En el Gobierno "est¨¢n m¨¢s que furiosos con ¨¦l, porque representa una seria amenaza contra sus planes", dice el ex funcionario de Defensa. En la base a¨¦rea de Osan, en Corea del Sur, Bush declar¨®, dos d¨ªas despu¨¦s del discurso de Murtha: "Los terroristas ven Irak como el frente fundamental en su guerra contra la humanidad. Si no se les detiene, los terroristas podr¨¢n llevar adelante sus planes de desarrollar armas de destrucci¨®n masiva, acabar con Israel, intimidar a Europa, quebrar nuestra voluntad y chantajear a nuestro Gobierno hasta aislarlo. Les voy a hacer una promesa: no ocurrir¨¢ mientras yo est¨¦ al mando".
"El presidente est¨¢ m¨¢s decidido que nunca a seguir adelante", explica el ex funcionario de Defensa. "No le importa pasarlo mal. Bush cree firmemente en el dicho de que 'la gente puede sufrir y morir, pero la Iglesia sigue adelante". Seg¨²n ¨¦l, el presidente est¨¢ cada vez m¨¢s despegado y deja cada vez m¨¢s asuntos en manos de Karl Rove y el vicepresidente Cheney. "Ellos le mantienen en el mundo gris del idealismo religioso, que es donde quiere estar". Sus apariciones p¨²blicas, por ejemplo, suelen estar programadas ante p¨²blicos favorables, sobre todo en bases militares. Hace cuatro d¨¦cadas, el presidente Lyndon Johnson, que tambi¨¦n tuvo que lidiar con una guerra que fue perdiendo popularidad, s¨®lo hablaba en ese mismo tipo de foros p¨²blicos. "Johnson sab¨ªa que estaba preso en la Casa Blanca", dice el ex funcionario, "pero Bush no tiene ni idea".
Dentro del Ej¨¦rcito, la perspectiva de emplear el poder¨ªo a¨¦reo para sustituir a las tropas estadounidenses sobre el terreno ha provocado gran inquietud. Para empezar, los jefes de las Fuerzas A¨¦reas han manifestado serias objeciones a la posibilidad de que los iraqu¨ªes sean los responsables de escoger los objetivos. "?Y si los iraqu¨ªes ordenan incursiones a¨¦reas para acabar con rivales o con otros jefes de sus propias sectas y poder echar la culpa a otros?", pregunta otro responsable militar que en la actualidad trabaja en el Pent¨¢gono. "?Y si algunos iraqu¨ªes escogen objetivos convenientes para Al Qaeda, o la insurgencia, o los iran¨ªes?".
"Es una cosa muy seria", dice el general retirado de la Fuerza A¨¦rea Charles Horner, que estuvo al mando de los bombardeos aliados durante la guerra del Golfo de 1991. "A las Fuerzas A¨¦reas siempre les ha inquietado que las incursiones a¨¦reas las ordenen personas que no sean controladores a¨¦reos avanzados de combate. Necesitamos que las decisiones las estudien cuidadosamente personas en activo, y as¨ª se har¨¢. Deben tener la formaci¨®n suficiente para saber que no se trata de que una venganza de unos contra otros". (Al pedir al portavoz del Pent¨¢gono que comentara esta cuesti¨®n, dijo que existen planes para proporcionar ese tipo de formaci¨®n. Tambi¨¦n destac¨® que Irak no posee fuerza a¨¦rea de ataque y, por consiguiente, tendr¨¢ que depender de EE UU durante un tiempo).
La guerra a¨¦rea que libra hoy EE UU dentro de Irak es tal vez el aspecto m¨¢s importante -y menos conocido- de la lucha contra la insurgencia. Las autoridades militares de Bagdad y Washington no suministran a la prensa un informe diario de las misiones que realizan las unidades de la Fuerza A¨¦rea, la Marina o el Cuerpo de Marines ni de las toneladas que arrojan, como se hac¨ªa durante la guerra de Vietnam. Para hacerse una idea del volumen que tienen los bombardeos en Irak, se puede acudir a un comunicado de prensa emitido por el Cuerpo de Marines durante el asedio de Faluya, en oto?o de 2004. "En la gigantesca ofensiva de los Marines, que se desarrolla por tierra y por aire", dec¨ªa el comunicado, "el apoyo a¨¦reo del Cuerpo de Marines sigue arrojando acero de alta tecnolog¨ªa sobre el objetivo... Con las misiones diurnas y nocturnas que lleva a cabo desde hace semanas, el Ala 3 de los Marines garantiza el triunfo de las tropas de tierra en el campo de batalla". Desde el comienzo de la guerra, prosegu¨ªa el comunicado, el Ala 3 de los Marines hab¨ªa arrojado, por s¨ª sola, m¨¢s de 500.000 toneladas de artiller¨ªa. "Este n¨²mero ser¨¢ probablemente mucho mayor al acabar las operaciones", dijo el comandante Mike Sexton. En la batalla por la ciudad resultaron muertos o heridos m¨¢s de 200 estadounidenses; las autoridades no dieron a conocer ning¨²n c¨¢lculo sobre el n¨²mero de civiles fallecidos, pero las informaciones publicadas en la prensa en su momento hablaron de que en los bombardeos hab¨ªan muerto mujeres y ni?os.
Ma?ana: El futuro para EE UU se llama Alaui. Publicado originalmente en The New Yorker. ? 2005. Seymour M. Hersh. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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