Jon Cortina, jesuita
Te¨®logo e ingeniero, fue un misionero solidario en El Salvador
El bilba¨ªno Jon Cortina entr¨® en la Compa?¨ªa de Jes¨²s con la oleada de vocaciones de los a?os cincuenta. Por las razones que fueran, sus superiores jesuitas le destinaron a ¨¦l y a otros varios vascos a Centroam¨¦rica.
Fueron, sin duda, movidos por el esp¨ªritu misionero, tal como se entend¨ªa entonces, y se encontraron con una Compa?¨ªa de Jes¨²s con una fuerte presencia en aquella regi¨®n y dedicada, sobre todo, a la educaci¨®n en sus colegios de los hijos de las ¨¦lites privilegiadas.
Cost¨®, pero despu¨¦s vino el cambio, y c¨®mo. Si los jesuitas fueron decisivos en la renovaci¨®n de la Iglesia cat¨®lica al hilo del Vaticano II (algo que algunos no se lo perdonan y echan la culpa al "ingenuo" Pedro Arrupe, sobre el que la historia tiene a¨²n mucho que decir), la provincia centroamericana de la Compa?¨ªa fue la avanzadilla del cambio de los mismos jesuitas.
Eran casi todos espa?oles y muchos vascos, bien preparados, unidos, que fueron evolucionando simplemente por fidelidad a la realidad que les toc¨® vivir. Ignacio Ellacur¨ªa gozaba de una autoridad moral indiscutible y ¨¦l y Jon Sobrino ejerc¨ªan de l¨ªderes intelectuales y fueron pioneros de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n.
Su aportaci¨®n fue decisiva en la famosa Congregaci¨®n General XXXII de la Compa?¨ªa, donde se acu?¨® la divisa sobre la fe y la justicia. As¨ª fue como Jon Cortina y sus compa?eros llegaron a una identificaci¨®n singular con el pueblo salvadore?o.
Su misionerismo paternalista se convirti¨® en solidaridad vital y eficaz. De una labor religiosa entre los privilegiados pasaron a la opci¨®n por los pobres. De ser visita honorable en las mansiones protegidas y elegantes de la oligarqu¨ªa pasaron a cargar con el estigma de subversivos y traidores.
Jon Cortina estudi¨® Teolog¨ªa en Francfort, como Jon Sobrino y, tambi¨¦n como ¨¦l, posteriormente, Ingenier¨ªa en Estados Unidos. Su tesis en Ingenier¨ªa vers¨® sobre los movimientos s¨ªsmicos, precisamente porque supon¨ªan un grave problema en El Salvador, un pa¨ªs peque?o con 25 volcanes.
Tras dos a?os como profesor en la Escuela de Caminos en Madrid regres¨® a El Salvador, donde dividi¨® su actividad entre la docencia en la Universidad Centro Americana (UCA) y su presencia entre los campesinos; al principio, los fines de semana; pero despu¨¦s este compromiso con los sectores populares se fue convirtiendo en lo fundamental de su vida.
Tuve la ocasi¨®n de acompa?arle muchas veces a sus eucarist¨ªas dominicales en el campo de refugiados de Villareal, a las afueras de la capital, durante el tiempo de la guerra. Eran verdaderas asambleas populares, donde se hablaba, se cantaba, se rezaba, y donde nunca el sufrimiento era capaz de sofocar la fiesta y la fraternidad. Su amistad con Ellacur¨ªa no pod¨ªa ocultar sus diferentes estilos y opciones. Uno, rector de la Universidad, pon¨ªa todo el ¨¦nfasis en el papel transformador del trabajo intelectual y del an¨¢lisis de la realidad; Jon tem¨ªa al intelectualismo y se volcaba en el contacto directo con la gente m¨¢s sencilla y necesitada. Le acompa?aba su forma de ser cordial y sencilla, su lenguaje pl¨¢stico y rotundo.
Lleg¨® un momento en que dej¨® de vivir con el equipo de la Universidad y se traslad¨® a Arcatao, un pueblo en el departamento de Chalatenango, uno de los m¨¢s pobres y conflictivo durante la guerra.
Parad¨®jicamente, esta decisi¨®n le salv¨® la vida cuando el 16 de noviembre de 1989 los militares entraron en la UCA para matar a la comunidad de jesuitas que viv¨ªan all¨ª. Jon era un ingeniero al servicio del pueblo, que constru¨ªa puentes, excavaba pozos y hac¨ªa elementales carreteras para aquella gente aislada, a la que acompa?aba con una generosidad sin l¨ªmites, a veces, quiz¨¢, con el exceso de los idealistas.
Tras la finalizaci¨®n de la guerra, Jon s¨®lo volvi¨® a la Universidad espor¨¢dicamente. Sigui¨® viviendo en Chalatenango con los campesinos y fund¨® la Asociaci¨®n Pro B¨²squeda de los ni?os desaparecidos durante la guerra civil que asol¨® el pa¨ªs de 1980 a 1992, que ha conseguido resolver m¨¢s de 300 casos.
En esta causa estaba empe?ado cuando le sobrevino un derrame cerebral el 14 de noviembre y que ha ocasionado su fallecimiento. Jon era un amigo entra?able, que no buscaba nada para s¨ª, que lo daba todo, que sacrific¨® un brillante porvenir individual, y entreg¨® su vida sin medida a una gente cuyo sufrimiento le parti¨® el alma hasta el punto de solidarizarse realmente con ellos hasta el final. Jon, amigo, contigo se pod¨ªa y deb¨ªa discutir, pero era imposible no quererte y no admirarte.
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