Un experimento a la francesa
Cuando yo estudiaba la carrera de Econ¨®micas, nos dijo un profesor el primer d¨ªa de clase de una asignatura: "para explicar econom¨ªa, hay que saber matem¨¢ticas (supongo que se refer¨ªa al medio crear ciencia) o ingl¨¦s (para copiarla, claro)". Y a?adi¨®: "yo s¨¦ ingl¨¦s". Me apresuro a decirles que yo tambi¨¦n s¨¦ ingl¨¦s. O sea, que no voy a ser original: lo que viene a continuaci¨®n lo he le¨ªdo en un libro de Daniel Cohen, un economista franc¨¦s. Voy a plantear un experimento mental.
Imag¨ªnese el lector que ma?ana una redada policial atrapa a todos los parados del pa¨ªs, los mete en un barco y los env¨ªa a una isla desierta (un poco m¨¢s grande que Perejil, porque ser¨ªan cerca de 1,8 millones, sin contar las familias que dependen de ellos). ?Qu¨¦ pasar¨¢ en Espa?a? La respuesta correcta es: la tasa de paro habr¨¢ bajado al 0%.
La gente no quiere subsidios y seguros de desempleo, sino oportunidades
?Qu¨¦ pasar¨¢ al cabo de un a?o? La respuesta m¨¢s probable es que la tasa de paro de Espa?a habr¨¢ aumentado de nuevo hasta cerca del 10%, que es la que tenemos hoy. ?C¨®mo es posible? Primero, porque los parados tambi¨¦n comen, se visten y van al cine: sobrar¨ªan los puestos de trabajo necesarios para atender la demanda de los deportados. Y segundo, porque los parados son una barrera al poder de los empleados: cuando ¨¦stos vean que ha desaparecido la competencia de los desempleados, pedir¨¢n m¨¢s tiempo libre, salarios m¨¢s altos, mejores condiciones de trabajo... y aumentar¨¢n los costes laborales y se reducir¨¢ la demanda de trabajo... y tendremos m¨¢s desempleo.
?Y en la isla? Al bajar del barco, la tasa de paro ser¨¢ del 100%. Un cuarto de hora despu¨¦s, uno anunciar¨¢ que est¨¢ dispuesto a cortar el pelo por, digamos, dos euros; otro se ofrecer¨¢ a cocinar por tres, y un tercero abrir¨¢ un despacho m¨¦dico, debajo de un ¨¢rbol, cobrando cuatro euros. Al cabo de muy poco tiempo, el porcentaje de parados ser¨¢ muy peque?o, posiblemente menor del 10% del pa¨ªs de origen. Sus salarios ser¨¢n muy bajos, pero tampoco el coste de la vida ser¨¢ muy alto. Su problema no ser¨¢ el exceso de mano de obra, sino la falta de capital -algo que en nuestro continente es abundante.
Me acordaba de este ejemplo a prop¨®sito de los recientes disturbios en Francia, que muchos atribuyen a la elevada tasa de paro de los suburbios de las grandes ciudades, que afectan, sobre todo, a los inmigrantes y a sus hijos. ?Por qu¨¦ no se ha creado empleo para ellos? ?No hay ninguno que sepa cortar el pelo por tres euros, o cocinar por cinco? S¨ª, los hay, pero no les dejamos hacerlo: al barbero le obligamos a tener un local de dimensiones adecuadas, solicitar una licencia, pagar impuestos, tener un seguro... Y lo mismo al cocinero y al m¨¦dico. Y acaban sin puesto de trabajo.
O sea: la tasa de paro de nuestros suburbios tiene que ver con las instituciones de que nos rodeamos, para proteger nuestra salud, recaudar impuestos... y proteger a nuestros empleados. S¨ª, ya s¨¦ que es una interpretaci¨®n algo simplista, pero contiene un alto porcentaje de realismo. No hay nada mec¨¢nico o inevitable en nuestros problemas humanos, sociales, econ¨®micos y pol¨ªticos: nos los creamos nosotros.
?Y si volviese a Espa?a el barco de los emigrantes? ?Qu¨¦ caos se crear¨ªa! Porque la poblaci¨®n aumentar¨ªa en aquellos casi dos millones que pretendimos sacarnos de encima. Y todos estar¨ªan en el paro, desde el mismo d¨ªa de su llegada. No piense el lector que es una hip¨®tesis poco realista: en 1962, cuando la independencia de Argelia, la poblaci¨®n francesa aument¨® en 900.000 repatriados, y, tras la p¨¦rdida de sus colonias, la de Portugal aument¨® en 600.000 en tres a?os, m¨¢s 200.000 militares que perdieron su empleo.
?Qu¨¦ ocurri¨® en esos pa¨ªses? Que, al cabo de unos meses, buena parte de los "sobrantes" hab¨ªan conseguido su empleo. Y no porque "robasen" los empleos de los que ya estaban all¨ª: fueron empleos nuevos. Porque los reci¨¦n llegados tambi¨¦n compran, y hay que aumentar la producci¨®n, y moderan las pretensiones de los empleados,y el crecimiento de los costes laborales, y esto tambi¨¦n facilita la creaci¨®n de puestos de trabajo. Cada reci¨¦n llegado tiene un potencial productivo, quiz¨¢ peque?o, si no est¨¢ cualificado, pero no insignificante, porque tiene ganas de trabajar, y porque ya se cualificar¨¢ aqu¨ª cuando encuentre empleo.
Lo que ha pasado en Francia es el fracaso de un modelo social, s¨ª; pero no del modelo de bienestar social, sino del productivo. La gente no quiere subsidios, escuela gratuita y seguro de desempleo, sino oportunidades. Y no se las ofrecemos, porque chocan con nuestro modelo social, que encubre nuestra falta de solidaridad. "Los inmigrantes, decimos, que se queden en su tierra. Y si ya est¨¢n aqu¨ª, que se queden en su barrio. Y que no quieran competir con nuestro puesto de trabajo. Ya les pagamos para que participen de nuestro estado de bienestar -sobre todo, porque queremos disfrutarlo nosotros". Y, claro, no resulta.
Antonio Argando?a es profesor de Econom¨ªa del IESE.
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