Fantas¨ªas orientales

Viene de inaugurar la ¨²ltima edici¨®n del exigente festival de Venecia y de ganar alg¨²n premio t¨¦cnico en Sitges. Es la ¨²ltima criatura de Tsui Hark, el gran especialista en lo que los chinos llaman wuxia, esa mezcla de artes marciales y cine fant¨¢stico que tuvo, al menos en Occidente, su consagraci¨®n con Tigre y drag¨®n. Mezcla, en un c¨®ctel medido aunque a veces pel¨ªn indigesto, viejas historias milenarias con espadas m¨¢gicas, caballeros implacables y malvados tremebundos con referencias que a ning¨²n cin¨¦filo se le pueden escapar, como las evidentes concomitancias con ese cl¨¢sico que es Los siete samur¨¢is de Akira Kurosawa.

Pero, por encima de cualquier otra cosa, Siete espadas es una colorista, a ratos muy eficaz, peripecia de acci¨®n que enfrenta a seis hombres y una mujer con un feroz amante despechado y su ej¨¦rcito; un siniestro truh¨¢n que cobra a tanto la cabeza de campesino limpiamente arrancada de su tronco. Y con este tipo de cine, es bien sabido, no caben m¨¢s sutilezas que el respeto a las reglas del gran espect¨¢culo, y poco m¨¢s.

Que por cierto, y salvo en el desconcertante inicio del gran duelo final, se respetan a rajatabla. En ese momento, y s¨®lo en ¨¦se, se produce un sorprendente enfriamiento de la tensi¨®n dram¨¢tica mediante la inserci¨®n de varios saltos temporales que explican la historia de los guerreros... una carencia que hasta entonces ten¨ªa al respetable perfectamente indiferente. Pero, en la suma final, Siete espadas se revela un eficaz veh¨ªculo para pasar un buen rato de entretenimiento, sin mayores complejidades filos¨®ficas ni psicol¨®gicas. Y por si fuera poco, logra hacer que el p¨²blico ni se d¨¦ cuenta de que est¨¢ ante una pel¨ªcula que llega casi a las dos horas y media de duraci¨®n... casi una proeza, vaya.