Lo inc¨®modo de la pobreza
Esta ¨²ltima semana hemos conocido los resultados de la Encuesta de Condiciones de Vida, promovida por el INE. De entre las conclusiones, destaca la que nos dice los muchos hogares que tanto en Catalu?a como en Espa?a tienen unos ingresos econ¨®micos tan bajos que, de acuerdo con los criterios establecidos por organismos internacionales, podemos identificarlos como hogares que viven en una situaci¨®n de pobreza. Alguien podr¨¢ matizar que se trata de una pobreza relativa. Cierto, pero al fin y al cabo se trata de pobreza, a no ser que alguien disponga de un nuevo concepto para definir la situaci¨®n en que se encuentran personas que viven con ingresos inferiores a 370 euros al mes. Por otro lado, se podr¨¢ decir que estos datos que aporta el estudio del INE no son una novedad. Tambi¨¦n es cierto, pero hay que a?adir que, lamentablemente, algunas de las conclusiones de este estudio son coincidentes con las de otros que en los ¨²ltimos tiempos hemos ido conociendo, por ejemplo, los que tienen como origen el Panel de Desigualdades Sociales (PaD), impulsado por la Fundaci¨®n Jaume Bofill, que desde 2002 realiza anualmente un detallado seguimiento de unos 2.000 hogares catalanes. Si se prefiere, pues, la noticia de este ¨²ltimo estudio promovido por el INE es porque no hay novedad, como m¨ªnimo en el sentido de que una de las conclusiones m¨¢s certeras que arrojan los estudios que se vienen sucediendo en los ¨²ltimos a?os sobre la estructura social de nuestra poblaci¨®n es que la pobreza forma parte de nuestro paisaje social.
No es, pues, descabellado ni exagerado afirmar que en nuestra sociedad existe una pobreza estructural. Una pobreza relativa que hemos interiorizado hasta el punto de hacerla casi invisible o imperceptible en el quehacer diario a nuestros ojos. En lo cotidiano, esa pobreza relativa no existe, muchas veces ni tan siquiera para los servicios sociales. ?Estamos pues, ante una realidad estad¨ªstica, ante una recreaci¨®n sociol¨®gica o reconstrucci¨®n de la realidad social que s¨®lo los estudios o las investigaciones como la que nos ocupan hacen existir? En absoluto. Pero para darse cuenta de esa dura realidad hay que observar, mirar e interpretar la realidad que nos rodea con unas intenciones que en la mayor¨ªa de las ocasiones no tenemos. Nuestra felicidad tambi¨¦n se construye sobre una ignorancia de realidades muy pr¨®ximas, muy cercanas, que, de conocerlas con mayor profundidad, nos interpelar¨ªan y probablemente nos har¨ªan sentir mal con nosotros mismos. Es evidente, por si lo dicho no fuera poco, que muchas veces la pobreza relativa es tambi¨¦n invisible a nuestros ojos, no s¨®lo porque nuestra observaci¨®n de la realidad es parcial, sino tambi¨¦n porque esa realidad ser reviste de apariencias. Nadie quiere ver la pobreza del vecino, pero la pobreza del vecino tambi¨¦n se resiste a ser mostrada. A nadie le gusta evidenciar la pobreza y, sorprendentemente, hoy en nuestra sociedad es tan f¨¢cil estar al borde de la pobreza como disimularla a los ojos de los otros.
Y esta pobreza no es el resultado de un periodo econ¨®mico de fuerte recesi¨®n, con fuertes tasas de paro, sino que se produce en situaciones de buena salud de nuestra econom¨ªa. L¨®gicamente, uno se puede preguntar qu¨¦ ocurrir¨¢ cuando llegue el ciclo de recesi¨®n, un momento que no podemos acertar a concretar, a pesar de que hay voces poco dadas al alarmismo que, sin embargo, apuntan que hacia 2007 y 2008 nuestra econom¨ªa dar¨¢ ya signos evidentes de recesi¨®n. La respuesta no es sencilla ni inmediata. De entrada, porque no es evidente que s¨®lo los que se encuentran en el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de nuestra estructura social sean los que paguen las consecuencias de una hipot¨¦tica crisis.
Incluso hay motivos para pensar que esos sectores que hoy ya est¨¢n en esas circunstancias de pobreza relativa ser¨¢n los que menos cambios soportar¨¢n si llega la crisis, dadas las condiciones actuales en las que est¨¢n obligados a vivir. Sin embargo, tendremos que seguir con mucho detalle lo que ocurrir¨¢ con sectores importantes de lo que identificamos como clases medias; sectores que hoy no se encuentran en situaci¨®n de necesidad ni menos a¨²n de pobreza relativa, pero que se caracterizan por vivir al l¨ªmite de lo que sus ingresos les permiten; familias que mantienen un estilo de vida (l¨¦ase consumo) muy por encima de lo que sus condiciones socioecon¨®micas har¨ªan aconsejable. Pienso en esos amplios porcentajes de personas que afirman que sus ahorros son inexistentes, cuyas hipotecas y cr¨¦ditos les determinan el destino de m¨¢s de dos quintas partes de sus ingresos o que aseguran que llegan con mucha o bastante dificultad a final de mes. Hay amplios sectores sociales con posiciones inestables y muchas veces sin ser conscientes de ello. Sectores que viven en posiciones fronterizas con eso que hoy identificamos como pobreza relativa y para los cuales peque?os cambios en sus econom¨ªas pueden resultar nefastos y fuertemente desestabilizadores.
Ante ese escenario social que nos muestran los diversos estudios, no hay respuestas f¨¢ciles ni f¨®rmulas m¨¢gicas. Probablemente hay quien pensar¨¢ que reclamar pol¨ªticas m¨¢s decididas en el campo de lo social es una vieja receta. Quiz¨¢ sea cierto, pero las viejas recetas no se deben rechazar s¨®lo por ser viejas. Al Estado de bienestar, hoy tan denostado por algunos, le debemos en Europa algo m¨¢s de lo que le reconocemos. No seamos tan mezquinos de negar las evidencias y reconozcamos lo ¨²til que para nuestra sociedad y econom¨ªa han sido y a¨²n son las pol¨ªticas sociales
Jordi S¨¢nchez es polit¨®logo.
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